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Literatura Infantil


Enviado por   •  31 de Agosto de 2011  •  3.965 Palabras (16 Páginas)  •  1.665 Visitas

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Literatura infantil

La Literatura infantil engloba diferentes géneros literarios: ficción, poesía, biografía, historia y otras manifestaciones literarias, como fábulas, adivinanzas, leyendas, poemas y cuentos de hadas y tradicionales de transmisión oral. La literatura infantil apareció como forma o género independiente de la literatura en la segunda mitad del siglo XVIII y se ha desarrollado de forma espectacular en el siglo XX.

Inicios del Libro

En la época de la Edad Media eran pocos los adultos y niños que tenían acceso a los libros y la lectura. Leer era un privilegio. La cultura se hallaba recluida en palacios y monasterios, y los pocos libros a los que se tenía acceso estaban marcados por un gran didactismo que pretendía inculcar buenas costumbres y creencias religiosas. Es de suponer que en esta época los niños oirían con gusto poesías, cuentos y cuentos tradicionales que no estaban, en principio, pensados para el público infantil.

Los escasos libros para niños que existían en esta época eran abecedarios, silabarios, bestiarios o catones (los libros llenos de sentencias que seguían a los abecedarios) que contenían normas de comportamiento social y religioso.

La influencia del mundo antiguo oriental dominó gran parte de la edad media. Ramón Llull (1232-1316) compuso el Llibre de les besties, y, pensando en los niños, un Ars puerilis dedicado a la educación de la infancia.

Como una muestra más de la preocupación por lo pedagógico y la intención moral que dominaba en esta época, se pueden citar los Proverbios del marqués de Santillana que escribió por encargo del rey Juan II para su hijo.

La invención de la imprenta puso en manos de los niños libros que hasta ese momento sólo se conocían por versiones orales. Uno de los primeros que se editó en España fue el Isopete historiado, en el año 1489. Se trataba de una traducción al castellano de las fábulas de Esopo, con grabados en madera. En la misma imprenta, la de Juan Hurus en Zaragoza, se editó en 1493 una versión del Calila e Dimna, el Exemplario contra los engaños y peligros del mundo, que avisa en su prólogo que se trata de un libro tanto para adultos como para los niños.

Numerosas cartillas y abecedarios debieron de imprimirse en esta época, así como adaptaciones de los libros sagrados, como el Antiguo Testamento para los niños, de Hans Holbein (1549).

El descubrimiento del mundo antiguo sacó a la luz numerosas fábulas de la Antigüedad, y junto a traducciones de Esopo aparecieron nuevos creadores: en España, Sebastián Mey, Fabulario de cuentos antiguos y nuevos (1613), que reúne una colección de 57 fábulas y cuentos que terminan con un dístico moralizador, y en Francia Jean de la Fontaine, autor de las Fábulas (1688).

En Alemania se edita en 1658 el Orbis Sensualium Pictus, del monje y pedagogo Comenio. Este libro en imágenes se considera revolucionario dentro de la literatura infantil. Se publicó en cuatro idiomas, latín, alemán, italiano y francés y cada palabra llevaba su correspondiente dibujo. Se trata de un libro de concepción muy moderna que defiende la coeducación y el jardín de infancia.

Charles Perrault (1628-1703) publicó en Francia sus Cuentos del pasado (1697), en los que reúne algunos relatos populares franceses. Estos cuentos, que subtitula Cuentos de mamá Oca, recogen relatos populares franceses y también la tradición de leyendas célticas y narraciones italianas. Piel de asno, Pulgarcito, El gato con botas, La Cenicienta y Caperucita Roja aparecen en esta obra y al final de cada uno añade una moraleja. Con estos cuentos maravillosos Perrault introdujo y consagró "el mundo de las hadas" en la literatura infantil.

Siguiendo las huellas de Perrault, Madame D'Aulnoy (1650-1705) escribió cuentos como El pájaro azul o El príncipe jabalí.

Madame Leprince de Beaumont (1711-1780) escribió más tarde El almacén de los niños (1757), un volumen con diversos contenidos en el que se incluye una de las narraciones más hermosas de la literatura fantástica, La bella y la bestia.

Pero las narraciones que realmente triunfaron en toda Europa fueron las de Las mil y una noches, que se tradujeron al francés en once tomos entre 1704 y 1717. En 1745, John Newbery abrió en Londres la primera librería y editorial para niños, La Biblia y el Sol, y editaron gran número de obras. En 1751 lanzó la primera revista infantil del mundo: The Lilliputian Magazine. En España, la primera revista infantil se publicó en 1798: La Gaceta de los Niños. En Inglaterra aparecieron dos libros de gran trascendencia: el Robinson Crusoe (1719) de Daniel Defoe (1679-1731) y Los viajes de Gulliver (1726), de Jonathan Swift (1667-1745). La intensa actividad intelectual del siglo XVIII benefició también al niño, ya que a partir de este momento, y gracias al pensador francés Jean-Jacques Rousseau, se dejó bien claro en su Emilio (1762) que la mente de un niño no es como la de un adulto en miniatura, sino que debe ser considerada según características propias.

El Almanaque

Almanaque (del árabe al-manaj, que a su vez procede del latín manachus, 'círculo de los meses'), tabla o libro que contiene un calendario, junto con datos astronómicos o náuticos y, a menudo, fiestas religiosas, comentarios históricos, proverbios e indicaciones astrológicas o agrícolas.

Los almanaques, de las más variadas formas, provienen de la antigüedad y, en muchos países, fueron probablemente las primeras formas de literatura escrita. Los antiguos almanaques se tallaban en bastones de madera que los sacerdotes egipcios denominaban dedos del sol, así como en bloques de piedra. Los almanaques medievales, desde comienzos del siglo XII, se realizaron en pergamino.

El más antiguo de los almanaques que se conserva es el del matemático y astrónomo alemán Regiomontano (de nombre original Johannes Müller), cuyo Kalendarium novum, ilustrado y de 12 páginas, se imprimió en Venecia en 1476, en colores rojo (para los días de suerte) y negro, y que fue el primero que se conoció en España. En 1487, Bernardo de Granollarch publicó uno parecido en Barcelona.

A partir del siglo XVI empezaron a difundirse por Europa los almanaques propiamente dichos que los editores vendían, con gran éxito, en las librerías. En España y Latinoamérica, al igual que en otros países europeos, el almanaque constituyó un medio de transmisión de cultura entre las clases populares. Parte de su enorme éxito residía en el hecho de que, aparte de datos sobre fechas, acontecimientos astrológicos y fiestas religiosas (santoral), ofrecía predicciones del tiempo para todo el año, consejos para agricultores

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