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Ensayo De La Ignorancia


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2011  •  1.850 Palabras (8 Páginas)  •  1.060 Visitas

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Hubo un tiempo en el cual la ignorancia de su propia naturaleza hizo a los seres ambiciosos y despiadados. Al desconocer sus orígenes, el objeto para el que fueron creados, los mecanismos de esta creación y sus posibilidades, las criaturas actuaban de acuerdo a una fuerza básica de supervivencia denominada instinto, cuya finalidad es dar al creado herramientas elementales de subsistencia y de relación con el medio, para evitar ser destruido, y específicamente, autodestruido. Debido a su estulticia, el ser actuaba siguiendo pulsiones básicas, sentidas como necesidades imperiosas, que de no ser saciadas con prontitud, producen primero una vaga sensación de malestar en el ánimo, que luego se transforma en franca molestia, altera el genio, anula la creatividad, cuya energía se pone toda al servicio del impulso no saciado, para lograr finalmente satisfacerlo. La percepción de estas necesidades se manifiesta como sensaciones, vale decir, un deseo relacionado con el instinto a saciar, como lo es el hambre que incita a comer, la excitación sexual, que incita a copular, y otro instintos menos manifiestos pero tal vez más imperiosos, como la necesidad de identidad y seguridad, que lo lleva a competir con sus pares por títulos, puestos de trabajo, posiciones de reconocimiento social, deportivo, conquista de territorios y de personas, en el terreno de la amistad o del amor, de los negocios o de la guerra. Debido, como dije, a su propia ignorancia, fue desarrollándose en las distintas culturas refinadas herramientas de competencia personal y colectiva, que se legitimaron al punto de centrar todo el desarrollo en esta competencia, y haciéndose cada vez más permisivos la truculencia, la traición y el engaño, si estos llevaban al éxito final, que era satisfacer el instinto. Este instinto, que como decíamos viene con el ser, representa por lo tanto algo dado, una herramienta que ya está en la estructura del ser creado, y no requiere de imaginación ni creatividad para desarrollarla, sino solo para satisfacerla. Por ello, podríamos decir, que en la estructura del ser, este instinto representa el pasado. Pero como para manifestarse, esta pulsión requiere de una estructura actual, que permita buscar su satisfacción en el momento presente, veremos que se manifiesta, como dijimos, por una sensación que podemos llamar deseo. Entonces, diremos que este deseo, manifestación actual del instinto, representa el presente. Ya podemos vislumbrar que con solo estos dos datos, nos hacemos una vaga idea de la constitución del ser, vale decir, podemos darnos cuenta que tiene dos partes, una de donde nace el instinto, que representa el pasado, y otra, que es donde se manifiesta este instinto, y que pertenece al tiempo presente. Pero una vez que dichas manifestaciones se han hecho presentes, como acciones, aparece en escena un tercer factor, que son las consecuencias, debido a que cada hecho manifestado altera la composición de la realidad presente y la reordena, generando una nueva situación, cuyos resultados podemos llamar consecuencias. Estas consecuencias, por lo tanto, representan el futuro, que deriva de un instinto (pasado) manifestado en acto (presente), que al concretarse genera una consecuencia (futuro). Esto determina un aprendizaje, y si esta consecuencia es negativa o dolorosa, lleva a cambiar la base del deseo, no ya en el instinto, basado en la propia satisfacción, sino en el amor y la compasión, que se basan en el respeto por los otros, lo que podríamos llamar aspiración. Podríamos entonces decir que la tríada que rige la vida depende del nivel de evolución del ser que actúa, pues depende de este nivel la fuente de donde emana el acto, que es el eterno presente. La acción, o sea, el actuar, es siempre actual, y es la única vida de la que podemos participar y en la que podemos influir, ya que en los otros tiempos, solo podemos recordar (pasado) o proyectar (futuro). Los hechos del pasado ya no son modificables, aunque sí su significado, y el futuro es un tiempo que nunca llega, pues al alcanzarlo ya no es futuro, sino presente. Por lo tanto, para modificar algo en la vida, influir en ella, determinar cambios y participar de su universo, el ser debe ubicarse en el tiempo presente. Los cambios o variaciones que la vida pueda tener a partir de los actos del presente determinan entonces consecuencias, las que se evalúan de acuerdo a como influyen en el ser que actúa y en quienes le rodean, o sea en sí mismo y en sus relaciones. Para que estos cambios sean positivos, útiles, constructivos, o sea, que favorezcan y no dañen, ni al ser ni a otros, deben estar inspirados en aprendizajes que se basan en las consecuencias que estos mismos actos generan, y que dependerán de la fuente de donde emanan. Si derivan de la búsqueda de satisfacciones egoístas no razonadas, nacidas de un ser sin maduración suficiente de sus experiencias, o sea, sin aprendizaje eficiente de lo que ha vivido, (llamo aprendizaje eficiente al que es capaz de modificar, aun levemente los significados de los actos y sus consecuencias, en el sentido de hacerse cargo de estas consecuencias, asumiendo la responsabilidad derivada de ser el autor del acto que determinó dicha consecuencia), entonces, derivan de lo que podemos llamar apetitos, y estos sólo por azar podrían ser causantes de algún beneficio a terceros, como el conseguir comida y dejar un sobrante que pueda alimentar a otro hambriento, pero por hartazgo y no por compasión. Si la consecuencia del acto basado en un apetito nos lleva a un aprendizaje eficiente, tendremos un cambio de significado de aquella experiencia, lo que determinará que la fuente de nuestro próximo acto ya no sea un apetito, sino lo que podemos llamar

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