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Resumen De Cazadores De Microbios


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2011  •  2.311 Palabras (10 Páginas)  •  1.903 Visitas

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RESUMEN DEL LIBRO “CAZADORES DE MICROBIOS”

Abstract

Spallanzani fue un justiciero, que olvidaba las rencillas que había tenido con otros, y fustigaba, a los que cometían errores en sus observaciones. Se convirtió en un verdadero sabio y fue el primero en descubrir que los microbios provienen de seres semejantes, destruyendo así la teoría de la generación espontánea.

Reseña

“Lazzaro Spallanzani, los microbios nacen de microbios”

Leeuwenhoek había muerto y todos los miembros de la Real Sociedad en Inglaterra, y de la Réaumur y la brillante academia Francesa se preguntaban ¿Quién va a continuar ahora con el estudio de los animales microscópicos?.

La contestación no se hizo esperar, pues el conserje de Delft había muerto en 1723, y a unos mil quinientos kilómetros, en Scandiano, pueblo del norte de Italia, nacía en 1729 Lazzaro Spallanzani.

Fue un niño extraño que recitaba versos al mismo tiempo que hacía tortas de barro; que olvidó estos pasatiempos para realizar experimentos crueles e infantiles con escarabajos, sabandijas, moscas y gusanos y que, examinaba atentamente a los seres vivos de la Naturaleza; les arrancaba las patas y a alas y trataba, después, de volver a colocar en su primitivo sitio.

A semejanza de Leeuwenhoek, el joven italiano tuvo que sostener grandes luchas con su familia para llegar a ser cazador de microbios; pues su padre, que era abogado, puso todo su empeño en que Lazzaro se interesase, por los autos de procesamientos, pero el jovenzuelo esquivaba esa preocupación y se dedicaba a lanzar piedras planas rasando la superficie del agua, preguntándose porqué se deslizaban en vez de hundirse.

El joven Spallanzani estaba tan decidido a arrancar sus secretos a la naturaleza como lo estuvo Leeuwenhoek, por lo que en sus ratos libres se dedicó a estudiar matemáticas, griego, francés y lógica, y durante las vacaciones observaba las fuentes y el deslizarse de las piedras sobre el agua.

A hurtadillas hizo una visita a Vallisnieri, el célebre hombre de ciencia, a quien dio cuenta de todos sus conociemientos, el cual convenció al padre de Spallanzani de que lo dejara olvidar la carrera de Derecho y emprendiera la de Ciencias, por lo que el avisapado Spallanzani fue enviado a la Universidad de Reggio para cursarla.

En aquella época el ser hombre de ciencia era profesión mucho más respetable y segura que cuando Leeuwenhoek empezó a fabricar lentes: la Inquisición había comenzado a dulcificar sus procedimientos y prefería arrancar la lengua a los hombres del pueblo y quemar los cuerpos de herejes desconocidos que perseguir a los Servet o a los Galileo. El “Invisible College” no tenía ya que reunirse en cuevas o lugares escondidos y las sociedades científicas obtenían en todas partes el apoyo generoso de los parlamentarios y los reyes. A pesar de todo, reinaba en el mundo la ignorancia y mucha pseudociencia, aún en el mismo seno de las Reales Sociedades y Academias.

Antes de cumplir los 30 años fue nombrado profesor en la Universidad de Reggio, donde explicaba sus lecciones antes un auditorio entusiasta que le escuchaba pasmado; allí fue donde dio comienzo a sus estudios sobre los animalillos, aquellos seres nuevos y pequeñísimos descubiertos por Leeuwenhoek, empezando sus experimentos cuando corrían el peligro de retornar a la nebulosa esfera de la ignorancia humana, de donde los había sacado el holandés.

Esos animalillos eran objeto de una gran cuestión: ¿Nacen espontáneamente de los seres vivos, o deben tener padres forzosamente? ¿Creó Dios todas las plantas y todos los animales de los seis primeros días, limitándose después a ser el director del Universo, o sigue aún en la hora presente entretenido en dejar que aparezcan a su capricho nuevos animales?

En los tiempos de Spallanzani la opinión pública se inclinaba por la aparición espontánea de la vida, la gran mayoría de la gente sensata opinaba que no era necesario que todos los animales tuvieran padres, sino que podía haber entre ellos hijos ilegítimos y desgraciados de una variedad repugnante de sucias inmundicias.

Los mismos hombres de ciencia eran partidarios de este modo de ver; el naturalista inglés Rosso formuló el anatema contra los adversarios: “Poner en duda que los escarabajos y las avispas son engendrados por el estiércol de vaca, es poner en duda la razón, el juicio y la experiencia”. Incluso animales tan complicados como los ratones no necesitaban tener progenitores, y si alguien dudase de esto, no tenía mas que ir a Egipto, en donde encontraría los campos plagados de ratones que, para gran desesperación de los habitantes del país, nacían del cieno del Nilo.

Spallanzani negaba la posibilidad de la generación espontánea de la vida; ante la realidad de los diminutos bichejos de Leeuwenhoek, pudieran provenir de un modo caprichoso, de cualquier cosa vieja o de cualquier inmundicia. ¡Una ley y orden debían presidir su nacimiento; no podían surgir al azar!

Una noche, tropezó con un libro que hablaba acerca de la superstición que reinaba acerca de la generación espontánea de las larvas y de las moscas: decía como hasta los hombres más inteligentes creían que estos animales eran engendrados a partir de la carne putrefacta, y más adelante, desorbitado por el asombro y la excitación, pudo leer Spallanzani la descripción de un pequeño experimento que destruía para siempre la disparatada leyenda. Lo que él hizo fue:

Tomó dos tarros y puso un poco de carne en cada uno de ellos; dejó descubierto uno y tapo el otro con una gasa. Se puso a observar y vió como las moscas acudieron a la carne que había en el frasco destapado, y poco después aparecieron en él las larvas y más tarde las moscas. Examinó el tarro tapado con la gasa y no encontró ni una sola larva, ni una sola mosca. De ellos resulta que las moscas tienen progenitores.

A la mañana siguiente, el librito le hizo pensar en la misma cuestión, pero no ya en relación con las moscas, sino con los animales microscópicos.

Un clérigo llamado Needam, elaboró un experimento en el que demostraba que los animalillos podían surgir espontáneamente, cuando en una botella de caldo de carnero observó que allí se encontraban éstos. A Spallanzani le pareció que esto era imposible ya que él antes había demostrado que esto no era cierto, por lo que pensaba que el experimento de Needam tenía alguna falla que él tenía que descubrir. Calentó en varias redomas, diferentes clases de semillas, guisantes y almendras, a las cuales les virtió agua pura a cada una. Para sellarlas fundió a la llama los cuellos de las redomas con el mismo vidrio, y así cosa alguna, por pequeña

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