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Los Observatorios De Medios De Comunicación Como Escenario Jurídico Para Fortalecer La Democracia Y La Libertad De Expresión


Enviado por   •  15 de Noviembre de 2011  •  9.872 Palabras (40 Páginas)  •  1.325 Visitas

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FABIO ESCOBAR VARGAS

Los observatorios de medios de comunicación como escenario jurídico para fortalecer la democracia y la libertad de expresión.

Análisis y perspectiva.

“El derecho es el conjunto de condiciones que permite a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos”. Immanuel Kant

Al revisar los programas de Derecho a la información y Derecho a la Comunicación en las universidades, así como la bibliografía general que existe sobre la materia, se observa que en la mayoría de los casos se aborda la libertad de expresión desde su sentido clásico; como libertad de expresión de expresión individual. El punto de partida para pensar los derechos a la información sigue siendo el ciudadano suelto, atomizado y aislado.

Todos estos análisis fallan por su dogmatismo pero son consecuentes con el paradigma donde están inscritos. En efecto, desde la perspectiva liberal, el contexto histórico y la estructura social aparecen como dimensiones de análisis innecesarias, incluso invisibles.

La libertad de expresión, desde la visión liberal, es enfocada desde sus ordunamientos jurídicos, en función de la legalidad vigente, perdiéndose de vista la estructura económica y las relaciones de saber-poder donde están inscritos aquellos cuerpos legales. Vale decir, analizada más allá de las desigualdades sociales que son, también, desigualdades culturales.

Para el liberalismo, la libertad de expreskón es un derecho fundamental, postulado como una nigura que no necesita de mayores rodeos jurídicos, basta con su reconocimiento expreso en la constitución política. Cualquier regulación que se apueste sobre la misma será percibida como una restricción a la libertad individual, es decir, como un avasallamiento del Estado.

Incluso cuando en aquellos ámbitos se repasan los estándares jurídicos de derechos humanos que la refuerzan y que llaman la atención a los Estados locales para que se garanticen la libertad de expresión, la libertad de prensa o el derecho a la información, casi siempre se hace perdiendo de vista las experiencias de lucha sociales que existen detrás de aquellas figuras, se olvidan de la dimensión social de aquellos estándares jurídicos que buscaban volver efectiva aquella promesa asumida en la agenda de los Estados a partir de otras luchas sociales previas.

Por otro lado, y como si fuera poco, desde la matriz liberal se tiende a circunscribir la libertad de expresión, a los medios de comunicación, es decir, al acceso -efímero y transitorio- a un espacio ajeno y comercialmente regulado.

De allí que la libertad de prensa sea otra forma de nombrar a la libertad de empresa, de comercializar las ideas. Con todo, la información se convirtió en una mercancía producida por las industrias culturales en la sociedad del espectáculo.

Cabe preguntarse: ¿cuáles son realmente los poderes hoy?, el primero de todos es el poder económico; el segundo, el mediático, y una tercera posición, el político.

Fácilmente se subsumen en uno sólo, compuesto por tres aristas; Algunos sueñan con un mercado perfecto de la información y la comunicación, totalmente integrado gracias a las redes electrónicas y los satélites. Lo imaginan construido según el modelo del mercado de capitales y los flujos financieros, que se mueven de forma permanente. Acompasado con la omnipresencia de los medios de comunicación y sus discursos convertidos en verdades a fuerza de la reafirmación cotidiana, definiendo las agendas públicas y revertido a favor de ideas e intereses particulares que los reafirman en una cadena sin fin.

Una trilogía que se manifiesta en un omnipotente control de los ciudadanos, apoyado en una relación desigual y asimétrica entre los deberes y derechos que emanan de la actividad comunicativa y su relación con los usuarios de la información. Es el reflejo del poder en la comunicación, de la comunicación como dominación, porque toda comunicación cumple una relación de poder. Por eso, hasta ahora la comunicación mediada no puede librarse del poder que implica, pues éste está sujeto por los valores imperantes del mercado de la cultura y del mercado en general.

Contrarrestar ese poder, es una tarea y un deber ético individual y colectivo. Las facultades de comunicación poseen observatorios que son instancias de supervisión mediática que monitorean, vigilan y controlan la actividad de los medios de comunicación. Si bien ésta es su principal función, el tiempo y la versatilidad que ellos admiten ha extendido sus funciones hasta abarcar cometidos propios de otros mecanismos.

Los observatorios constituyen un exponente más que se podría situar dentro del fenómeno mayor del media criticism , (o revisión critica de la actividad de los medios). Este fenómeno comienza a surgir y desarrollarse en diferentes partes del mundo ante la convicción de que el poder que éstos ejercen en nuestras sociedades democráticas no se corresponde con un ejercicio siempre responsable de su misión.

Los medios de comunicación, como cualquier otro actor de la sociedad, también cometen errores, y además con mucha frecuencia y de manera intencionada. Actualmente asistimos a un abrumador incremento de su poder y a un desbordamiento cada vez más atentatorio contra la democracia. El panorama parece indicar que la labor de los observatorios ya no es suficiente y por lo tanto requieren ayuda de otras ciencias sociales en el marco de esa versatilidad reconocida.

Los observatorios ejercen una fiscalización de los medios que no es coercitiva, está más dirigida a un acatamiento de las responsabilidades en el marco de la ética. En un momento en el que los comportamientos éticos están en cuestión, no es esperable que medios y periodistas de un paso al frente, en asomo de cumplir con su deber deontológico.

Es natural la tendencia humana a no reconocer los propios errores y esto parece aún más cierto si se trata de los medios. Dado que la credibilidad que les dispensa el público es uno de sus patrimonios más importantes, ha sido habitual la práctica de minimizar o negar sus equivocaciones. En este marco de referencia, mientras éstos se dedican a criticar los errores de otros, nadie cuestiona los suyos: el resultado final de esta política es contraproducente.

Es necesario un cambio de este esquema. Puesto que los medios realizan una labor de escrutinio de las demás instituciones, no se entiende muy bien el por qué se excluyen a sí mismos de ese ejercicio tan sano de la crítica.

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