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Ensayo El Naufrago


Enviado por   •  13 de Junio de 2015  •  2.066 Palabras (9 Páginas)  •  318 Visitas

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Domingo 15 de Marzo del 2015

Tecnológico de Estudios Superiores de Ecatepec

Ensayo: libro “Psicología del mexicano en el trabajo”

Alumno: Loperena Márquez Hugo Alberto

Numero de lista: 17

Grupo: 17251

Materia: Comunicación Humana

En México existen todos los recursos naturales necesarios para ser un país próspero y sobresalir, pero hasta la fecha sigue siendo un país tercermundista y subdesarrollado. Al final, se trata de la importancia del factor humano y éste es propiciado por la intervención de múltiples factores biopsicosociales. La parte biológica es la misma en casi todos los países del mundo, por lo cual, no hay razones de peso para justificar, los fracasos de México. Las raíces últimas de las conductas laborales deben buscarse en la psicología e idiosincrasia nacionales, la cultura es una enorme fuerza determinante de los comportamientos. La relación que existe entre la cultura mexicana y la personalidad de los mexicanos es muy estrecha. Y si con frecuencia el mexicano parece poco trabajador, poco colaborador y poco efectivo, quien pretende comprometerlo con la productividad y con la calidad a base de discursos políticos, de reglamentos, de reestructuraciones organizacionales, de cursos administrativos y de talleres de control de calidad, se queda al nivel de los síntomas, sin llegar al fondo del problema. La sociedad mexicana sí es diferente a la de muchos otros países, pero es un proceso un tanto lento entre la influencia del individuo sobre la sociedad y de la sociedad sobre el individuo lo que, justamente, ocurre de la misma forma en todo el mundo.

En este libro “Psicología del mexicano en el trabajo”, nos muestra, muy claramente, los factores que llevan al surgimiento de la psicología del mexicano y la influencia que ésta tiene sobre su comportamiento y su desempeño laboral. Es lógico que la historia tenga una influencia poderosa en la formación de rasgos psicológicos, ya que desde hace mucho tiempo entre las culturas que existían: indígenas, españoles, americanos, etc., sino la huella que cada cultura dejó. Nos menciona como fue posible que el mexicano desarrollara un complejo de inferioridad profundo, mezclado con tendencias de formación reactiva y cierta clase de compensaciones. Revisa, a través de los siglos, los profundos conflictos de ambivalencia que atravesó la psicología mexicana y nos ayuda a entender el statu quo de la identidad, religiosidad, actitudes ante la vida, sociedad y muerte, y cuáles son sus roles en el desarrollo de una dependencia profunda con rasgos de paternalismo, resultando en una manipulación grave de muchas partes de la sociedad. Existe México porque existe lo mexicano, se puede decir que la mexicanidad es una vocación y un estilo de vida. Pero no siempre fue así, durante la dominación española hubo muy poco interés en definir lo mexicano como tal. La conciencia nacional se desarrolló a partir de 1821; pero en las primeras décadas de la vida independiente otras urgencias y otras prioridades acapararon la atención de los estudiosos y los pensadores.

Los mexicanos del siglo XXI somos, un conglomerado de tres ingredientes, el primero es el factor indígena, que pese a ser plural, pues estaba integrado por una multiplicidad de tribus, puede caracterizarse por la cultura dominante: el autoritarismo teocrático azteca. Este elemento fue reprimido a partir de la conquista, y actúa hoy como el inconsciente silencioso de nuestra personalidad social. El segundo factor es el hispano- cristiano; esto es, la sangre y la cultura de los conquistadores, con el absolutismo real español y bajo la ideología católica tomista, que defendía e imponía la unidad ideológica y la uniformidad como supremo valor social y político. Recientemente, desde hace cien años, debe considerarse el factor anglosajón, cuya cultura capitalista se vuelca sobre nosotros desde el vecino país del norte y nos desborda a lo largo de la larguísima frontera de tres mil kilómetros.

