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Resumen Libro El Paraiso Perdico


Enviado por   •  23 de Octubre de 2013  •  3.389 Palabras (14 Páginas)  •  625 Visitas

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6. RESUMEN DE LA OBRA

Libro 1: Satanás y sus ángeles en el Infierno, el Caos, despiertan y salen de las llamas. Satanás los alienta con la esperanza de volver a conquistar el Cielo, y les habla también de un nuevo mundo y una nueva criatura. Así, el ángel apóstata se sume en el dolor, vanagloriándose en voz alta, pero desgarrado por una profunda desesperación.

Satanás y los ángeles se reúnen en el Pandemónium a deliberar su misión de hacer el mal, por ser lo contrario de la voluntad de Aquél. Les dice que si su Providencia procura sacar el bien del mal, deben trabajar para malograr ese fin, hasta encontrar en el bien los medios que conducen al mal.

Belcebú, el compañero más próximo de Satanás, le recordó la historia del Leviatan; también cómo el Regulador de todos los cielos le había impedido llevar a cabo sus negros designios, y que en vez de eso había hecho brillar la infinita bondad, la gracia, la misericordia en el hombre. Le señaló que solamente había conseguido sobre sí mismo un triple castigo: confusión, cólera y venganza. Satanás le respondió que por eso lo mejor era alejarse de Aquél que aún teniendo su misma jerarquía había logrado el poder sobre sus iguales por medio de la fuerza, "aquí por lo menos estaremos libres, vale más reinar en el Infierno que servir en el Cielo".

Conociendo el poder de Dios, Satanás dijo a sus demonios que el mejor partido sería emplear sus fuerzas en un secreto designio.

Libro 2: El consejo se ocupa de analizar si es conveniente aventurar una nueva batalla para recobrar el Cielo.

Satanás se encarga de ir al mundo, por lo que recibe honores y aplausos.

Primero optaron por atraer a los humanos a su partido y, una vez enemistados con Dios lograr que Él mismo destruyera su obra.

Satanás llega a las puertas del Infierno, cerradas y custodiadas por demonios y por la Culpa. Después de algunas explicaciones, la Culpa abre las puertas a Satanás, quien miró con asombro a su alrededor, sin embargo no temió; los únicos que le causaban temor era Dios y su Hijo.

Satanás ve el abismo que existe entre el Cielo y el Infierno y lo atraviesa con mucha dificultad. A este camino que debe seguir hacia el mundo que busca le denomina Caos. La Culpa y la Muerte, siguiendo de cerca sus huellas, construyeron un camino ancho y apasionado sobre el tenebroso abismo. Merced a esta fácil comunicación, los espíritus perversos van y vienen para tentar o castigar a los mortales, excepto a los que Dios y los santos ángeles guardan por una razón especial.

Libro 3: Dios ve a Satanás volando hacia el mundo y lo muestra a su Hijo. Le predice que el hombre será culpable, y que no será responsabilidad de su Justicia y su Sabiduría puesto que ha creado al hombre libre y capaz de resistirse ante la tentación. Declara que le perdonará porque el hombre no caerá como lo hizo Satanás, sino que será vencido por la seducción. Pero el Padre dice que por haber tratado de igualarse a la Majestad Suprema el hombre requerirá de expiar su culpa, y que por ello será vital la presencia de un salvador. Su Hijo se ofrece voluntariamente a ello y el Padre lo acepta.

Mientras tanto Satanás encuentra al hombre y se posa sobre la cumbre de Nifates.

Dios, que vio todo desde el Cielo, dijo que su gloria triunfaría en el Cielo y en la Tierra por la misericordia y por la justicia. Por ello todo hombre que quiera ser salvo podrá serlo, aunque no por su propia voluntad sino por la gracia que en él reside y que Dios le concede libremente. El hombre, sostenido por Dios, podrá defenderse contra su mortal enemigo. Así, el odio infernal será vencido por el amor celestial.

Satanás llegó a las escaleras de las puertas del Cielo; desde ahí podía verse el camino hacia la Tierra. Sintió gran admiración ante la vista del Universo, pero ésta fue menor que su envidia ante la belleza de aquel mundo.

Lo primero que pensó fue cambiar su forma para engañar al ángel Uriel y al hombre, ya que la actual podía ocasionar algún peligro o demora para llevar al cabo sus planes.

Ni el hombre ni el ángel podían distinguir la hipocresía, único mal que excepto para Dios es invisible en el Cielo y en la Tierra: la bondad no cree que exista mal allí donde no parece haberlo. Así pues, Uriel fue engañado por Satanás y sin querer le mostró el Paraíso y en dónde estaba Adán.

Libro 4

Satanás es agitado por muchas pasiones: el odio, la envidia y la desesperación. El orgullo y la ambición le habían precipitado; reconoció que la Bondad sólo le había producido malicia, ya que habiendo estado en un alto puesto, había desdeñado la sujeción y lo que recibía de Él. Luchó por subir un grado más para llegar a ser él el Altísimo.

Satanás no comprendía que un corazón agradecido debe pagar sin cesar. Maldijo al amor, puesto que consideraba que el amor y el odio son lo mismo; ambos le habían generado su eterna desgracia. Se decía a sí mismo: “Cuán desgraciado soy, mientras me adoran [sus demonios] yo, él más elevado, soy el que ha caído más bajo, siéndoles únicamente superior en miserias, esa es la recompensa que encuentra la ambición, por lo tanto adiós esperanza y con la esperanza adiós temor y adiós remordimiento; reinaré quizá sobre más de la mitad del Universo.”

Satanás fue el primero en practicar la falsedad sobre una apariencia santa, pero Uriel que lo seguía de cerca pudo observar que estaba alterado y le descubrió.

La belleza del Paraíso inspiraba al corazón delicias y goces primaverales capaces de expiar cualquier tristeza, excepto la desesperación. El Paraíso sólo tenía una puerta que miraba al Oriente. Satanás brincó el cerco y se introdujo. En seguida desplegó su vuelo y con la apariencia de un cuervo marino se posó sobre el árbol de la Vida; ahí meditó la muerte de los que vivían. De pronto descubrió a Adán y a Eva, dos criaturas diferentes: Adán estaba formado para la contemplación y el valor; ella para la dulzura y la gracia seductora; Él para Dios solamente y Ella para Dios en Él.

Satanás volvió la cabeza con envidia al contemplar un beso puro de Adán a Eva; los miró con malignos celos, viendo que acumulaban dicha sobre dicha. Escuchó su conversación y descubrió que Dios les había prohibido comer el fruto del Árbol de la ciencia, entonces proyectó fundar la tentación en esta prohibición, pero era necesario conocer más de cerca la naturaleza humana. Uriel avisó al ángel Gabriel (encargado de custodiar el Paraíso) que el demonio

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