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Memorias Sobre El Cultivo De Maiz En Antioquia


Enviado por   •  12 de Septiembre de 2014  •  854 Palabras (4 Páginas)  •  336 Visitas

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De los terrenos propios para el cultivo,

y manera de hacerse los barbechos, que decimos rozas.

Buscando en dónde comenzar la Roza,

De un bosque primitivo la espesura

Treinta peones y un patrón por jefe

Van recorriendo en silenciosa turba.

Vestidos todos de calzón de manta

Y de camisa de coleta cruda,

Aquél a la rodilla, ésta a los codos,

Dejan sus formas de titán desnudas.

El sombrero de caña con el ala

Prendida de la copa con la aguja,

Deja mirar el bronceado rostro,

Que la bondad y la franqueza anuncia.

Atado por detrás con la correa

Que el pantalón sujeta a la cintura,

Con el recado de sacar candela,

Llevan repleto su carriel de nutria.

Envainado y pendiente del costado

Va su cuchillo de afilada punta;

Y en fin, al hombro, con marcial despejo,

El calabozo que en el sol relumbra.

* * *

Al fin eligen un tendón de tierra

Que dos quebradas serpeando cruzan,

En el declive de una cuesta amena

Poco cargada de maderas duras.

Y dan principio a socolar el monte

Los peones formados en columna;

A seis varas distante uno de otro

Marchan de frente con presteza suma.

Voleando el calabozo a un lado y otro,

Que relámpagos forma en la espesura,

Los débiles arbustos, los helechos

Y los bejucos por doquiera truncan.

Las matambas, los chusques, los carrizos,

Que formaban un toldo de verdura,

Todo deshecho y arrollado cede

Del calabozo a la encorvada punta.

Con el rostro encendido, jadeantes,

Los unos a los otros se estimulan;

Ir adelante alegres quieren todos,

Romper la fila cada cual procura.

Cantando a todo pecho la guavina,

Canción sabrosa, dejativa y ruda,

Ruda cual las montañas antioqueñas,

Donde tiene su imperio y fue su cuna.

No miran en su ardor a la culebra

Que entre las hojas se desliza en fuga,

Y presurosa en su sesgada marcha,

Cinta de azogue, abrillantada ondula;

Ni de monos observan las manadas

Que por las ramas juguetones cruzan;

Ni se paran a ver de aves alegres

Las mil bandadas, de pintadas plumas;

Ni ven los saltos de la inquieta ardilla,

Ni las nubes de insectos que pululan,

Ni los verdes lagartos que huyen listos,

Ni el enjambre de abejas que susurra.

* * *

Concluye la socola. De malezas

Queda la tierra vegetal desnuda.

Los árboles elevan sus cañones

Hasta perderse en prodigiosa altura.

Semejantes de un templo a los pilares

Que sostienen su toldo de verdura;

Varales largos de ese palio inmenso,

De esa bóveda verde altas columnas.

El viento, en su follaje entretejido,

Con voz ahogada y fúnebre susurra,

Como un eco lejano de otro tiempo,

Como un vago recuerdo de ventura.

Los árboles sacuden sus bejucos,

Cual destrenzada cabellera rubia

Donde tienen guardados los aromas

Con que el ambiente, en su vaivén, perfuman.

De sus copas galanas se desprende

Una constante, embalsamada lluvia

De frescas flores, de marchitas hojas,

Verdes botones y amarillas frutas.

Muestra el cachimbo su follaje rojo,

Cual canastillo que una ninfa pura

En la fiesta

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