En este libro, el autor muestra cómo el mexicano encuentra siempre una o varias razones, fuera de sí mismo, para justificar por qué no le está yendo bien, de lo cual es posible darse cuenta claramente, como el mexicano no se hace responsable ni de sí mismo ni de sus circunstancias, lo que ha favorecido que, a lo largo de su historia, una minoría gobierne a una mayoría. También en cierto sentido, toda la historia de México ha sido traumática, en parte por la abrumadora superioridad técnica de los invasores europeos que montaban a caballo, disparaban con arcabuces y cañones y portaban armaduras de acero, frente a los indios de a pie, bajos de estatura, semidesnudos, portando flechas y lanzas fabricadas con madera y obsidiana, así como escudos de palo y cuero. Lo común era que al cabo de las batallas, el saldo fuera de miles y miles de indios tendidos en charcos de sangre, en tanto que del lado español sobraban los dedos de las manos para contar las bajas. La experiencia no pudo ser más traumática. Por otra parte, se dio un intenso lavado de cerebro, los europeos no se contentaron con examinar los campos de batalla, su voluntad de destruir la cultura aborigen fue implacable; por más que se disfrazara de religiosidad se dio una desculturización forzosa, compulsiva. Con el propósito de clasificar y sistematizar, vamos a destacar ocho situaciones agudas que podemos considerar como los ocho traumas, por antonomasia, de nuestra historia; el primero es la conquista militar, la conquista espiritual, el mestizaje, la secularización, la independencia, la mutilación del territorio nacional, la reforma y la revolución.

Se entiende por identidad nacional la conciencia de determinados rasgos compartidos por la colectividad, y la aceptación de un estilo de vida que incluye un peculiar sistema de normas y valores. En una sociedad colonial y de castas como la nueva España, era imposible e impensable tal identidad. El exponente más genuino de la fusión de las razas europeas e indígena, es el mestizo, se consideraba hijo de puta o hijo de la chingada, es decir, de la mujer abierta, violada, burlada. El niño mestizo recibía el calor, el afecto, la protección y la cultura a través del contacto con la madre indígena y, con frecuencia, no conocía siquiera a su padre español o criollo. Así pues, la figura cercana, buena y positiva era precisamente la que representaba y encarnaba lo devaluado y despreciado. Por otra parte el mexicano no puede hacer que coexistan en armonía el padre violento con la madre sumisa a la que adora y odia y, con frecuencia, se evade del problema refugiándose en el alcohol. Además de las ambivalencias, el mexicano experimente inseguridad, temor, masoquismo, búsqueda de anonimato, de disolverse en lo social, esto es, de disolverse en el fluctuante e impersonal nosotros. México es país de máscaras, el mexicano es un hombre enmascarado. La dolorosa huella que han dejado en los siglos de manipulación, de mentira política y de saqueo de las arcas públicas, junto con el hecho de que se nos hizo creer que somos incompletos, que somos inferiores, ha provocado que los mexicanos nos escondamos, nos enmascaremos y que disimulemos. Otro punto muy importante es la religión, no como institución sino de la religiosidad como vivencia; no del hecho social sino del fenómeno psicológico “México no es ciertamente un país católico; es un país sagrado” y esto se conjuga por un lado, el catolicismo español combativo de la contrarreforma y de la reconquista, que también era un catolicismo devoto, por otro lado la conversión masiva, forzada y acelerada, que no pudo dar lugar a una síntesis, sino a un sincretismo mal encaminado, además, el método usado en las doctrinas y en los pueblos indios con líderes paternalistas y sobreprotectores y, al mismo tiempo, implacables contra el más mínimo conato de disidencia o emancipación.

En este libro igual nos muestra cómo fue la vivencia psicológica durante la independencia, en donde tras la destrucción de nuestra cultura originaria en el siglo XVI, no nos quedó otra opción más que lanzarnos en busca de la cultura padre y al no encontrarla, buscamos sustitutos imitando modelos extranjeros, el mexicano, de México independiente acusa fuertes dependencias algunas de ellas son la dependencia al gobierno, la dependencia a lo divino o sobrenatural, la dependencia a la familia, dependencia del medio ambiente, dependencia de las tradiciones, dependencia de la naturaleza y dependencia a los poderosos vecinos.

