Obligatoriedad De La Educación Preescolar

EN EL CAMINO CORRECTO.

EL LUGAR QUE SE MERECE LA EDUCACION PARVULARIA.

Esta última década, Chile ha estado marcado por cambios sociales, reflejados en una nueva actitud de nuestros jóvenes para reclamar sus derechos y exigirle al Estado, una educación de calidad. En este ánimo de demandar igualdad, oportunidad y gratuidad, se han logrado varios avances en la materia. Sin embargo, los activistas habían olvidado la formación, trascendental y determinante, de aquellos que serán los ciudadanos del futuro y que deberán continuar las luchas que se comiencen hoy. Nos referimos a la educación parvularia.

Es la educación un factor preponderante en el desarrollo humano, por lo tanto, debiese ser de interés fundamental de todos los países, entregarla oportuna y de calidad a todos sus ciudadanos, para lograr avanzar y disminuir las desigualdades que provoca la falta de ella. Contar con una buena educación, es la mejor predicción para el éxito como adulto, por lo tanto, el acceso debe ser garantizado para todos a cada uno de los niveles del aprendizaje. En el sistema de educación chileno, se contemplaba hasta hoy, tres niveles de educación obligatoria.

La educación preescolar, sin ser obligatoria, ha tenido una notable expansión en nuestro país. Las estadísticas indican que ha sido el nivel educativo con mayor incremento de matrícula en la última década (CASEN 2011), situación que se debe a la paulatina importancia que los gobiernos le han estado otorgando. Sin embargo, hay un porcentaje importante de niños y niñas, que no asisten a este nivel escolar y que se encuentran en clara desventaja con aquellos que sí lo hacen, permitiéndole a la desigualdad social, dar el primer paso. Rosa Blanco, Directora de la oficina Nacional en Chile de la Organización de Estados Iberoamericanos, en una declaración para la Fundación Integra, sobre educación parvularia, es categórica en señalar que:

una atención y educación de calidad en los primeros años, contribuye a un mayor desarrollo y bienestar de los niños, tiene un efecto positivo en los resultados educativos posteriores y es una poderosa herramienta, para reducir temprana y oportunamente, las desigualdades y la segmentación social, que es uno de los principales desafíos que enfrenta Chile. Invertir en la educación de la primera infancia es el comienzo natural de las políticas de desarrollo humano.

En este sentido, la falta de obligatoriedad, le da a los padres la potestad de decidir la asistencia de los niños y niñas al sistema, y por ende, el estado se desliga de la responsabilidad de educar formalmente a estas “criaturas” que por no contar con la edad suficiente, da la impresión que fuesen invisibles o que no tuviesen los mismos derechos. “Un país puede «hacerlo todo bien» en términos de su macroeconomía, gobernabilidad, normas, etc., pero si ignora a sus niños pequeños, su fuerza laboral en 20 años podría componerse de muchos trabajadores mucho menos productivos de lo que pudieran haber sido” (Young-Fujimoto, 2004)

Si bien, la educación parvularia en Chile, remonta sus orígenes hacia fines del siglo XIX, es solo a partir de la década del 50 cuando se incorpora formalmente, con la creación de planes y programas de orientación docente. Desde entonces el proceso ha sido lento y descontinuado. Recién, enmarcado en la Reforma de la Educación, a fines de los años 90, que se enfoca nuevamente, la mirada en los párvulos. (MINEDUC) Resulta curioso pensar que después de dos siglos de historia,

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