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Miguel Hernandez


Enviado por   •  3 de Mayo de 2013  •  4.000 Palabras (16 Páginas)  •  483 Visitas

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Cuando, en marzo de 1934, Miguel Hernández viaja por segunda vez a Madrid, comienza para él una nueva etapa en la que se introducirá en la intelectualidad de la capital y se “despegará” definitivamente del ambiente oriolano, lo que provocará una crisis personal y poética de la que saldrá su voz definitiva. Comenzará a colaborar en la revista «Cruz y Raya», dirigida por José Bergamín, y tomará contacto con la Escuela de Vallecas (de ahí su relación con Benjamín Palencia y Maruja Mallo), Altolaguirre, Alberti, Cernuda, María Zambrano o Pablo Neruda. El año 1935, en el que escribe El rayo que no cesa (publicado en enero de 1936 y editado por M. Altolaguirre y Concha Méndez), será muy fructífero (y crítico) para Hernández: conoce a Vicente Aleixandre, cuyo poemario La destrucción o el amor será su libro de cabecera; colabora con Pablo Neruda en la revista «Caballo verde para la Poesía», con lo que se decantará definitivamente por la “poesía impura” y dejará atrás la influencia clasicista, conservadora y de acentos católicos de Ramón Sijé; y, junto a su trabajo en la enciclopedia «Los Toros», con J. Mª Cossío, se incorpora con Enrique Azcoaga a la Misiones Pedagógicas. Las Misiones Pedagógicas, que dieron comienzo en 1931 y finalizaron con el comienzo de la guerra civil en 1936, fueron un proyecto educativo español creado en el seno del Museo Pedagógico Nacional y de la Segunda República Española e inspirado en la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza. Dicho proyecto se creó con el encargo de “difundir la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, con especial atención a los intereses espirituales de la población rural”, donde los índices de analfabetismo eran altísimos. Comienza, pues, el compromiso social de Miguel Hernández.

Muy pronto, el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 obliga a Miguel Hernández a dar el paso al compromiso político. El comienzo de la contienda fue amargo (en agosto es asesinado por unos milicianos el padre de Josefina Manresa, guardia civil), pero no por ello fue menos decidida su respuesta para defender a la República: en septiembre se incorpora como voluntario al Quinto Regimiento y, más tarde, a instancias del poeta Emilio Prados, se incorporará a las órdenes de Pablo de la Torriente Brau, comisario político por entonces, que busca a Hernández un destino más idóneo nombrándole jefe del Departamento de Cultura para que se encargue del periódico de la brigada y de organizar la biblioteca. En diciembre de 1936, tras la muerte en plena batalla de Pablo de la Torriente, el batallón se reorganiza en la llamada Primera Brigada Móvil de Choque, que cuenta con imprenta y publica el semanario «Al ataque», donde el poeta publica poemas significativos de este período. En febrero de 1937, con la guerra recrudeciéndose, Miguel Hernández es trasladado al Altavoz del Frente Sur, en Andalucía, entre cuyos cometidos está el uso de la poesía como arma de combate, propagándola a través de altavoces. En marzo, aprovechando el “sosiego” de la retaguardia, viaja a Orihuela para casarse civilmente con Josefina Manresa. Y, de vuelta a Andalucía, dirige el periódico «Frente Sur». Este es el tiempo en que el poeta compone Viento del pueblo, que será publicado en Valencia (Ediciones del Socorro Rojo), en verano de 1937. El sentido de este poemario, que recoge los poemas escritos desde el estallido de la guerra, publicados puntualmente en diversas revistas, queda reflejado en su dedicatoria de Vicente Aleixandre:

“... Nosotros venimos brotando del manantial de las guitarras acogidas por el pueblo […]. Los poetas somos viento del pueblo; nacemos para pasar soplados a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas […]. El pueblo espera a los poetas con la oreja y el alma tendidas al pie de cada siglo”.

Miguel Hernández comprende el poder transformador de la palabra, su posible función social y política. La solidaridad es su lema poético. Fruto de esa necesidad de compromiso será Viento del pueblo, poesía comprometida, poesía de guerra y denuncia y poesía de solidaridad con el pueblo oprimido. Esta concepción de la “poesía como arma” [“arma cargada de futuro”, dirá años después Gabriel Celaya] que domina este poemario implica que lo lírico cede a lo épico: el poeta asume una función “profética” (su voz se alza para proclamar el amor a la patria, para educar a los suyos en la lucha por la libertad y la justicia y para increpar a los opresores de la patria y los hombres). Dicha función se articula en tres tonos:

- Exaltación (exaltación heroica de los hombres que luchan por la justicia y la libertad): «Vientos del pueblo», «Canción del esposo soldado», «El sudor», «Rosario, dinamitera»…

- Lamentación (lamentación por las víctimas de los opresores): «Elegía primera» [“A Federico García Lorca, poeta”], «Elegía segunda» [“A Pablo de la Torriente, comisario político”], «El niño yuntero», «Aceituneros»…

- Imprecación (imprecación a los enemigos, opresores y explotadores): «Los cobardes», «Ceniciento Mussolini».

Al modular dichos tonos, el poeta se focaliza en un “yo” lírico («Canción del esposo soldado») o en un “yo” fundido con un nosotros («Sentado sobre los muertos»), pero, sobre todo, se funde con seres anónimos o grupos sociales (campesinos, niño yuntero, jornaleros, aceituneros) que devienen arquetipos de los oprimidos y explotados. Y en esa labor de “exaltar”, “lamentar” e “imprecar”, donde domina la función apelativa (gesto de énfasis, de dramatización, fórmula de llamada…a un “tú” lírico, ya sea el oprimido por el que lamentarse, el héroe al que exaltar o el explotador al que imprecar) propia de toda poesía de propaganda, la actitud lírica dominante es la del apóstrofe. Así, a lo largo del poemario, el apóstrofe lírico presenta diferentes matices: arenga, exhortación, insulto… A su vez, también hay distintos destinatarios (distintos tipos de “tú” lírico): el “tú” de la lamentación elegíaca (García Lorca o Pablo de la Torriente), un “tú” al que insultar o provocar (los cobardes, Mussolini), un “tú” de exhortación (jornaleros, campesinos de España), un “tú” al que elogiar (los jóvenes proletarios)…

El tono de exaltación es el tono dominante en Viento del pueblo en tanto que la voz “hímnica” domina gran parte de sus poemas, en los que hay un generoso entusiasmo combativo que lleva a mitificar a los protagonistas poemáticos (jornaleros, poetas, combatientes…). Así, exalta y exhorta a los jornaleros (“Jornaleros: España, loma a loma, / es de gañanes,

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