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Los Hechos Sociales Segun DURKHIEM


Enviado por   •  9 de Octubre de 2012  •  3.250 Palabras (13 Páginas)  •  760 Visitas

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Qué es un hecho social?

Antes de buscar cuál es el método adecuado para el es¬tudio de los hechos sociales conviene saber cuáles son los hechos así llamados.

La cuestión es tanto más necesaria cuanto que esta de¬nominación es utilizada de modo bastante impreciso. De ordinario se la emplea para designar casi todos los fenó¬menos que ocurren en el seno de la sociedad, por poco que presenten, junto con una cieña generalidad, algún in¬terés social. Pero, si se consideran las cosas de esa mane¬ra, no hay, por así decir, acontecimiento humano que no pueda ser llamado social. Todos los individuos beben, duermen, comen y razonan, y la sociedad tiene el mayor interés en que esas funciones se lleven a cabo regularmen¬te. Así pues, si esos hechos fuesen sociales, la sociología no tendría un objeto de estudio que le fuese propio y su ámbito se confundiría con el de la biología y el de la psicología.

Pero, en realidad, en toda sociedad hay un determina¬do grupo de fenómenos que se distinguen por caracteres precisos de aquellos que estudian las otras ciencias de la naturaleza.

Cuando llevo a cabo mi tarea de hermano, de esposo o de ciudadano o cuando respondo a los compromisos que he contraído, cumplo con deberes que están defini¬dos, fuera de mí y de mis actos, en el derecho y en las costumbres. Aun en los casos en que están de acuerdo con mis propios sentimientos y yo siento en mi interior en realidad ésta no deja de ser objetiva; pues no soy yo quien los ha hecho, sino que los he recibido, por medio e la educación. Por lo demás, ¡con cuánta frecuencia ig¬noramos los pormenores de las obligaciones que nos in¬cumben y nos vemos obligados a consultar el código y a sus intérpretes autorizados para conocerlos! De igual ma¬nera el fiel se ha encontrado al nacer ya hechas las creen¬cias y las prácticas de su vida religiosa; si éstas existían antes de él, es que existen fuera de él. Él sistema de sig¬nos de que me sirvo para expresar mi pensamiento, el sis¬tema de monedas que empleo para pagar mis deudas, los instrumentos de crédito que utilizo en mis relaciones co¬merciales, las prácticas aceptadas en mi profesión, etc., funcionan independientemente del uso que de ellas hago. Si se toman uno tras otro todos los miembros de que está compuesta la sociedad lo que precede podrá ser repetido a propósito de cada uno de ellos. He aquí, pues, modos de obrar, de pensar y de sentir que presentan esta notable propiedad de existir fuera de las conciencias individuales.

Estos tipos de conducta o de pensamiento no sólo son exteriores al individuo, sino que están dotados de un poder imperativo y coercitivo en virtud del cual se impo¬nen a él, lo quiera o no. Sin duda, cuando me conformo a ellos por mi propia voluntad esta coerción, al ser inútil, no se hace sentir o se hace sentir escasamente; pero no por esa razón deja de ser un carácter intrínseco de esos hechos, y prueba de ello es que se afirma a partir del mo¬mento en que trato de resistir. Si intento quebrantar las reglas del derecho éstas reaccionan contra mí a fin de impedir mi acto si aún hay tiempo^ o de anularlo y establecerlo en su forma normal si se ha realizado ya y puede ser reparado, o de hacerme expiar sus consecuencias, si no puede ser reparado de otro modo. ¿Se trata de má¬ximas puramente morales? La conciencia pública reprime todo acto que las ofende por medio de la vigilancia que ejerce sobre la conducta de los ciudadanos y las penas especiales de que dispone. En otros casos la coerción es menos violenta, ero no deja de existir. Si no me so-meto a las convenciones de la sociedad, si en mi forma de vestir no tengo en cuenta en absoluto los usos acep¬tados en mi país v en mi clase, la risa que provoco y el alejamiento social en que se me mantiene producen los mismos resultados que un castigo propiamente dicho, aunque de forma más atenuada. Por lo demás, la coer¬ción no es menos eficaz por ser indirecta. No estoy obli¬gado a hablar en su lengua con mis compatriotas, ni a em¬plear las monedas de curso legal, pero es imposible que actúe de otro modo. Si intentase substraerme a esta ne¬cesidad, mi intento fracasaría miserablemente. Si soy un industrial nadie me prohibe trabajar con procedimientos y métodos de otra época; pero si lo hago, sin duda algu¬na me arruinaré. Aun en los casos en que realmente pue¬do liberarme de esas reglas y quebrantarlas exitosamente, esto no ocurre nunca sin que me vea obligado a luchar contra ellas. Aun cuando finalmente sean vencidas, ha¬cen sentir su poder coercitivo sobradamente por la resis¬tencia que oponen. No hay innovador alguno, aunque tenga éxito, cuyas tentativas no venga a chocar con una oposición de este género

He aquí, pues, un orden de hechos que presentan ca¬racteres muy particulares: consiste en modos de actuar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo, y que están dotados de un poder de coerción en virtud del cual se im¬ponen a él. Por consiguiente, no podrían contundirse con los fenómenos orgánicos, ya que consisten en represen¬taciones y en acciones, ni tampoco con los fenómenos psíquicos, que no tienen existencia más que en la con¬ciencia individual y por ella. Por consiguiente, constitu¬yen una nueva clase y es a ellos, y sólo a ellos, a los que se debe dar el calificativo de sociales; éste es el calificati¬vo adecuado, pues resulta claro que al no tener por subs¬trato al individuo, no pueden tener otro que la sociedad, sea la sociedad política en su totalidad, sea alguno de los grupos parciales que encierra: confesiones religiosas, se¬cuelas políticas y literarias, corporaciones profesiona¬les, etc. Por otra parte, es a ellos solos a los que conviene el término, pues la palabra «social» no tiene un senti¬do definido más que a condición de que designe única¬mente fenómenos que no se incluyan en ninguna de las categorías de hechos ya constituidos y que reciben una denominación determinada. Por tanto, son el ámbito pro-pio de la sociología. Desde luego al utilizar la palabra coerción para definirlos se corre el riesgo de alarmarlos celosos partidarios de un individualismo absoluto. Como proclaman que el individuo es perfectamente autónomo es parece que se le rebaja cada vez que se le hace sentir que no depende solamente de sí mismo. Pero como quie¬ra que hoy día es indiscutible que la mayor parte de nuestras ideas y nuestras tendencias no son elaboradas por nosotros sino que nos vienen de fuera sólo pueden penetrar en nosotros imponiéndose, y eso es todo lo que sig¬nifica nuestra definición. Por lo demás, es sabido que no toda coerción social excluye necesariamente a la personalidad individual.

Como todos los ejemplos que acabamos de citar (re¬glas jurídicas y morales, dogmas religiosos, sistemas fi¬nancieros, etc.)

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