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Valeria Piassa


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2012  •  2.250 Palabras (9 Páginas)  •  677 Visitas

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Valéria Piassa Polizzi

Valéria Piassa Polizzi' (São Paulo, 1971) es una escritora brasileña, autora del libro ¿Por qué a mí?, una autobiografía publicada en 1998, donde relata haber contraído el virus del sida a los 16 años. El libro tuvo más de trecientos mil ejemplares vendidos en Brasil, y fue lanzado en Alemania, Austria, España, Italia, México y Portugal, entre otros.

Valeria fue cronista y columnista de la revista Atrevida, por unos años, escribiendo la columna de la última página, «Papo de Garota». Actualmente continúa escribiendo y dando conferencias. En el 2007 y 2008, pasó una temporada en México dando presentaciones en diversas escuelas, motivo de su libro Depois daquela viagem, traducido al español como título ¿Por qué a mí?. En México su obra ha vendido más de cien mil ejemplares.

1° CAPITULO ¿ PORQUE A MI ? ¿Porqué a mi? Valéria Piassa Polizzi

Debería haber comenzado a escribir hace tiempo, pero como no es nada fácil escribir sobre la vida de uno, vivo postergándolo. Incluso hoy día me llamaron Priscila y Cristiano, los dos presionándome:

- ¿Ya empezaste a escribir el libro? No. Y ya habría renunciado sino hubiese ido donde Sylvia la semana pasada y , por coincidencia o qué se yo, ella me dio la misma idea: escribir. Le dije que ya lo había pensado, pero encontraba que era mucha responsabilidad.

- No escribir también lo es – respondió-. Y esto me dio vueltas en la cabeza durante toda la semana.

Para comenzar, voy a presentarme. Me llamo Valéria, tengo veintitrés años, estatura mediana, delgada, morena, pelo negro liso. Nieta de italianos, hija de padres separados, perteneciente a la clase media alta. Como puedes ver, una persona común y corriente, o por lo menos así es como me gustaría que me vieran. Y estoy segura que así me verían si no fuese por un pequeño detalle: soy VIH positivo. ¿Sabes lo que eso significa? Eso mismo, tengo el virus del SIDA. ¿Te has asustado? No me digas qué no has sentido ganas de dejar el libro y salir corriendo a desinfectarte las manos, por miedo a contagiarte. Está bien, no tengas pánico, así no se contagia. Incluso puedes leerlo de nuevo: S-I-D-A, ¡SIDA! ¿Lo ves? No te ha pasado nada. Aunque yo estuviera a tu lado, tomaras mi mano, me dieras un beso y un abrazo y me dijeras “mucho gusto” y yo te contestara “igualmente, tampoco te causaría ningún daño”. ¿Podemos continuar? Entonces sigamos. Ahora debes estar preguntándote cómo pasó esto y apuesto que estás imaginándote que soy promiscua, que tomo drogas y que si fuese hombre será gay. Lamento informarte de que nada que ver y, aunque fuera así, no vendría al caso. Resulta que yo era virgen, nunca había tomado drogas y obviamente no soy gay. ¿Y qué es lo que pasó entonces? Muy sencillo, tuve relaciones sexuales sin preservativo.

Un barco, un naufragio

En la Navidad de 1986 yo tenía quince años y estaba haciendo un viaje en barco a Argentina con mi padre y mi hermana, que es tres años menor que yo. El barco era precioso, lleno de salas, bares, restaurantes, casino, piscina y shows todas las noches. El ambiente era estrictamente familiar, muchas abuelas, niños, padres y madres, todos pasando juntos la Navidad en la mayor tranquilidad. Piscina por la mañana, cena de gala por la noche y, durante la tarde, una vuelta por las dependencias del barco. Y fue en una de ésas, un buen día, cuando vi a un tipo tropezar. En el apogeo de mis quince años, no pude resistirlo y me eché a reír. Él debió pensar que yo me estaba riendo con él, y no de él, y me correspondió con una sonrisa. Después de eso, nos cruzamos algunas veces, y cuando el barco atracó en Buenos Aires, se acercó a hablar conmigo. Supe que estaba terminando Educación Física, que le gustaba hacer surf, que estaba viajando con sus padres y que también vivía en São Paulo. Y entre conversación y conversación, ya estaba perdidamente enamorada. Y después de que me besara, mejor ni hablar. ¡Sí… Santa Claus me había traído un tremendo regalo! El viaje termino, nos dimos los teléfonos y direcciones y quedamos en vernos en São Paulo. Dos días después me llamó. Yo iba a marcharme a Corumbá para pasar el resto de mis vacaciones con mis abuelos. Antes de eso vendría a verme. Me arreglé y me senté a esperarlo. El corazón me latía fuerte, lleno de ansiedad. Las siete, las ocho, las nueve y nada. A las diez, mi padre decide manifestarse:

- Hija, es mejor que te vayas a dormir, porque él ya no va a venir. - ¡Sí va a venir papá! - A las once, con los ojos llenos de lágrimas, me voy a mi cuarto. Escucho a mi hermana decir desde el salón: - Pobrecita… Sí… el primer plantón jamás se olvida.

Nada como la casa de la abuela en vacaciones, llena de gente. Volver a vera los primos, nuevos amigos, fiestas todas las noches y una plazuela con vistas al río, donde el grupo se reúne. Así es mi dulce Corumbá, una pequeña ciudad en Mato Grosso do Sul, en la frontera con Bolivia, capital del pantanal. Todo iba muy bien, hasta me había olvidado lo ocurrido, cuando un día él me llama. ¿Será posible? No es posible, estoy soñando. ¿Era verdad? Charlamos un poco, me dio una disculpa ridícula sobre aquel día y me pidió que lo llamara a la vuelta. Lo llamé y empezamos a salir. Él era entretenido, me trataba bien y me llenaba de regalos. Venía a mi casa los fines de semana, salíamos a comer, íbamos al cine… Un típico ligoteo burgués. En esa época yo vivía con mi padre, a quien no le gustaba nada esta historia. Creía que yo era muy niña para estar saliendo con un tipo de veinte años. Y eso que mi padre no sabía que en realidad tenía veinticinco –era diez años mayor que yo. La cosa empezó a ir más en serio, como en cualquier noviazgo. Me visitaba casi todos los días, y cuando mi padre refunfuñaba, yo corría a la casa de mi madre (típica táctica de los hijos de padres separados). Entonces apareció un asunto nuevo: el sexo.

-Yo creo que ya deberíamos tener relaciones: llevamos más de seis meses saliendo. Ya no soy un niño pequeño y me estoy aburriendo con este cuento.

“¿Y ahora qué hago?¿Estaré preparada? Si no tengo relaciones con él, apuesto que me deja. A lo mejor tiene razón, llegó el momento. Bueno déjame pensarlo. ¿Qué sé yo de sexo? Todo, porque cuando tenía unos cinco años mi madre me leyó el libro De dónde vienen los bebés. En las clases de Biología aprendí sobre

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