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Guion Del Principe Y El Mendigo


Enviado por   •  26 de Enero de 2014  •  2.649 Palabras (11 Páginas)  •  6.545 Visitas

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Guion del príncipe y el mendigo

NARRADOR: Hace más de trescientos años en Londres, un día del segundo cuarto del siglo XVI, nació un hijo a una familia pobre, de apellido Canty, que no deseaba tenerlo. El mismo día nació otro niño inglés en una familia rica, de apellido Tudor, que lo deseaba. Lo deseaba Inglaterra. Este país lo había deseado ardientemente durante mucho tiempo, y se lo había pedido a Dios con oraciones. Ahora que había nacido, el pueblo estaba loco de regocijo. Personas que eran simples conocidas se abrazaban. No hubo nadie que no festejara, ricos y pobres, banqueteaban, danzaban, cantaban y se ponían alegres. Londres era de día digna de verse, con alegres banderas ondeando en todos los balcones, mientras recorrían las calles cortejos. No se hablaba en toda Inglaterra de otra cosa que del recién nacido, Eduardo Tudor, príncipe de Gales, que descansaba envuelto en sedas, ajeno a tanta jarana, sin saber que unos grandes señores y damas lo cuidaban y tenían puestos los ojos en él. Sin saberlo y sin dársele un comino por ello. Thomas vivía en una casa muy pequeña junto a su padre y madre, una abuela, y sus hermanas mellizas. Entre la pobre gente que vivía en la casa, aunque ajeno a ella, se contaba un pobre sacerdote anciano. El padre Andrés, tal era su nombre, enseñó a Tomás latín, y también a leer y escribir.

(Tomás estaba muy emocionado, y se le iban agrandando los ojos por efecto del asombro y del deleite que aquello le producía. En su alma había un solo deseo, el de aproximarse al príncipe y poder contemplarlo. Antes que se diera cuenta de lo que hacía se encontró con la cara pegada a los barrotes de la reja de la puerta de entrada. Un instante después, uno de los soldado, lo arrancó de allí con rudeza y lo tiró. Acto seguido le dijo)

SOLDADO: – ¡Cuidado con lo que haces mendigo muchacho!

PRINCIPE: – ¡Cómo te atreves a tratar de esa manera un pobre muchacho! ¡Cómo te atreves a tratar de ese modo ni al más humilde de los súbditos del rey, mi Padre! Abre las puertas y déjalo entrar.

(entra el mendigo)

PRINCIPE: –Parece que estás cansado y hambriento, te han tratado injustamente. Sígueme.

(lo lleva a dentro y le da comida se sientan en una mesa y ambos charlan)

PRINCIPE: – ¿Cómo te llamas, muchacho?

MENDIGO: –Tomás Canty, para servirlo señor.

PRNCIPE: –Curioso nombre. ¿Y dónde vives?

MENDIGO: – ¡El Callejón de las Piltrafa!

PRINCIPE: - Otro curioso nombre.

NARRADOR: así ambos empezaron a conversar y conocer cada vez un poco más de la vida del otro, lo que gusta o disgusta, lo que hacen en sus hogares, y Thomas cuenta sus historias que le interesaron al príncipe sobre la vida fuera de su palacio.

PRINCIPE: ¡Si yo pudiera vestirme con unas ropas como esas que tú llevas, y descalzarme, y jugar a mi gusto en el barro por una vez, por una sola vez, sin que nadie me regañara ni me lo prohibieracreo que sería capaz de renunciar a la corona!

MENDIGO: –Y si yo pudiera vestirme, mi buen señor, una sola vez como tú vas vestido ahora, una sola vez...

NARRADOR: El plan fue simple, cambiar sus ropas y volverse a cambiar antes que alguien los viese.

PRINCIPE: Tú tienes los mismos cabellos, idénticos ojos, igual voz y maneras, la misma estatura y forma de cuerpo, la misma cara y expresión que yo. Si nos desnudáramos, no habría nadie capaz de decir quién eras tú y quién el príncipe de Gales. Y ahora que estoy vestido como lo deseabas tú, me encuentro más cerca de sentir lo que tú sentiste cuando aquel bruto de soldado... Dime: ¿no te hizo él esa magulladura en la mano?

MENDIGO: –Sí, pero no es nada, y Su Alteza sabe que aquel pobre guardia...

NARRADOR: El príncipe ordeno al mendigo se quedase en la habitación y salió del palacio. Llego a una iglesia de niños abandonados, ahí encontró a Juan Canty padre de Tom.

JUAN CANTY: Otra vez solo a estas horas de la noche, y para mas no me traes ni una solo moneda.

PRINCIPE: No lo entiende no soy Thomas sino Eduardo el príncipe de Gales, llévame al palacio y mi padre te recompensara con muchas riquezas.

JUAN CANTY: Te has vuelto loco, pero al llegar a la casa la abuela y yo te vamos a hacer cuerdo.

(se llevo al príncipe Eduardo a la casa)

En el despacho del príncipe quedó Thomas, se observó, en todas las posturas delante del espejo, maravillado de su propia elegancia, luego se paseó, imitando al príncipe, sin dejar de mirarse en el espejo. Después desenvainó la espada, se inclinó, besó su hoja y la colocó cruzada sobre su pecho, tal como lo había visto hacer cinco o seis semanas antes, a modo de saludo, al teniente de la Torre a un noble caballero, en el momento de hacerle entrega de dos prisioneros: los grandes lores de Norfolk y de Surrey. Tomás jugó con el puñal cuajado de piedras preciosas que colgaba sobre su muslo, examinó los costosos adornos del salón, se sentó en una de las sillas, y pensó en el orgullo que le produciría el que la pandilla del Callejón de las Piltrafas pudiera contemplarlo en toda su grandeza.

(De pronto entra lady Juana grey y se abalanza sobre el príncipe).

LADY JUANA GREY: Pasa algo señor mio?

MENDIGO: –Debo decirte la verdad, yo no soy ningún señor, sino únicamente el pobre Tomás Canty, del Callejón de las Piltrafas, en la City. Por favor, yo te suplico que me lleves a donde está el príncipe, para que él me devuelva mis harapos y dejarme marchar de aquí sin sufrir daño alguno. ¡Apiádate de mí y sálvame!

(En eso ya se había arrodillado)

Mientras él permanecía en el suelo mudo de terror, volaban por el palacio terribles noticias. De lacayo a lacayo, de gran señor a gran dama, de piso en piso y de salón en salón, entre cuchicheos, porque no se decía sino cuchicheando esta noticia: “¡El príncipe se ha vuelto loco, el príncipe se ha vuelto loco!». En todos los salones, en todos los vestíbulos, se tomaron grupos de señores y damas rutilantes de joyas, y otros grupos de personas, que conversaban con gran viveza y entre murmullos, en

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