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Casa De Munhecas: La Insatisfaccion De Nora. Por Luis Navarro


Enviado por   •  25 de Octubre de 2011  •  728 Palabras (3 Páginas)  •  809 Visitas

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Casa de muñecas, de Henrik Ibsen fue objeto de una considerable polémica en su estreno. Para los ciudadanos europeos de finales del siglo XIX –es decir, para la sociedad más avanzada en su época– que una mujer abandonase el hogar conyugal, por un motivo además tan abstracto como la insatisfacción, tal y como hace Nora en el desenlace de este drama, era algo inconcebible en la realidad, y por lo tanto mucho menos en el teatro, ese arte tan burgués. Y, efectivamente, en aquella época no era nada habitual; es más, quizá hasta un siglo después la insatisfacción no se ha convertido en un elemento frecuente de ruptura matrimonial, cuando en la mayoría de los casos tal vez sea el aspecto clave en el deterioro de una relación. Por esta razón, Nora se convierte en la mujer más plenamente femenina y moderna de todas las que han perdurado con éxito en el canon literario decimonónico. Ni Emma Bovary, ni la muy interesante Eugenie Grandet, ni Ana Ozores o muchas otras alcanzan el grado de profundidad y libertad que obtiene Nora en su acto de marcharse. Cuando la señora de Helmer da un portazo, está abriendo simbólicamente la puerta a otra estancia, a la que por otra parte se accedió desde varios lugares: la de la modernidad literaria.

Y la clave de esa modernidad está en la insatisfacción. Durante toda la obra vemos cómo el personaje de Nora sufre por la posibilidad de que se descubra que ha falsificado una firma para salvar la vida de su marido y proporcionarle unas vacaciones en el sur con las cuales curarse de su enfermedad. Vemos cómo tiene que lidiar con una serie de personajes que, sin ser estigmatizados con la bondad o la maldad –la ausencia de maniqueísmo es una de las mayores virtudes de esta pieza–, buscan su propia satisfacción aunque suponga algo malo para el otro. A todos los habitantes de este drama les puede la pobreza ética, su imposibilidad de hacer el bien al prójimo. Nora es la única que actúa pensando en los demás –en su marido, en su amiga la señora Linde, en el doctor Rank, que va a morir enamorado de ella– y sin embargo no ve recompensa por ninguna parte. Cuando el problema de su falsificación se soluciona, las cosas han llegado ya demasiado lejos, Nora ha experimentado un reconocimiento de la realidad y ha sufrido una catarsis –Ibsen fue uno de los muchos que buscaron definir la tragedia moderna y Casa de muñecas es un gran intento– que la obliga a tomar la decisión final sin vuelta atrás: no vive una vida satisfactoria, su marido se ha convertido en un extraño para ella como antes lo fue su padre. El sacrificio que ha realizado por ellos ha merecido la pena, pero su comportamiento la ha defraudado. La felicidad que creía poseer –con su casa, sus hijos y sus caprichos para los demás– resulta ser un espejismo y ante eso lo mejor es marcharse, pero marcharse abiertamente, no huir.

Nora no quiere ni ver a sus hijos y este es uno de los elementos

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