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Jaime Garzon


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2014  •  2.746 Palabras (11 Páginas)  •  257 Visitas

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Jaime Garzón era como un niño. Tenía los sueños grandes, como los niños, y la

aplastante realidad de Colombia no los había recortado sino que, por el contrario, los había

hecho más fuertes. Como los niños, Jaime Garzón opinaba abiertamente, con la verdad sin tapujos,

a mansalva, sin medir jamás las consecuencias. Y al igual que a los niños, toda injusticia lo

afectaba. No había una causa que no mereciera su pasión ilimitada, su trabajo constante y su poder de

convocatoria. Sus amigos aprendieron a entender que Garzón, como los profetas, no era

susceptible de ser llamado al orden. Cuando las cosas se ponían graves lo buscaban en El Patio y

le hablaban: "Hombre Garzón, hay que cuidarse. Hombre Garzón, usted es un bárbaro. Hombre,

Garzón...". Pero él, como todos los buenos, tenía convicción y esa convicción estaba acompañada de

intensidad apasionada. De manera que miraba a sus amigos con gratitud pero no les hacía caso.Es

posible que a Jaime Garzón lo haya matado la soledad, como a Galán. Porque poco a poco Garzón

se fue convirtiendo en el eje de la conciencia crítica de la vida colombiana, a la manera colombiana, es

decir, con malicia y buen humor. El iba más allá que todos los demás y llamaba a las cosas con

nombre propio. El se burlaba de todos y a todos los desnudaba sin piedad. El no calculaba. Pero

sobre todo, él creía que era posible hacer las cosas y despreciaba a quienes se daban por vencidos

y a quienes creían que la cosa no era con ellos. El viernes pasado no mataron a los personajes de

Jaime Garzón sino a Jaime Garzón. Porque el humorista era apenas un elemento de su personalidad

y aunque sus personajes hacen parte hoy del inconsciente colectivo colombiano como ninguno otro

desde Cien años de soledad, los asesinos no buscaban al humorista. Iban por el pacificador.El hombre

del medioEn los últimos tiempos Garzón jugó un papel fundamental en la búsqueda de la paz. En no

pocas oportunidades se montó en un jeep y ascendió a las regiones donde impera el régimen de las

Farc para hablar con un comandante y buscar la liberación de alguien conocido, o conocido de un

conocido, o apenas de alguien cuyos familiares lo habían buscado porque sabían que Jaime Garzón

jamás decía que no. También opinó con frecuencia sobre el proceso de paz, y sus opiniones eran,

también con frecuencia, urticantes para sectores radicales. Podía latigar, a la vez, a la guerrilla y al

gobierno. En su última salida sobre el tema del proceso de paz entre el gobierno y las Farc Garzón

había dicho, de manera sin duda punzante para algunos, que el último obstáculo era inexistente y

que la Comisión de Verificación debía estar integrada por los alcaldes. "Para eso fueron elegidos",

dijo, "para controlar lo que sucede en sus respectivos municipios". Eran sus opiniones y se podía estar

en desacuerdo con ellas como lo estaban, casi siempre, muchos de sus amigos y conocidos. Pero

él las expresaba con la libertad de quien no se siente amenazado por nada, no porque no supiera que

lo estaba sino porque ni siquiera amenazándolo era posible hacerlo menos libre. A diferencia de tantos

colombianos que viven en el miedo, Garzón se fortalecía con el miedo, se hacía aún más irreverente y

se arraigaba aún más en sus convicciones. Pero era en el tema del proceso de paz con el Ejército

de Liberación Nacional donde las habilidades de Jaime Garzón como negociador eran indudables.

Tenía suficientes contactos tanto entre la dirigencia 'elena' como en el establecimiento

colombiano, de modo que bastaba con que pusiera en marcha una iniciativa para que los callejones

sin salida se volvieran avenidas. La última prueba de su capacidad de convocatoria la dio hace unas

semanas cuando logró reunir a un grupo de personalidades del mundo político, los medios de

comunicación, la academia y la empresa para firmar una carta dirigida al gobierno y a la comandancia

del ELN con el objeto de buscar la liberación de los secuestrados y destrabar el proceso de paz.

Garzón conocía una regla fundamental del arte de la negociación: la necesidad de contar con un tercero

a quien hacerle concesiones imposibles de otorgar a la contraparte por razones de desgaste político.

Y jugaba su papel de generador de terceros componedores con maestría. En múltiples oportunidades

Garzón pensó en dejar de lado su profesión de humorista político. A veces lo asaltaba la

preocupación de no ser tomado en serio o de no poder desempeñar papeles distintos a los que le

habían garantizado la entrada amable a millones de hogares colombianos. Pero gozaba su profesión

como nadie y sabía, también, que su capacidad de influenciar a la opinión pública era fundamental para

sus oficios por la paz en Colombia. El crimen perfectoEs posible que el crimen de Jaime Garzón sea,

como la mayoría de los crímenes en Colombia, un misterio insoluble. Los primeros señalados

como autores intelectuales y materiales se apresuraron a expedir un comunicado en el

...

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