EL PAPEL DE ANIMADOR EN MI PRÁCTICA DOCENTE

“EL PAPEL DE ANIMADOR EN MI PRÁCTICA DOCENTE”

La lectura y la escritura se realizan en un mundo de habla y relaciones sociales, lejos de ser una simple técnica de transcripción que aprendemos a dominar, el uso de la lengua escrita implica un conocimiento profundo de los requisitos sociales que la moldean en situaciones concretas (Kalman, 1996).

La alfabetización requiere no solo de la interacción del que aprende, sino de la mediación de otros usuarios de la lectura y escritura, para que el alumno pueda apropiarse del uso y así poder llegar a un aprendizaje significativo.

Un enfoque sociocultural a la enseñanza y el aprendizaje de la lengua sostiene que el desarrollo del lenguaje es un proceso social e individual a la vez, se da entre las personas y en la mente del aprendiz. Lo que se conoce como individual, ocurre primero en el espacio social. (Vygotsky, 1998).

Este enfoque sostiene que el lenguaje se aprende y se desarrolla a través de la participación en prácticas comunicativas específicas con propósitos definidos, a través de la interacción y la construcción conjunta de significado en una variedad de contextos o eventos significativos, más que a través de actividades de lenguaje aislado. El habla, la lectura y la escritura como práctica social, se dan con uso y propósitos definidos, integradas como parte de actividades más amplias, es decir, se habla se lee o se escribe para algo, para cumplir con una función.

Los alumnos necesitan experimentar con el uso del lenguaje en una variedad de contexto y explorar las maneras en que se informa, entretiene, muestra intenciones y facilita el aprendizaje (Grabe & Kaplan, 1996).

Se pretende que los alumnos puedan participar de manera significativa para ellos mismos, en la construcción e interpretación de los textos tanto orales como escritos en el aula. (Hablar, escuchar, leer y escribir.)

El papel del docente en este contexto sociales es el de expertos conocedores que pueden modelar practicas efectivas de uso del lenguaje, que aumentan la conciencia de los alumnos sobre las estrategias relevantes a utilizar, que los ayuden a través de las lecciones lingüísticas apropiadas, que los guíen activamente en el proceso de aprendizaje, proporcionando las medidas necesarias para que ellos, a través de su propio esfuerzo, asuma control pleno de los diversos propósitos y usos del lenguaje oral y escrito. (Grabe & Kaplan, 1996).

Los tipos de ayuda que podemos proporcionar los docentes en los ambientes de aprendizaje pueden ser, información pertinente, modelamiento, retroalimentación y cuestionamientos, por ejemplo para favorecer la apropiación de ciertas herramientas lingüísticas, como los tipos de textos, de un tema o ciertos contenidos que le permitan servir como medio de comunicación, no basta con solo enseña las reglas o sus características que

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