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Ejemplo De Cuento De Ciencia Ficcion


Enviado por   •  27 de Enero de 2014  •  1.452 Palabras (6 Páginas)  •  417 Visitas

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La catástrofe

Rafael Téllez

‘¡Otra vez lunes!’ maldijo Juan cuando el reloj le despertó con una tonadilla moderna.

‘Tengo ganas de que lleguen las vacaciones.’

‘¡Ah!’ No te enfades,’ le dijo la mujer, tratando de consolarlo, ‘yo también me tengo que levantar, y no porque me guste.’

Ella fue la primera en tirarse de la cama. En pijama fue al wáter, se lavó y volvió al dormitorio para vestirse. Juan ya estaba en el wáter.

Veinte minutos más tarde el matrimonio estaba desayunando en la mesa del comedor.

Juan y Amanda no tenían hijos. Sólo hacía un año que estaban casados. Juan era español y llevaba trabajando en Holanda desde el ’94. En el ’98 conoció a Amanda en un baile que organizó el Club Español en la ciudad de Utrecht. Un año más tarde se casaron. Juan trabajaba en una torre de perforación marina en el Atlántico Norte. Sólo venía a casa los fines de semana. El lunes por la mañana volvía en tren hasta La Haya. Desde allí iba en helicóptero a la torre. Los demás compañeros iban igualmente transportados en helicópteros. Había tres equipos que trabajaban desde el lunes por la tarde hasta el viernes por la mañana. A este grupo pertenecía Juan. El otro grupo se componía igualmente de tres equipos. Éstos trabajaban desde el viernes por la tarde hasta el lunes por la mañana. Amanda trabajaba de enfermera en el Hospital Académico de Utrecht. Cuando Juan volvía los viernes por la noche, lo primero que hacía era abrazar a su mujer y llevarla a la cama. Cosa natural entre gente joven. El sábado iban de compras y el domingo por la tarde iban al Club. La noche del domingo hacían de nuevo el amor y el lunes...el maldito despertador les anunciaba la separación semanal.

La compañía que explotaba la torre tenía un laboratorio secreto en la misma torre. Pero la torre de trabajo y el laboratorio estaban separados por una plancha de acero inoxidable. En el laboratorio sólo podían entrar un par de científicos.

Todos llamaban a la torre, la plataforma. En la plataforma se trabajaba muy duro, pero en las ocho horas diarias, tenían una hora para comer y descansar y dos pausas de media hora para tomar café u otra cosa. El sueldo era bastante más alto que en tierra. El peligro no era mucho. Todo estaba muy bien construido para evitar accidentes. Hacía muchos años que hubo un accidente mortal, pero fue por culpa de la misma víctima. El muchacho accidentado quizo hacer una gracia y, en vez de meterse en la vagoneta de la torre, se enganchó fuera de la puerta y cayó contra una grúa, quedando muerto en el acto.

‘¡Oye, Juan!’ Era la voz del capataz. ‘Coge esa cadena y sujeta el tubo con ella.’

Juan hizo lo que el capataz le ordenaba. Amarró la cadena al tubo perforador y tiró hasta colocarla en el sitio preciso donde entraría por un tubo más ancho y de ahí penetraría en las entrañas del fondo marino.

‘¡Petróleo! ¡Petróleo!’

Esos eran los gritos que se oían diariamente en la plataforma. Pero, un día se oyó otra voz; la voz de alarma:

‘¡Evacuar la plataforma!’ se oyó por los altavoces. ‘¡Vayan subiendo a los helicópteros, se espera una fuerte tormenta que ya está encima de Inglaterra! ¡Peligro! ¡Peligro!’

Los helicópteros fueron llegando y saliendo a muy buen tiempo. De pronto empezaron a subir las olas a una altura de varios metros. El viento y el agua del mar zarandeaban la plataforma como si se tratara de una torre de cartón, pero todos los obreros ya estaban en tierra firme. ¿Firme? Toda la costa de Holanda empezó a inundarse. Todo “quisqui”corría con bicicletas, coches, autobuses, trenes y, hasta con caballos, hacia el este del país. El oeste y el norte de Holanda se lo tragaba la furia del mar. La provincia de Utrecht se convirtió en puerto de mar. Y, no sólo Holanda, sino Bélgica, Francia, España y Portugal sufrían aquella especie de tsunami. De Inglaterra había quedado bien poco. Las islas del Canal de la Mancha habían desaparecido bajo las olas.

Habían pasado ya dos meses de aquella catástrofe de la naturaleza. La Universidad de Utrecht se dedicaba a explorar las nuevas playas que se habían formado en la provincia. Juan había encontrado trabajo de ayudante en un equipo especial de investigación. Su esposa había buscado una recomendación por medio del director del Hospital Académico y, de esa forma

encontró Juan su colocación.

En la playa de Amersfoort estaba el equipo atareado en recoger cuanto el

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