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Enviado por   •  30 de Septiembre de 2013  •  Tesis  •  658 Palabras (3 Páginas)  •  260 Visitas

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Y comieron en un plato

perro, pericote y gato

Con este pareado termina una relación de virtudes y milagros que en hoja impresa circuló en Lima, allá por los años de 1840, con motivo de celebrarse en nuestra culta y religiosa capital las solemnes fiestas de beatificación de fray Martín de Porres.

Nació este santo varón en Lima el 9 de diciembre de 1579, y fue hijo natural del español don Juan de Porres, caballero de Alcántara, en una esclava panameña. Muy niño Martincito, llevolo su padre a Guayaquil […]. Dos o tres años más tarde, su padre regresó con él a Lima y púsolo a aprender el socorrido oficio de barbero y sangrador, en la tienda de un rapista de la calle de Malambo.

Mal se avino Martín con la navaja y la lanceta, si bien salió diestro en su manejo, y optando por la carrera de santo, que en esos tiempos era una profesión como otra cualquiera […].

Nuestro paisano Martín de Porres, en vida y después de muerto, hizo milagros por mayor. Hacía milagros con la facilidad con que otros hacen versos. Uno de sus biógrafos (no recuerdo si es el padre Manrique o el médico Valdez) dice que el prior de los dominicos tuvo que prohibirle que siguiera milagreando (dispénsenme el verbo).Y para probar cuán arraigado estaba en el siervo de Dios el espíritu de obediencia, refiere que, en momentos de pasar fray Martín frente a un andamio, cayose un albañil desde ocho o diez varas de altura y que nuestro lego lo detuvo a medio camino gritando: «Espere un rato, hermanito». Y el albañil se mantuvo en el aire hasta que regresó fray Martín con la superior licencia.

¿Buenazo el milagrito, eh? […].

INCÓMODOS HUÉSPEDES

Fray Martín de Porres tuvo especial predilección por los pericotes, incómodos huéspedes que nos vinieron casi junto con la Conquista, pues hasta el año de 1552 no fueron esos animalejos conocidos en el Perú […].

En los tiempos barberiles de Martín, un pericote era todavía casi una curiosidad; pues relativamente la familia ratonesca principiaba a multiplicar. Quizá desde entonces encariñose por los roedores; y viendo en ellos una obra del Señor, es de presumir que diría, estableciendo comparación entre su persona y la de esos chiquitines seres, lo que dijo un poeta:

El mismo tiempo malgastó en mí Dios,

que en hacer un ratón, o a lo más dos.

[…] Aburridos los frailes con la invasión de roedores, inventaron diversas trampas para cazarlos, lo que rarísima vez lograban. Fray Martín puso también en la enfermería una ratonera, y un ratonzuelo bisoño, atraído por el tufillo del queso, se dejó atrapar en ella. Libertolo el lego y colocándolo

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