Existen varias evidencias de la auto devaluación del mexicano; una de ellas es la sobrevaloración de los extranjeros: somos muy inclinado a desdeñar lo nuestro, muy afectos a admirar lo extranjero, aunque sea inferior, y muy propensos a la idolatría, que es la más estúpida de las cegueras. También tenemos el influyentísmo: México es el país de las credenciales, de las placas especiales y de las recomendaciones, muy en el fondo, el mexicano siente no valer por sí mismo sino por estos apoyos extrínsecos. También está la fanfarronería: es echador, presume hasta de lo que no tiene; quiere apantallar. También está la impuntualidad: es parte integrante de nuestra cultura, todo mundo lo sabe y todo mundo la sufre, aparentemente se trata de una costumbre pintoresca y casi inofensiva, pero la respuesta está implícita, pero es clara: que tu tiempo no vale; que no eres importante; que no somos importantes; que ni tu ni yo merecemos tomarnos enserio. También están las antesalas: cualquier jefe y cualquier funcionario público se dan el lujo de hacer esperar horas y horas a quienes llegan a verlos; peor aún si estos han solicitado audiencia, es una moda, un estilo, casi una norma. También está la insubordinación y anarquía: el mexicano no obedece a las leyes ni a las normas, y se jacta de ello, para elevar su “yo” blasona su fuerza y de que para él no existen leyes ni reglamentos; o de que siempre haya una coartada para salirse con la suya. Otro punto es el miedo: el mexicano tiene miedo a decir no, huye de la realidad y busca refugio en la ficción porque sufre un complejo de inferioridad. Otro punto es la envidia: se ha hablado, como de un prototipo, del mexicano, enano, que teme sobresalir y que busca todos los recursos para atacar a quien sobresale y supera la común mediocridad. Otro punto es el despilfarro: el mexicano es muy afecto a poses de gran señor y de magnate, cuando viaja al extranjero da enormes propinas; en México no se atreve, sobre todo frente a amigos o colegas, a protestar por un abuso en la cuenta del restaurante. Otro punto es el abstencionismo: este es un fenómeno tan generalizado que refleja actitudes muy arraigadas, el mensaje oculto dice algo como esto: el manejo de sociedad me queda grande. También está el fenómeno del tapado: eso de que el nuevo gobernante salga misteriosamente de un conclave de amigos de autosacrilizados es una burla impensable en países con un mínimo de democracia. Otro punto es la basura: para el observador superficial no pasa de ser una mala costumbre, pero para el estudioso de la conducta humana hay mar de fondo: no nos respetamos por eso nos permitimos vivir en la porquería. Otro punto son los diminutivos: forman parte muy importante del lenguaje mexicano. Los hay de cariño, pero también los hay que rebajan las cosas y a las personas. También está la susceptibilidad: muchos mexicanos son muy sentidos: se ofenden muy fácilmente hay que mediar y pensar bien las palabras que se emplean con ellos para que no se vayan a molestar. Otro factor es la fe guadalupana: puede tener aspectos positivos y constructivos, pero también es real el reverso de la medalla, para muchos mexicanos Guadalupe es un símbolo que intenta superar, a nivel mental y emotivo, la molesta inferioridad. Otro factor son los chistes auto devaluatorio: abundan los chistes en que el personaje mexicano hace todo mal, de modo que no sirve para nada. El último factor es el soborno y la mordida: es algo que se vive día con día y hasta que no hagamos un cambio de conciencia no podremos tener un buen desarrollo.

El cambio no se da, se hace. En mi opinión personal no tengo ningún problema con la forma en que una cultura escoge vivir. Todo tiene sus lados buenos y malos, pero estoy harto de la hipocresía mexicana que está en todos lados, empezando por mi salón, expandiéndose por todo el país y terminando en las noticias nacionales de la noche. En lo personal debo asumir mis actos y no culpar nadie de mis fracasos, siempre seguir y cambiar de una mentalidad negativa hacia una positiva.

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