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CONTEXTO HISTÓRICO DE LA LITERATURA FANTÁSTICA Los Orígenes De La Literatura Fantástica Se Remontan A La Mitología Griega Y Romana. Aunque Su Mayor Auge Ha Sido Durante El Siglo XX, En Las Que Este Tipo De Literatura Es Publicada Con El Nombre De Ci


Enviado por   •  4 de Junio de 2014  •  1.281 Palabras (6 Páginas)  •  9.117 Visitas

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CONTEXTO HISTÓRICO DE LA LITERATURA FANTÁSTICA

Los orígenes de la literatura fantástica se remontan a la mitología griega y romana. Aunque su mayor auge ha sido durante el siglo XX, en las que este tipo de literatura es publicada con el nombre de ciencia ficción. Poco a poco vemos como los hábitos de la lectura van aumentando en los jóvenes gracias a este tipo de literatura fantástica, en el que los niños y los no tan niños se sumergen en un mundo de aventuras, de fantasías.

Uno de los grandes cultivadores de este tipo de literatura ha sido Julio Verne con sus novelas tan adelantadas a sus tiempos como Veinte mil leguas de viaje submarino o De la Tierra a la Luna. Éxitos como los de Hobbit y El señor de los anillos de J. R. Tolkien, Las Crónicas de Narnia, de C. S. Lewis o Harry Potter, de J. K. Rowling, han revitalizado este tipo de literatura que poco a poco está viendo como sus lectores aumentan.

Nueva visión científica del mundo (nuevos conocimientos: movimiento opuesto)

• Durante la segunda mitad del siglo 19 (1850...)

• Cambios económicos (Hispanoamérica se establece en el mundo moderno)

• Introducción de condiciones laborales modernas (captalistas)

• Mejora de la infraestructura

• Cierta prosperidad de la clase media

• Formas de vida metropolitanas (Buenos Aires)

• (inseguridad económica y del individuo, aislamiento del individuo, la gente todavía tiene el deseo de algo razonable/de algo fantástico , escapismo)

• Personas no saben que es su función en el mundo

http://www.mindpicnic.de/cardbox/literatura-fantastica/2/

RECURSO ESTILÍSTICO DE LA LITERATURA FANTÁSTICO

Se llama recurso estilístico a cualquier modificación que realiza un emisor del mensaje literario al lenguaje de uso común para incrementar su expresividad de forma que tal texto, transformado en literario, impresione la imaginación o la memoria deyector o receptor del mismo; la literatura viene a constituir así una especie de “tratamiento de belleza” que recibe el significado y el significante del signo literario para asegurar su perduración en el tiempo y hacerlo recordar más fácilmente, bien por su abundancia de repeticiones o ritmos, bien por su abundancia de asombros extrañezas. Estos son los dos elementos que en proporción variable se presentan en todo lenguaje literario y constituyen las referencias fundamentales a que puede reducirse todo recurso estilístico: recurrencia y/o diferencia. Mediante operaciones de adición de elementos verbales (adictivo), supresión (detracto), transposición (transmutativo) y sustitución (inmutativo) en la lengua de uso común se crea el lenguaje ‘estilizado’ o literario. Dicho tratamiento de belleza, esa función poética del lenguaje literario que llama la atención sobre la forma misma del mensaje de manera que causa placer y estructura fuertemente el interior de una cláusula literaria para hacerla durar en el tiempo protegida por su belleza, a pesar de su falta de utilidad esencial en el momento de elocución, constituye lo que llamamos literatura. De la misma manera que una receta de cocina no constituye arte, pero sí lo es un plato cocinado según dicha fórmula, porque la receta no causa placer estético, la literatura no es en sí misma un conjunto de procedimientos estilísticos, sino el efecto humano o huella sensible que produce en las percepciones, experiencias y vida de un individuo. La poesía muy rítmica y repetitiva suele ser propia de la inspiración popular: reúne a la gente para que asuma una tradición recurrente, rememorar. La poesía en la que abunda el otro elemento de extrañeza o alienación, por el contrario, resulta mistérica y aísla al poeta de la sociedad, es una tendencia aristocrática y cortesana que puede representar por ejemplo un Góngora o un Quevedo. Se suelen clasificar los recursos estilísticos en tres grandes grupos: recursos fónicos, semánticos y sintácticos, pero esta denominación, aunque es la que voy a seguir, es problemática en cuanto que muchos de los efectos aquí reproducidos son mixtos y difícilmente pueden clasificarse en un solo lugar. Más atinada me parece, por ejemplo, la clasificación semiótica

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