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Virgen María


Enviado por   •  3 de Julio de 2013  •  4.653 Palabras (19 Páginas)  •  339 Visitas

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BIOGRAFIA DE LA VIRGEN MARÍA

La Gran Promesa

Más de cuarenta siglos habían pasado desde que Dios Nuestro Señor, a raíz de la caída original y en la misma hora que fulminaba su castigo sobre los culpables, dejó brillar, en medio de su enojo, un rayo de luz y de esperanza, precursor de su inmensa misericordia.

Al tocar el turno a la serpiente tentadora, es decir al diablo, le dijo Dios: "Enemistades pondré entre ti y la mujer, entre tu posteridad y la suya: Ella quebrantará tu cabeza y tú morderás su talón". (Gen. 3, 15).

La Tradición cristiana ha visto siempre en esas palabras, la gran promesa del Redentor futuro y de su completa redención o victoria sobre el pecado y el demonio.

La Promesa divina se cumplió, hace ya casi dos mil años. Llegada, en efecto según el plan divino, la plenitud de los tiempos, como aurora divina de redención apareció María Inmaculada y llena de gracia, de la cual nació a su tiempo el divino Sol de Justicia, Cristo Jesús, nuestro Redentor, el prometido Triunfador invicto del demonio, del pecado y de la muerte.

El Nacimiento

María Santísima, hija de San Joaquín y Santa Ana por especial favor de Dios, nació en Jerusalén, y cuando tuvo tres años fue llevada por sus padres al templo de esa ciudad para ser presentada al Señor y entregada a su servicio, viniendo a ser entre todas las doncellas el mayor ejemplo de santidad y modestia. La Iglesia celebra el 21 de Noviembre la Presentación de la Santísima Virgen en el Templo.

Allí la Niña María aprendió a hilar lana y lino, a labrar las vestiduras sacerdotales y demás objetos para el culto santo; leía con suma atención las divinas escrituras y con encendido amor, aunque sin ninguna ceremonia exterior hizo voto perpetuo de guardar su pureza virginal. En ese entonces debía tener ya más de doce años, pues en esta edad era cuando se permitía a las jóvenes judías hacer votos valederos.

Fisonomía Exterior de María

El gran Padre y Doctor de la Iglesia, San Ambrosio, dice a este respecto:

"Era la Virgen María de alma prudente y corazón blando y humilde, grave y parca en el hablar, aficionada a lecturas santas, modesta en sus palabras, muy atenta a lo que hacía, y buscando en todo siempre agradar a Dios y no a los hombres.

A nadie molestó jamás, a todos quiso bien, y tuvo particular respeto y reverencia a los mayores.

Nada duro o provocativo había en sus ojos o en su mirar; nada de atrevido o inconsiderado en sus palabras; y en sus acciones, nada que no fuese de todo punto digno y decoroso.

Sus gestos y su andar, nada tenían de ligero, suelto o petulante, antes bien, procedía con todo orden y compostura, de suerte que, la modestia y continente exterior de su persona eran como un bello reflejo de su alma, y podía servir como acabado ejemplar de toda probidad.

Era Ella la mejor guarda de sí misma, y tan apacible en su andar, en sus palabras y ademanes, que con sus pasos y movimientos, más que avanzar en el camino parecía adelantar en la virtud. Cuando hacía esta Virgen modestísima, podía tomarse como regla de buen proceder y de virtud.

Los Desposorios

Dos años después de muertos sus padres y siendo ya de catorce años, quisieron los sumos sacerdotes que tomase esposo, más Ella rehusó esto terminantemente por su amor a la pureza y promesa virginal; pero por providencial manifestación de Dios aceptó, previo voto mutuo de castidad, a San José por compañero, con el cual se desposó y se fue a vivir a Nazaret, pequeña aldea donde se ejercitó en la oración y la contemplación.

Vida en Nazaret

Estando aún la Sagrada Familia en Belén, una noche un ángel del Señor ordenó a San José tomara a Jesús y con la Santa Madre huyeran a Egipto porque Herodes buscaba al Niño para darle muerte. ¡Qué afán! Mas qué obediencia y prontitud en emprender aquella huída. Años después por aviso Angélico volvieron a Nazaret.

Siendo el Niño de doce años, fue llevado por sus padres al templo de Jerusalén en cumplimiento de prescripciones santas de asistir a los sacrificios y oír explicar la Sagrada Escritura; mas por la imprevista quedada del Niño Jesús en el templo, ---que ellos juzgaron que se les había perdido---, ¡Cuánto sufrimiento hasta encontrarlo!. Estaba en medio de los doctores, oyéndolos y enseñándoles...

Últimos años de la Virgen

Los últimos años vividos por María sobre la tierra, han permanecido envueltos en una neblina tan espesa que casi no es posible entreverlos con la mirada, y mucho menos penetrarlos. La Escritura calla y la tradición nos hace llegar solamente ecos lejanos e inciertos. Indudablemente la Virgen, en aquellos años en que permaneció en la tierra, debió exclamar continuamente, con mayor razón que San Pablo, dirigiéndose a los primeros cristianos: "Mi vida es Cristo y la muerte sería para mí una ganancia. Mas, ¿qué escoger?. A la verdad, mucho mejor sería para mí irme con Él; pero vuestra necesidad me manda quedar aquí... Permaneceré con vosotros para provecho vuestro y gozo de vuestra fe" (Filipenses, 1, 21-26). ¡Si la Iglesia, hija de María era todavía niña, y como tal, aún tenía necesidad de todos aquellos cuidados que sólo una madre puede procurar, de todas aquellas finas y delicadas solicitudes que sólo un corazón de madre puede percibir.

Fin del Destierro

Todo nos induce a creer que la vida terrena de María, así como tuvo su comienzo en la ciudad santa, así también tuvo en ella su término. Ella pasó de la Jerusalén terrestre a la Jerusalén Celestial. No se comprende bien, en efecto, cómo pudo morir la Virgen. Para nosotros es fácil, demasiado fácil morir. Pero para María no sucede lo mismo.

Después de consolar, enseñar y amparar a los apóstoles y discípulos de Cristo, cuando fue tiempo de salir de este mundo, abrasada en amor divino se durmió plácidamente.

No fue una sacudida violenta que arrancó el alma de María; fue el impulso de la caridad lo que la separó dulcemente del cuerpo enviándola al Paraíso envuelta en una onda de deseo ardiente de su Amado.

Después de su muerte la Santísima Virgen fue llevada a los cielos por los ángeles, donde coronada de gloria y de poder y con trono sobre todos los coros angélicos y todos los santos, permanece eternamente como Madre de Dios que es, y Señora y Madre nuestra, ejerciendo su amabilísimo poder por los siglos de los siglos.

ADVOCACIÓN

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