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Matriarcado


Enviado por   •  18 de Diciembre de 2012  •  1.905 Palabras (8 Páginas)  •  545 Visitas

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l matriarcado a partir del siglo IV

En los siglos IV y V prospera el «Círculo de las Mujeres» de Roma, formado por unas damas nobles en tomo a San Jerónimo y las viudas Marcela y Paula, que se dedican al estudio de la Biblia y dominan el hebreo y el griego. Se dice que colaboran en la traducción conocida como Vulgata, y fundan monasterios de mujeres en Roma, y en Belén y otros lugares bíblicos.

En el siglo XI, la teóloga Hildegard von Bingen sostiene en su libro Savias que el cristianismo se funda en el amor materno y no en la ciega obediencia a Dios Padre.

La mujer es la mediadora entre el hombre y Dios, haciendo posible una relación de amor entre ambos.

Del siglo XVI data el movimiento de las beguinas, encabezado por Mechilde von Magdeburg, una visionaria que concibe la relación con Cristo como un vínculo de amor sexual («nuestra doble comunidad es el eterno placer sin muerte »). Defiende una religiosidad íntima: el que ha encontrado a Dios puede prescindir de los sacramentos.

Como el marido a la esposa, el amor de Dios es desgarrante. El Logos, Palabra de Dios o Espíritu Santo, es identificado con una suerte de comadre: «Así habló el Espíritu Santo al Padre: Sí, Padre amado, quiero llevar a la esposa a tu lecho».

La Iglesia, como es de esperar, persigue a las beguinas, acusándolas de herejía, burlas a Dios y lesbianismo. Procesos y quemas públicas acaban con el movimiento en el siglo XV. No lejos de ellas, el Meister Eckhardt proclama la prescindencia de la Iglesia y la confusión con Dios: «He llegado a ser uno con Dios».

Las mujeres son excluidas del estudio de la teología. En el siglo XVII, por ejemplo, Anna María Schurmann deberá seguir las clases desde una especie de jaula de cristal que la aisla de sus compañeros de aula. Pertenece al movimiento labadista, que propone una suerte de refundación de la Iglesia, un retorno al cristianismo primitivo, con igualdad entre los sexos, comunidad de bienes y supresión de los cultos dominicales, pues el mundo es un eterno Sábado.

Por la misma época, María Ward funda el movimiento de las «señoritas inglesas», organizando agrupaciones de mujeres que estudian lenguas, artes varias, canto y trabajo manual. La Inquisición romana la juzga por herética.

En el siglo XIX, Elizabeth Cady Stanton escribe una Biblia de las mujeres, iniciando una relectura feminista de las Escrituras que intenta desplazar al tradicional patriarcalismo semítico que se les atribuye.

En efecto, en la Biblia hay dos versiones de la Creación. En Génesis 1,27 Dios crea al hombre y la mujer a su imagen y semejanza y les entrega la Tierra en servidumbre. Pero el mismo Génesis (2,23) muestra a Dios haciendo al varón con barro y extrayéndole una costilla que convierte en mujer.

En la primera versión hay «igualdad» de sexos, en tanto que la segunda hace derivar la mujer del varón, convirtiéndola en su apéndice. La teología feminista actual parte de la pregunta: ¿Cómo pueden las mujeres aceptar a un Dios único que es varón? Para contestarla, cuestionan la originalidad de este Dios que extrajo el orden del caos: lo original es el caos, que es femenino.

En el principio, era la mujer y, tardíamente, San Pablo someterá la mujer al varón. En otra vertiente (Phillis Trible, Letty Russel, Virginia Mollenkott; Crista Mulack, etc.), el Dios bíblico es visto como una Diosa, cuidadosa y protectora como una madre. Un Dios andrógino, una Diosa travestida de hombre, que transmite su bisexualidad a Cristo.

Alguna autora, como Elga Sorge, considera a Dios como viril pero impotente, pues encubre su impotencia latente con una omnipotencia manifiesta. Una suerte de Urano, dios castrado y ocioso que se desinteresa por su Creación. Félix Christ identifica a Cristo como una reedición de la clásica Sofía, sabiduría femenina. Esta transexualización de la Sagrada Familia intenta derogar el patriarcalismo semítico tradicional.

Virilizar los dioses es una manera de manifestación del amor narcisístico del sexo masculino por sí mismo, expresión de una homosexualidad latente, que absorbe de modo vampírico el costado femenino de su nativa bisexualidad.

La mujer es inmolada para dar vida al varón y éste la ama en tanto víctima sacrificial, o sea en tanto muerta. Lo femenino resulta ser un botín de guerra de lo masculino, vacuo y pasivo recinto donde el hombre deposita su simiente. El franciscano brasileño Leonardo Boff practica una sutil recuperación matriarcal de la Iglesia, concibiéndola como esencialmente mariana.

María es el miembro más eminente de la Iglesia, pues Ella llega a serlo por su mediación. En efecto, el cristianismo es la religión del hijo de Dios, que sólo existe por intermedio de María, que es la virginidad maternal de la libertad: la consagración total a Dios. María hace posible que Dios se humanice y que el hombre se divinice.

Cristo es la síntesis de ambos, pero María, como toda madre, es anterior. En ella, el hombre se despoja de sus malos atributos viriles (instintos de posesión y violación) y se unce reflexivamente al otro (la unción). En María, Dios y el hombre se revelan mutuamente. A través de María, Dios se autorrealiza en su humanidad. Redimir a una humanidad regenerada por la madre, esa es la misión de Cristo en la historia.

Dios, pues, ha elegido a María para realizar sus partes femeninas. Dios, es en definitiva, a la vez, masculino y femenino. El Espíritu Santo incorpora a María a la Santísima Trinidad, haciéndola su templo y su tabernáculo. Del triángulo, emblema de la perfección, se pasa al cuadrado, emblema del cosmos, doble triángulo. María es, como las antiguas diosas matriarcales, una regeneradora. Este Dios que, por diversa vía, llega a reunir los caracteres simbólicos de ambos sexos, es una respuesta imaginaria

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