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Los Cachorros


Enviado por   •  19 de Mayo de 2013  •  2.814 Palabras (12 Páginas)  •  314 Visitas

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MARIO VARGAS LLOSA

Los cachorros

CAP. 1

Todavía llevaban pantalón corto ese año, aún no fumábamos, entre todos los deportes preferían

el fútbol y estábamos aprendiendo a correr olas, a zambullirnos desde el segundo trampolín del

Terrazas, y eran traviesos, lampiños, curiosos, muy ágiles, voraces. Ese año, cuando Cuéllar entró

al Colegio Champagnat.

Hermano Leoncio, ¿cierto que viene uno nuevo? , ¿para el «Tercero A», Hermano? Sí, el

Hermano Leoncio apartaba de un manotón el moño que le cubría la cara, ahora a callar.

Apareció una mañana, a la bara de la formación, de la mano de su papá, y el Hermano Lucio lo

puso a la cabeza de la fila porque era más chiquito todavía que Rojas, y en la clase el Hermano

Leoncio lo sentó atrás, con nosotros, en esa carpeta vacía, jovencito. ¿Cómo se llamaba? Cuéllar, ¿y

tú? Choto, ¿y tú? Chingolo, ¿y tú? Mañuco, ¿y tú? Lalo. ¿Miraflorino? Sí, desde el mes pasado,

antes vivía en San Antonio y ahora en Mariscal Castilla, cerca del Cine Colina.

Era chanconcito (pero no sobón): la primera semana salió quinto y la siguiente tercero y después

siempre primero hasta el accidente, ahí comenzó a flojear y a sacarse malas notas. Los catorce

Incas, Cuéllar, decía el Hermano Leoncio, y él se los recitaba sin respirar, los Mandamientos, las

tres estrofas del Himno Marista, la poesía Mi bandera de López Albújar: sin respirar. Qué trome,

Cuéllar, le decía Lalo y el Hermano muy buena memoria, jovencito, y a nosotros ¡aprendan,

bellacos! El se lustraba las uñas en la solapa del saco y miraba a toda la clase por encima del

hombro, sobrándose (de a mentiras, en el fondo no era sobrado, sólo un poco loquibambio y

juguetón. Y, además, buen compañero. Nos soplaba en los exámenes y en los recreos nos convidaba

chupetes, ricacho, tofis, suertudo, le decía Choto, te dan más propina que a nosotros cuatro, y él por

las buenas notas que sacaba, y nosotros menos mal que eres buena gente, chanconcito, eso lo

salvaba).

Las clases de la Primaria terminaban a las cuatro, a las cuatro y diez el Hermano Lucio hacía

romper filas y a las cuatro y cuarto ellos estaban en la cancha de fútbol. Tiraban los maletines al

pasto, los sacos, las corbatas, rápido, ponte en el arco antes que lo pesquen otros, y en su jaula Judas

se volvía loco, guau, paraba el rabo, guau guau, les mostraba los colmillos, guau guau guau, tiraba

saltos mortales, guau guau guau guau, sacudía los alambres. Pucha diablo si se escapa un día, decía

Chingolo, y Mañuco si se escapa hay que quedarse quietos, los daneses sólo mordían cuando olían

que les tienes miedo, ¿quién te lo dijo?, mi viejo, y Choto yo me treparía al arco, ahí no lo

alcanzaría, y Cuéllar sacaba su puñalito y chas chas lo soñaba, deslonjaba y enterrabaaaaaauuuu,

mirando al cielo, uuuuuuaaauuuu, las dos manos en la boca, auauauauauuuuu: ¿qué tal gritaba

Tarzán? Jugaban apenas hasta las cinco pues a esa hora salía la Media y a nosotros los grandes nos

corrían de la cancha a las buenas o a las malas. Las lenguas afuera, sacudiéndonos y sudando

recogían libros, sacos y corbatas y salíamos a la calle. Bajaban por la Diagonal haciendo pases de

basquet con los maletines, chápate ésta papacito, cruzábamos el Parque a la altura de Las Delicias,

¡la chapé! ¿viste, mamacita?, y en la bodeguita de la esquina de D’Onofrio comprábamos barquillos

¿de vainilla?, ¿mixtos?, echa un poco más, cholo, no estafes, un poquito de limón, tacaño, una

yapita de fresa. Y después seguían bajando por la Diagonal, el Violín Gitano, sin hablar, la calle

Porta, absortos en los helados, un semáforo, shhp chupando shhp y saltando hasta el edificio San

Nicolás y ahí Cuéllar se despedía, hombre, no te vayas todavía, vamos al Terrazas, le pedirían la

pelota al Chino, ¿no quería jugar por la selección de la clase?, hermano, para eso había que

entrenarse un poco, ven vamos anda, sólo hasta las seis, un partido de fulbito en el Terrazas,

Cuéllar.

No podia, su papá no lo dejaba, tenía que hacer las tareas. Lo acompañaban hasta su casa, ¿cómo

iba a entrar al equipo de la clase si no se entrenaba?, y por fin acabábamos yéndonos al Terrazas

solos. Buena gente pero muy chancón, decía Choto, por los estudios descuida el deporte, y Lalo no

era culpa suya, su viejo debía ser un fregado, y Chingolo claro, él se moría por venir con ellos y

Mañuco iba a estar bien difícil que entrara al equipo, no tenía físico, ni patada, ni resistencia, se

cansaba ahí mismo, ni nada. Pero cabecea bien, decía Choto, y además era hincha nuestro, había

que meterlo corno sea decía Lalo, y Chingolo para que esté con nosotros y Mañuco si, lo

meteríamos, ¡aunque iba a estar más difícil!

Pero Cuéllar, que era terco y se moría por jugar en el equipo, se entrenó tanto en el verano que al

año siguiente se ganó el puesto de interior izquierdo

...

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