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Alba Alca Y Mercosur


Enviado por   •  24 de Febrero de 2015  •  4.949 Palabras (20 Páginas)  •  282 Visitas

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Introducción

El concepto de integración regional en el continente Americano ha ido ganando espacio en las esferas sociales, políticas y económicas de cada uno de los países del hemisferio. Este ha sido materia de debate en conclaves regionales y continentales que han abarcados no solo a mandatarios y a ministros de gobiernos, sino a miembros de la sociedad civil, representados en obreros, trabajadores, activistas; a mujeres y hombres que buscan participar en la construcción social de sus pueblos. Particularmente, ésta ha sido una de las características principales para los encuentros de negociación de integración mantenidos en la última década. En los que las protestas y manifestaciones se han perfilado como uno de los rasgos más sobresalientes, no sólo por los elementos de violencia, sino también por el inmenso mar de gente que ha tomado parte en ellas.

No obstante, nuevos caminos parecen abrirse a las iniciativas de integración regional. Estos parecen recoger la memoria histórica, o mejor dicho, filosófico-política de los próceres Latinoamericanos, principalmente representadas en el pensamiento de Bolívar y Martí.

Pero, ¿cuáles han sido los intentos de integración que se han dado lugar en el continente en el pasado Siglo? ¿Cuáles iniciativas se han tornado hasta nuestros días y que características particulares definen las mismas?

Con el desarrollo de la reseña histórica de los principales acuerdos de integración regional, así como por la presentación de los actuales modelos de integración que se debaten en la actualidad, este ensayo pretende lograr un acercamiento a dichas inquietudes. A la vez que busca ofrecer una idea conclusiva, basada en consideraciones personales, sobre lo que podría considerarse un modelo alternativo posible.

Integración en Latinoamérica: Perspectiva histórica

La idea de integración en América Latina y el Caribe no es nada nueva. Esta se remonta a los inicios del Siglo XIX cuando en ciertos movimientos independentistas se pretendía la conformación de una región política y económicamente sólida, capaz de competir en el escenario internacional con otros países de mayor poder. Sin embargo, no fue hasta mediados del Siglo XX cuando dichos esfuerzos de integración tomaron curso (Estevadeordal, Rodrik,Taylor & Velasco, 2004). En ese entonces, dichas iniciativas fueron motivadas por consideraciones meramente económicas con base en las características de desarrollo que cada país de la región podía ofrecer, sin olvidar que históricamente dicho desarrollo fue enfocado en la producción de materias primas para los mercados europeos y norteamericanos.

Además, dado que el desarrollo industrial de la región no parecía tener respuesta en las estrategias promovidas por la substitución de las importaciones, se buscó facilitar un proceso de integración regional al margen de los vínculos que cada país pudiese tener con los Estados Unidos de América (Grunwald, Wionczek & Carnoy, 1972). En este sentido, desde finales de la década de los 50s hasta el presente, la idea de desarrollar en el contexto histórico Latinoamericano un proceso de integración que se traduzca en la mejoría de vida de los y las habitantes del subcontinente ha sido el marco de referencia para una serie de acuerdos y tratados que han llegado hasta nuestros días.

Sin embargo hay que aclarar que dichos esfuerzos de integración, sobre todo en las tres décadas seguidas a la Segunda Guerra Mundial, fueron promovidos por las cúspides económicas vinculadas a los regimenes autoritarios que se dieron lugar en la región (CIEPAC, 2006; Molina, 2001; Seligson, 1999).

Los acuerdos formales de integración en América Latina y el Caribe inician con la creación en 1956 de la Federación del Caribe Británico cuyo objetivo principal era establecer una estructura común de carácter político para los territorios miembros. Esto luego dio paso al establecimiento de la Federación de las Indias Occidentales (FIO) en 1958. La vida de la FIO fue solo de cuatro años debido a su carácter colonial y los constantes desacuerdos políticos entre las comarcas que la integraban.

Sin embargo, el primer intento moderno de integración regional que tuvo lugar en América Latina se remonta a esta misma época cuando fue concebido el Mercado Común Centroamericano (MCCA) por iniciativa de la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (ECLA). Esto sin tener en cuenta que entre 1840 y 1930 hubo más de treinta y cinco intentos fallidos para la unión de Centro América (Grunwald, Wionczek & Carnoy, 1972).

En sus orígenes, el MCCA solo contó con la participación de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, quienes en el Tratado de Managua de 1960 formalmente acordaron la creación de un órgano supranacional para asegurar la concreción de la integración económica. Dos años más tarde, Costa Rica entró a formar parte de dicho acuerdo. Quedando así conformado el primer ensayo contemporáneo de integración económica de este tipo en el llamado mundo subdesarrollado (Deere & Esty, 2002; Grunwald, Wionczek & Carnoy, 1972).

El MCCA se vio gravemente afectado por la crisis política y el conflicto armado que caracterizaron la historia reciente de Centroamérica. Lo que, en cierto modo, condujo a la regresión de cada uno de los países miembros en la formulación de políticas proteccionistas.

En la década de los 60s nuevas tentativas integracionistas se dan parte en el escenario latinoamericano y caribeño. La primera de estas consistió en la gestación de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) cuyo marco jurídico fue el Tratado de Montevideo de 1960. Originalmente, los países signatarios de dicho acuerdo fueron Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay, Perú y Uruguay. A los que luego se le unirán Colombia yEcuador en 1961, Venezuela en 1966 y Bolivia en 1967. El ALALC pretendía favorecer la integración económica regional como forma esencial para el fomento del desarrollo socio-económico entre sus miembros. Para ello se pensó constituir una región de libre comercio en un periodo de doce años, el cual luego fue ampliado a veinte años.

Vale la pena recalcar que los debates de cómo debía ser dicho proceso de integración estuvieron representados por dos grupos con posiciones encontradas. Por un lado, la idea de integración acelerada en base a un proyecto supranacional era promovida por Chile, Venezuela y Colombia; por el otro, la concepción de un proceso de integración gradual era sostenida por Argentina, Brasil y México. Este último grupo logró concertar el apoyo de otros países miembros

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