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El Santiago


Enviado por   •  23 de Enero de 2013  •  Ensayos  •  688 Palabras (3 Páginas)  •  283 Visitas

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Santiago, es un viejo pescador, quien tiene 84 días que sale a pescar en un bote en las costas de Cuba, sin atrapar pez alguno. Durante los 40 primeros días su soledad estuvo mitigada por la compañía de un muchacho, su mejor amigo, quien, por instrucciones de sus padres, ya no pudo acompañarlo más tiempo y lo dejó solo.

Todo en Santiago es viejo. Su cuerpo, su rostro, su ropaje, el bote en que navega, los útiles de pesca. Hastiado por su larga espera el viejo regresa a la playa y aguarda un tiempo. Entonces, de nuevo ayudado por su amigo se hace a la mar y tras unas cuantas horas, cuando ya ha perdido de vista la costa, un pez muerde el anzuelo. Santiago nunca pudo imaginarse la dimensión de su fortuna. Aquel pez no era un animal común y corriente de los que atrapan tantas veces los pescadores y marineros. Su descomunal fuerza arrastra el bote mar adentro durante tres días. La decisión del anciano, sin embargo, sigue imperturbable. Jamás ha visto un pez así y tampoco ha oído hablar de él. De cualquier manera debe matarlo, aunque pronto las energías del viejo se ven drásticamente menguadas, las circunstancias de la lucha, el poder insobornable de su contrincante y su propia naturaleza. Santiago sabe que el pez lo está matando. Pero lejos de maldecirlo o maldecir su suerte, comprende la inmensidad del derecho que lo asiste. Ya no le importa cuál de los dos haya de morir. Cualquiera tendría derecho. El tercer día la fatiga del pez lo obliga a emerger y es así como aparece ante sus ojos atónitos el pez espada más grande que el viejo Santiago ha visto en toda su existencia. El viejo clava su arpón y lo ata a su bote, el cual resultaba más pequeño que el mismo pez.

En esta ocasión se trata de un hermoso pez espada, más grande que el propio bote en que se desplaza Santiago, dispuesto a combatir hasta la muerte y arrastrar consigo, si fuera necesario. La batalla con el enorme ejemplar pronto adquiere dimensiones épicas. Arrastrado por el animal, Santiago recorre incontables Kilómetros mar adentro.

Sin embargo, tras enconada lucha las fuerzas del pescador ganan, y ebrio de felicidad ata al gigante pez al costado de su barca y se dirige al puerto; ya aparecen las construcciones de la ciudad brumosas a lo lejos, cuando un terrible presentimiento hiela su sangre entre las venas. Ha visto o creído ver la ominosa figura de un escualo sobre el agua. Sigue su rumbo, esperanzado en que aquella imagen no fuera otra cosa que su imaginación, pero ve cruzar frente a la proa las inequívocas y temibles aletas de varios tiburones, que olisqueando a kilómetros la pista de la presa, cercan por manadas el bote y se aprestan a la rapiña. La desilusión de Santiago es tan grande como fue su alegría. Bien sabe el viejo que el honor de un pescador, es llevar a la playa sus presas. No le basta pescarlas, no le basta haber luchado y vencido si el pez capturado no puede llegar a la arena. Todos los esfuerzos habrían

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