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Estrategias Para Talleres De Literatura Infantil


Enviado por   •  25 de Octubre de 2012  •  3.888 Palabras (16 Páginas)  •  1.006 Visitas

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ESTRATEGIAS PARA TALLERES DE LITERATURA INFANTIL

ARCOÍRIS:

UN ESPACIO PARA LA CREACIÓN

"El arte infantil no solo postula la belleza

sino el triunfo de la vida"

Celestin Freinet, pedagogo.

Desde el nacimiento de Arcoíris como un taller de creación literaria que alimentaba las páginas del suplemento del Diario 29, me integré como animadora a esa fábrica de sueños y fantasías. Fue una relación simbiótica que dio sustento a una etapa importante de mi vida, generando un enriquecimiento del andamiaje cultural de los niños y el propio, pues al entrar en contacto con ellos a través de ese espacio lúdico, le di vida a la niña que tiempo atrás habitó mi cuerpo.

La percepción de las circunstancias contrastantes entre los niños callejeros de mi voluntariado, la de mis hijas con sus limitaciones cognitivas y físicas por la discapacidad y la de los niños atendidos en el taller de Arcoíris me hicieron constatar el impacto de la formación artística en el desarrollo de la personalidad, tanto individual como social del niño. El estar en Arcoíris durante un periodo de más de veinte años, afectó positivamente mi percepción y actuación como docente y como madre, al constatar los efectos en los beneficiarios del programa.

Con la intención de compartir la felicidad que he recibido de los niños en este espacio, evocaré mi experiencia durante dos de las tres etapas por las que ha transitado Arcoíris para abordar, desde mi perspectiva como participante, las características de cada una de ellas, ya que la etapa en que hoy se encuentra, con la gran riqueza en la multiplicidad de disciplinas y proyectos alternos, en su etapa del Centro Cultural, tendrá muchas voces que cantarán sus maravillas.

PRIMERA ETAPA: DIARIO 29

EL PASO INICIAL

Si quieres un adulto con un pensamiento creativo, de pequeño cuéntale cuentos,

Si lo quieres además sabio, cuéntale más cuentos.

Albert Einstein, físico.

La madeja rodó y de ella salieron tantas puntas, como niños había en la oficina administrativa del Diario 29 -que el Cecut había albergado-, cada niño fue confeccionando una historia. Al inicio, las hebras fueron cortas y de poco entramado, pero siempre con la originalidad que sólo puede generarse en la mente libre de un niño.

Ese lunes de septiembre de 1991, inició Arcoíris con el que fue el primer taller de los siete que se realizarían en todo el estado, talleres que encabezaron en Mexicali José Manuel Di Bella, Antonio Mejía de la Garza en Ensenada, Rebeca Valenzuela en San Quintín, Sergio Rommel en Tecate y en Tijuana Juan Carlos Rea y quien escribe.

En este ejercicio de talleres de creación literaria se tenían pocos precedentes, escasas experiencias aisladas en el estado.

Una vez a la semana invadían ese sobrio espacio y lo llenaban de vida, ante la mirada atenta de Ónica –responsable de la oficina. Chicos de 5 a 12 años, diversos entre sí, provenientes de distintos planteles, niveles escolares, historias familiares y percepciones y con mucho en común: una gran imaginería que no podían silenciar en medio de la gran avidez para capturar palabras que daban forma a su pensamiento.

En ese espacio, semanalmente, cobraban vida objetos, animales y conceptos: lo mismo escribían sobre un sentimiento amotinado, que de una letra que se ausentaba del alfabeto, igual se maravillaron al explorar un lugar desconocido, que al describir a un ave delinear el espacio, tomar la emoción de una gota que se columpiaba en un tallo o ser el rocío que se trasmutaba en arcoíris.

Embelesados escuchaban los cuentos, que daban pie a emotivas discusiones sobre los cambios en la trama o en los personajes, para luego, tirados en el piso o recostados en los rincones, atrapar la inspiración y trabajar sobre el tema propuesto por el grupo. Luego, uno a uno, iban compartiendo sus historias; ninguna podía ser juzgada, sólo se reencauzaba hacia donde ellos querían llevarla. A veces alguien proponía agregarle algún elemento, que tenían la libertad de aceptar o no. No había más reglas que la prohibición de la derrota, con lo que se proscribía la frase “no puedo”, para afirmar la confianza de que las palabras que se iban acomodando en el papel, eran todas buenas, que ocasionalmente se desparramaban, y era una cuestión de reflexión paciente para juntarlas y dejarlas en el lugar indicado.

Furtivamente escudriñaban historias fantasmagóricas inspiradas por lugares poco frecuentados del Cecut, como los rincones o la azotea por donde vagaban historias enclaustradas que había que liberar; luego se visualizaban los paisajes interiorizados de un ciego o se retraían en una silla que acunaba a una persona especial de piernas adormiladas.

Cuando las manecillas partían el reloj en dos, justo al marcar las seis de la tarde se escuchaba un “¡Uh, no!” al dar la señal para pausar la imaginería que merodeaba vertiginosamente en sus sentidos y que temían perder. No quedaba más que darle una pausa al fantástico espacio. La creación literaria es un proceso gradual, por ello con cada sesión el entramado de las historias iba creciendo, con tejidos más sólidos y más precisos en su hechura.

LOS NIÑOS DEL TALLER

RAZÓN Y ESENCIA DEL PROGRAMA

El medio mejor para hacer buenos a los niños, es hacerlos felices.

Oscar Wilde, escritor

Cada uno de ellos era todo un personaje: Victorcito López –uno de los más entusiastas y cómo no, si era un gran hacedor de historias– no sabía leer ni escribir, por su aversión a la escuela, hasta que por petición materna le quité a su escribana. Esto motivó que a los pocos días aprendiera a leer, motivado por la necesidad de contarle al papel sus historias.

Janitzia López Rabadán daba vida a personajes con gran sensibilidad, que resultaban llenos de virtudes, pero igual tenía la capacidad de generar antagonistas, en una expresión puramente poética, con una pródiga producción debido a que sus historias no querían quedarse confinadas en el rincón

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