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Jose Antonio Ramos Sucre La Tristeza En Sus Poemas


Enviado por   •  7 de Mayo de 2012  •  1.840 Palabras (8 Páginas)  •  1.145 Visitas

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La escritura de Jose Antonio Ramos Sucre asume en tono trascendente y contiene en ella sentimientos muy nobles como por ejemplo el desespero, la soledad y elevación. Para muchos críticos es considerado el poeta del dolor, un poeta que siente una constante y gran fascinación por lo oscuro y los abismos, un poeta alucinado que sufre en su soledad, un poeta que utiliza todo a su alrededor, juega con el ambiente para crear una atmósfera de sentimientos y mas aun una atmósfera de dolor, se establece una suerte de extraña corriente y reciprocidad entre lo real y lo imaginario y su adjetivación es suntuosa, solemne y muy precisa. Muchos son los críticos que han elevado la poesía y mas aun la prosa del bachiller Ramos Sucre «una de las obras más interesantes que se pueden encontrar en las letras hispanoamericanas del siglo», «una prosa poética impecable, ejemplo de musicalidad y elegancia, llena de construcciones tan insólitamente bellas...». Lo que impacta realmente a los grandes críticos es ese perfecto dominio del lenguaje y de ese mundo melancólico y desolado

     Ramos Sucre, superficialmente juzgado por los críticos de su época, estaba consciente de la trascendencia de su obra poética, y el reconocimiento actual viene a confirmar la certeza de su pensamiento, cuando en carta a su hermano Lorenzo el 25 de octubre de 1929, afirma: «Creo en la potencia de mi facultad lírica. Sé muy bien que he creado una obra inmortal y que siquiera el triste consuelo de la gloria me recompensará de tantos dolores».

OCASO

    Mi alma se deleita contemplando el cielo a trechos azul o nublado, al arrullo de un valse delicioso. Imita la quietud del ave que se apresta a descansar durante la noche que avecina. Bendice el avance de la sombra, como el de una virgen tímida a la cita, al recogerse el día y su cohorte de importunos rumores. Crecen silenciosamente sus negros velos, tornándose cada vez más densos, hasta dar por el tinte uniforme y el suave desliz la ilusión de un mar de aguas sedantes y maléficas.

    Envuelto en la obscuridad providente, imagino el solaz de yacer olvidado en el son de un abismo incalculable, emulando la fortuna de aquellos personajes que el desvariado ingenio asiático describe, felizmente cautivos por la fascinación de alguna divinidad marina en el laberinto de fantásticas grutas.

    Expiran los sones del valse delicioso cuando el sol difunde sus postreras luces sobre el remanso de la tarde. A favor del ambiente ya callado y oscuro disfrutan mis sentidos de su merecida tregua de lebreles alertos. Y a detener sobre mi frente el perezoso giro de su velo, surge del seno de la sombra el vampiro de la melancolía.

Vemos a esta alma, esta voz lirica en un ambiente denso, trágico, he ahí la impresión total que esto nos deja, aunque este poema parece puramente descriptivo, tiene una de las características principales de esta poesía, que es la violencia con que la figura humana se convierte en centro y razón de todo. Ademas de lo que se percibe en la descripción de este sombrio ocaso, de este oscuro paisaje, hay algo que va mucho más alla que la imagen plástica, esta imagen visual que casi salta a la vista, que sentimos, esta imagen tan nítida, lo que se nos trasmite principalmente es, directamente, la pasión o la idea, la epopeya humana que allí vive; es lo que el hombre ha sufrido, gozado o meditado allí, lo que hace que este paisaje sea para siempre inconfudible; fisonomías tan definidas, relieves tan conmovedores, no se producen objetivamente en la naturaleza.

LA CIUDAD

    Yo vivía en una ciudad infeliz, dividida por un río tardo, encaminado al ocaso. Sus riberas, de árboles inmutables, vedaban la luz de un cielo dificultoso.

Esperaba el fenecimiento del día ambiguo, interrumpido por los aguavientos. Salía de mi casa desviada en demanda de la tarde y sus vislumbres.

    El sol declinante pintaba la ciudad de las ruinas ultrajadas.

    Las aves pasaban a reposar más adelante.

    Yo sentía las trabas y los herrojos de una vida impedida. El fantasma de una mujer, imagen de la amargura, me seguía con sus pasos infalibles de sonámbula.

    El mar sobresaltaba mi recogimiento, socavando la tierra en el secreto de la noche. La brisa desordenaba los médanos, cegando los arbustos de un litoral bajo, terminados en una flor extenuada.

    La ciudad, agobiada por el tiempo y acogida a un recodo del continente, guardaba costumbres seculares. Contaba aguadores y mendigos, versados en proverbios y consejas.

    El más avisado de todos instaba mi atención refiriendo la semejanza de un apólogo hindú. Consiguió acelerar el curso de mi pensamiento, volviéndome en mi acuerdo.

    El aura prematinal refrescaba esforzadamente mi cabeza calenturienta, desterrando las volaterías de un sueño confuso.

Notamos como la tristeza, melancolia, soledad, se refleja en todos los lugares posibles, no hay un lugar en el cual se halle una gota de luz, de alegria, para la voz poetica un simple paseo por su ciudad, es la experiencia mas triste, es el sitio ideal para recordar, añorar, es un sitio para estar en consistencia con el, con su yo interno y reflejar por medio de esa naturaleza esa ciudad, la agonia q vive dia a dia, esa tristeza que cada dia se apodera mas de el, esa tristeza provocada por una amada, por un amor que quiza es imposible.

A

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