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EL PRINCIPE Y EL MENDIGO


Enviado por   •  21 de Octubre de 2013  •  595 Palabras (3 Páginas)  •  454 Visitas

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El Príncipe y el mendigo

Análisis literario

Los Estados Unidos afianzaron el proceso de su Independencia alrededor de 1783, desde esa fecha y hasta la primera mitad del siglo XIX, la literatura norteamericana intentó cortar los lazos que la habían unido a la de Inglaterra. Pero aunque su temática empezó a ser la del nuevo país en formación, continuó siendo influida por el romanticismo, tendencia entonces imperante en la metrópoli.

Sólo después del descubrimiento de oro en California, las obras empiezan a alejarse definitivamente del romanticismo, la literatura se hace realista.

A primera vista, podría creerse que "El príncipe y el mendigo" es una novela histórica. Su espacio se sitúa a mediados del siglo XVI, en la corte de Enrique VIII y en las calles de Londres. El propio autor, quien es el narrador en la obra, ha dicho que ésta es "una historia que durante generaciones se ha transmitido oralmente de padres a hijos". Pero no hay tal. Los hechos relatados jamás ocurrieron en Inglaterra, aunque están tratados en forma realista.

Cuando empiezan a apartarse del romanticismo, los escritores norteamericanos iniciaron la búsqueda de la identidad de su país. Descubrieron, entonces, que detrás de la epopeya colonizadora había graves problemas sociales y raciales, enormes injusticias, enormes diferencias entre pobres y ricos.

Mark Twain ya había encarnado esto, a su modo, en sus dos célebres personajes: Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Otros escritores norteamericanos también lo habían hecho. Enriqueta Beecher, con "La cabaña del tío Tom" (1852), había sensibilizado a la opinión pública a favor de los derechos civiles de los negros. Y Henry Thoreau, en su novela "John Brown" (1859), mostraba cómo un esclavo negro armaba a sus congéneres de raza y luchaba contra los plantadores de algodón sureños.

En "El príncipe y el mendigo" Twain utilizaría nuevamente a dos niños para mostrar las injusticias sociales y la crueldad de las leyes impuestas por los poderosos.

Así, en un mismo día nacen dos niños; uno, el príncipe Eduardo Tudor, el heredero ansiosamente esperado de Enrique VIII; el otro, un niño mísero que nadie deseaba: Tom Canty. Este último, en medio de la más atroz pobreza, soñó durante años con príncipes, hadas y castillos encantados. Tanto, que, a pesar de su miseria, se las arreglaba para jugar a que era un príncipe, transformando a los miembros de su pandilla en caballeros y cortesanos.

Una casualidad hace que Eduardo Tudor —quien a su vez soñaba con liberarse del protocolo de la corte— conozca a Tom. Ambos niños deciden, por juego, intercambiar sus papeles durante un día.

Pero los hechos se desencadenan de tal modo que no logran recuperar sus verdaderas identidades.

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