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Resumen Papelucho


Enviado por   •  22 de Abril de 2015  •  2.919 Palabras (12 Páginas)  •  435 Visitas

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• Y ahora si que casi no escribo nunca más mi Diario. Porque por culpadel Casimiro casi muero. Yo estaba en la Clínica acompañando a mi mamá y a mi hermana deun día, y mientras ellas dormían estaba obligado a pasearme por el famosopasillo. Eran puras puertas iguales, todas cerradas, todas blancas y connúmeros. Tantas puertas iguales dan sueño y aburrimiento o si no unacuriosidad tremenda. Entonces inventé un juego para no quedarmedormido. Cerraba los ojos y caminaba ciego hasta una puerta. La abría y alabrirla abría también los ojos. El juego era adivinar si el enfermo erahombre o mujer y si era quebrado o no. Los enfermos eran casi todosviejos o señoras con guagua y yo les decía disculpe y cerraba otra vez lapuerta. Resulta que en el número 15 había un niño como yo y estaba solo y meconvidó a entrar. Y era el Casimiro. —¿Qué te pasa? —le pregunté. —Estoy en Observación —me dijo. —¿Es grave? —No me quieren decir nada hasta que llegue mi papá que viene deOsorno. —Así que ¿tú no tienes a nadie aquí? —No. Estaba en el colegio y me enfermé y el médico y el Rector metrajeron a la clínica a hacer exámenes mientras viene mi papá... —La cuestión es que no te mueras hasta que él llegue... —le dije. Y así conversando y conversando nos pusimos a jugar y él inventó quehiciéramos las «cambiaditas» Y el cambio era que yo me metiera en la camade él y él se vistiera con mi ropa. Y justo cuando yo me había metido en sucama con su pijama, abren la puerta y nos pillan jugando. Era una enfermera con cara de «no me haga perder tiempo» y sin decirpalabra, tac me clavó una inyección en el brazo que ni sentí el pinchazo. Casi y yo nos miramos un poco asustados, pero después nos dio risa,sobre todo cuando la enfermera me levantó la ropa y me untó todo el cuerpocon una cosa color café y me tapó con una tremenda gas y algodones comosi fuera un herido. Y antes de poder preguntarle nada, ya se había ido. Casi y yo nos reíamos por haber engañado a esa enfermera tan creída yCasi se veía recómico con mi ropa y estábamos de lo mejor riéndonos,cuando de nuevo se abrió la puerta y entró otra enfermera con la ídem de la

• 4. inyección y sin decir palabra pescaron el catre mío (el de Casi) y lo sacaroncomo si fuera un carretón. Yo me iba muriendo de risa y el Casi se quedó con la boca abierta, peroa medida que pasábamos por los pasillos a todo escape y me metieron concatre y todo en un ascensor, me comenzó a dar un susto de no sé qué. Ymientras bajábamos, me enderecé en el catre y quise explicar, pero laenfermera me sujetó, me echó atrás y me dijo: Quietecito y calladito y nome dejó ni hablar. Dice el Casi él corrió detrás para explicar, pero le dieron un empujón ylo dejaron fuera del ascensor y ni supo más de mí. Cuando yo vi que entrábamos en el otro piso a un lugar lleno de puertasanchas y un letrero que decía «Prohibida Estrictamente la Entrada», y otro«Pabellón de Operaciones», me dio un tilimbre en el estómago y penségritar. Pero justo en ese momento me vino una borrachera y un sueño rarocon música de fondo y todas las caras se borraban y flotaban y era como lamuerte. Y dice el Casi él subió todos los pisos por la escalera y preguntaba pormí y por su catre y al fin supo que me estaban operando. Y entonces seacordó de que él tenía Apendicitis y se dio cuenta que me estaríanoperando a mí de su apéndice. Y era una confusión tremenda para él, porque ni siquiera sabíaquién era yo y si me moría, ¿a quién le iba a avisar? Y tampoco seatrevía a decir lo del cambio, porque le daba una cosa terrible pensarque le hicieran a él lo que me estaban haciendo a mí, y sin permisode su papá que no llegaba todavía de Osorno. Así que por fin decidióirse de la Clínica antes que lo pescaran y se volvió al colegio. Ycuando lo vieron entrar el portero le preguntó: —¿Y ya no se opera, joven? —No —le dijo él. Y el Rector le dijo: —¿Te dieron de alta, Silva? — Sí, señ or — y entró no má s a clase. Pero dice que todo el tiempo estaba pensando en su operació n y ensu Apé ndice que me habí an sacado a mí , y ni siquiera se atreví a a comerde miedo al otro ataque ni tampoco se atreví a a contarle a nadie lascosas. Por fin en la noc he deci dió contarle tod o a su papá cuando llegara ytambié n se juró regalarme su bicicleta y así se pudo dormir.

• 5. Resulta que mientras tanto en la Clínica mi mamá se despertó yme mandó llamar con la enfermera y nadie me pudo encontrar.Cuando llegó el papá ella le contó que me había ido a Concón, a casa,pero cuando él se volvió en la noche y no me encontró allá empezó lapesquisa. Y se fue a la Policía, y a la Parroquia, y a la Caleta depescadores y, por fin, a los autopatrullas. Parece que la pesquisa duró toda la noche y pienso que los farosbuscaban en el mar y las Radios decían: «¡Atención, atención señoresauditores. Se ha perdido un niño de pantalón café y camiseta, etc.» Resulta que el papá estaba amargado al otro día con la cabezagrande de ideas y sin ninguna noticia. Entretanto, yo desperté en la cama del 15 sin saber de dóndevenía y era de una parte muy lejos y también de ese «lejos» se veníaacercando un dolor de estómago. Había una enfermera al lado que me decía todo el tiempo: «Quietecito» Por fin, poco a poco, me empecé a acordar del Casi, de lainyección, del paseo en catre, del letrero: Pabellón, etc. Y traté deexplicarle: —Es una equivocación —le dije—. Yo no soy el que van a operar.

• 6. Soy solamente el amigo. —Pobrecito —dijo la enfermera—, delira todavía con la anestesia. —No estoy delirando nada —le contesté—. Es otro el enfermo —yentonces no más me acordé que ni sabía su nombre. Ella se puso a discutirme y yo me iba a levantar para demostrarle suequivocación, cuando ¡tac! otro jeringazo y me dormí de nuevo hasta elotro día. Así pasó un día más y la pesquisa de mi «yo» perdido se iba poniendocolor de hormiga. Y mi mamá en la luna porque no le decían ni palabra. En fin, que en la noche desperté con un señor raro, muy gordo, queme miraba mucho. —¿Quién es usted? —le pregunté— Si es el doctor voy a explicarleuna cuestión que nadie me cree. —¿Quién eres tú? —me dijo con cara de domador de leones—¿Dónde está Casimiro? —Yo soy Papelucho y no sé dónde está ese señor que usted busca —ledije con rabia. —Lo has suplantado —me insultó—. Aquí en la Clínica figuras tú con sunombre, operado de apendicitis como si fueras mi hijo. ¿Qué significa todoesto? —¡Yo qué sé! Pero apenas había dicho esto, entendí todo y traté de explicarle. Elseñor era muy duro de entender, pero al fin pudo. Y entonces llamó alColegio y habló con el rector y llegó de nuevo a verme, pero con otra cara. —Casimiro está muy bien, en el colegio —dijo como si se hubierasacado

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