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Japon: Revolución, occidentalización y milagro económico


Enviado por   •  16 de Noviembre de 2011  •  Monografías  •  3.382 Palabras (14 Páginas)  •  761 Visitas

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JAPÓN: Revolución, occidentalización y milagro económico.

Introducción: El triunfo mundial del capitalismo es el tema más importante de la historia de la segunda mitad del siglo XIX. Era el triunfo de un nuevo tipo de sociedad que creía que el desarrollo económico radicaba en la empresa privada competitiva y en el éxito de comprarlo todo en el mercado. Se consideraba que una economía de tal fundamento, que descansaba en las sólidas bases de una burguesía, no sólo crearía un mundo de abundancia convenientemente distribuida, sino de ilustración, razonamiento y oportunidad humana siempre creciente. En resumen: un mundo en continuo y acelerado avance material y moral. Los pocos obstáculos que permanecieran en el camino del claro desarrollo la empresa serían oportunamente barridos.

La historia de este período se caracteriza por un masivo avance de la economía mundial del capitalismo industrial, del orden social que representó, de las ideas y creencias que parecían legitimarla y ratificarla: en el racionalismo, las ciencias, el progreso y el liberalismo. Ciertas regiones del mundo alejadas de Occidente y ajenas al capitalismo, ante la asidua presión de éste por lograr penetrar en sus economías, se vieron obligadas a elegir entre una resistencia resuelta de acuerdo con sus tradiciones y modos de vida y un proceso traumático de “modernización”.

Ante esta lógica se encontraba Japón de mediados del siglo XIX, asediado ante la presión de potencias extranjeras y en plena crisis de su sistema militar de régimen señorial y shogunal. Esta situación obligó a Japón, a partir de 1866, a llevar adelante un proceso de transformación económica, política y social, conocido con el nombre de Revolución Meiji, que supuso el punto de partida de la moderna sociedad japonesa.

La Revolución Meiji: La Revolución Meiji constituye el punto de arranque de la formación de la moderna sociedad capitalista. Algunos autores la inscriben en la línea de la Revolución Francesa, ya que logró acabar con el régimen señorial y feudal, posibilitando la unidad nacional del país. Pero, a su vez, se desvió del significado histórico del caso francés, al desembocar en la instauración de una monarquía absoluta y no en una democracia liberal. La historia de la Revolución Meiji plantea dos tipos de problemas: uno que hace referencia a la transición del feudalismo al capitalismo y, por otra parte, un problema referente a la estructura histórica específicamente japonesa que convierte a la Revolución Meiji en un “arquetipo” de la revolución burguesa.

A diferencia de la Revolución Francesa, la Revolución Meiji se llevó a cabo “desde arriba”. A menudo se han atribuido sus causas a presiones externas, que obligaron a la apertura de Japón. Pero, por sí solas, estas fuerzas exteriores no habrían conseguido modernizar una sociedad, sin una evolución económica interna de características capitalistas que se estaba gestando en el interior de la economía feudal de Japón. La Revolución Meiji es un proceso donde convergen tanto la evolución interior como las influencias exteriores.

Hacia mediados del siglo XIX, la presencia de fuerzas extranjeras en el Pacífico era un hecho. El problema de la confrontación con Occidente había preocupado a los japoneses durante largo tiempo. Ciertamente, la victoria de los británicos sobre China en la primera Guerra del Opio (1839-1842) había demostrado las posibilidades ilimitadas de actuación de los occidentales. Ante sus ojos, Japón no era más que otro país oriental, o al menos lo consideraron igualmente predestinado a convertirse en víctima del capitalismo, debido a su atraso económico y su inferioridad militar.

La introducción de Estados Unidos en el Pacífico puso definitivamente a Japón en el centro de los intentos occidentales para “abrir” sus mercados de la misma manera que la Guerra del Opio había abierto los de China. La resistencia directa era imposible, según demostraron las débiles tentativas de organizarla. Las simples concesiones diplomáticas no eran más que un recurso temporal. Ya en 1853-1854, el comodoro Perry de los EE.UU les obligó a abrir determinados puertos mediante el uso habitual del método de la amenaza naval. En 1862 los británicos, con total impunidad, bombardearon la ciudad de Kagashima como represalia por la muerte de un inglés. La presencia de las fuerzas occidentales era, ya a esta altura, un hecho absolutamente consumado. La defensa de la independencia del país, frente a la presión de las potencias extranjeras, representó un desafío para el régimen feudal de los Shogunes, carentes de respuestas ante la amenaza y en plena crisis estructural. Esto imponía la necesidad de una transformación rápida del mismo, en un estado moderno. Tal transformación implicaba inevitablemente un proceso revolucionario. A diferencia de la revolución burguesa occidental del tipo clásico, que terminó con la estructura del estado absolutista y posibilitó la instauración de una sociedad moderna y democrática, en Japón, y debido a sus características estructurales internas, la restauración y la apertura del país ante la presión de circunstancias externas se vieron orientadas hacia la formación de un estado absoluto y oligárquico, cuya alternativa política era la restauración del régimen imperial contra el poder shogunal.

En 1868 se proclamó finalmente la Restauración Meiji con el traspaso del poder estatal del shogun al emperador. Esto inició un proceso político económico y social que, tras unos diez años de disturbios y revueltas agrarias provinciales, condujo a la modernización del aparato del estado y a la unidad nacional. Por tal razón, se supone el punto de partida de la moderna sociedad japonesa. Para llevar a cabo esta tarea de “modernización” se necesitaban ante todo recursos económicos, con objeto de dominar a los nobles resistentes, reprimir las revueltas provinciales y las agitaciones campesinas, indemnizar a los propietarios señoriales y feudales, proteger y fomentar la industria e instalar la producción de manufacturas estatales. También había que modernizar y equiparar el estado, las fuerzas armadas y el sistema burocrático. Debido al escaso desarrollo del capital industrial, el nuevo gobierno se vio obligado a buscar sus recursos financieros en la tierra y en los impuestos territoriales tomados de los antiguos censos señoriales. Pero, con el fin de adaptarlos a las nuevas necesidades del estado, dichos tributos, que se recogían en especie, se transformaron en impuestos en dinero. Estas modalidades financieras, establecidas por el gobierno de la restauración constituyeron el punto de arranque de las reformas agrarias.

En cuanto al desarrollo temprano del capitalismo, el caso japonés presentó grandes diferencias con respecto

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