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ASI HABLO ZARATUSTRA


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2012  •  9.777 Palabras (40 Páginas)  •  1.619 Visitas

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NIETZSCHE Y LA VOLUNTAD DE PODER

1. Vida y obra.

La obra de Nietzsche es de una complejidad tan enorme, que no nos permite acercamos a ella sin producir en nosotros estados de ánimo y sentimientos contrapuestos, admiración y condena, fascinación y repulsa, entusiasmo e incredulidad. En realidad, no es un pensador que se pueda leer como a Kant o como a Hegel desde la fría luz de la razón. Su lectura implica y apasiona al que lo lee. Ahora bien, por encima de las valoraciones aleatorias que pudiera producir en sus lectores, todos podemos admirar sin ningún tipo de reservas la lucidez de sus análisis y la gran penetración de su mirada para comprender los problemas más profundos de la psicología, de la moral y de la metafísica del espíritu occidental. Y no es menos admirable la fuerte personalidad de un hombre que fue capaz de criticar los valores más elevados de nuestra cultura y de mantenerse en su postura de rebeldía a pesar de encontrarse prácticamente solo y contra un ambiente radicalmente hostil.

Nació en Roecken, Turingia, en 1844. Era hijo y nieto de pastores protestantes, aunque el rigor religioso no lo recibió de su padre, sino de su madre y de su hermana; ésta, en especial, jugó un papel decisivo y nada ortodoxo desde el punto de vista convencional. Desde 1869 hasta 1879 es catedrático de Filología clásica en la Universidad de Basilea; pero sus trabajos de filología no respondían a los cánones que exigía la academia. Concretamente, la publicación de El nacimiento de la tragedia fue un auténtico bombazo en el medio universitario. Willamowitz-Möllendorff arremetió violentamente contra lo que se consideraba un panfleto indigno de publicarse en la Universidad. En su reacción consideraba a Nietzsche indigno de compartir con los demás profesores la institución de la ciencia y lo invitaba a que abandonara la cátedra. Evidentemente, Nietzsche no compartía el amor por la verdad (¿?) que se respiraba en la vida académica. Posiblemente por eso todas las obras que publica durante el periodo de Basilea como por ejemplo, Consideraciones intempestivas y Humano, demasiado humano, levantan auténticas ampollas en el cuerpo del profesorado. Desde luego, su espíritu no estaba acostumbrado a las audacias de los sistemas. “Yo desconfío de todos los sistemáticos y me aparto de su camino. La voluntad de sistema es una falsa honestidad” (Crepúsculo de los ídolos).

Al final, tuvo que retirarse, pero no por problemas académicos, sino sólo por dificultades de salud. La enfermedad, los mareos, los fuertes dolores de cabeza y las dificultades para leer, que pudieron ser en parte producidos por la sífilis que padeció y que le llevó, parece ser, a la locura, lo apartaron de la enseñanza. Así, desde 1879 hasta 1889 le siguió un periodo de continuas peregrinaciones por pensiones baratas y por lugares de climas benignos para su salud, Riva, Génova, Sicilia, Sils-María, Turín, periodo en el que escribió Aurora, El Gay Saber, Así habló Zaratustra, Más allá del bien y del mal, Genealogía de la moral y el Ecce homo. En 1889 padece un estado fuerte de locura que le lleva a unos años de silencio al amparo de un sanatorio y de su familia hasta que muere en 1900.

La enfermedad fue una experiencia decisiva para su vida o, por lo menos, así nos lo confiesa él en momentos que no eran demasiado propicios para el engaño. “Desde la óptica del enfermo, elevar la vista haca conceptos y valores más sanos y luego, a la inversa, desde la plenitud y autoseguridad de la vida rica, bajar los ojos hasta el secreto trabajo del instinto de dècadence. Éste fue mi más largo ejercicio, mi auténtica experiencia, si fue en algo, fue en esto en lo que llegué a ser maestro. Ahora lo tengo en la mano, poseo mano para dar la vuelta a las perspectivas “ (Ecce homo). Este ejercicio entre la salud y la enfermedad, entre la decadencia y la exaltación, es lo que le permite situarse en la perspectiva de la ordenación moral del mundo, del moralismo y del idealismo, para invertir su perspectiva. Estas palabras del Ecce homo, como casi todas las que cito aquí del mismo libro, están pronunciadas con ironía y con amargura. Son las palabras de un hombre muy cercano a la muerte, si no a la muerte física, sí a la destrucción de la locura. Es un hombre enfermo que reconoce con ironía y con amargura su destino: “Mi suerte quiere que yo tenga que ser el primer hombre decente. que yo me sepa en contradicción a la mendacidad de milenios... Yo soy el primero que he descubierto la verdad, debido a que ha sido el primero en sentir, en oler, la mentira como mentira” (Ecce homo).

Los años de enfermedad y de sufrimiento no lo convierten en un hombre débil ni resentido sino que, por el contrario, crea un pensamiento ajeno a las pasiones de los hombres inferiores y al veneno del resentimiento. “El instinto de auto-restablecimiento me prohibió una filosofía de la pobreza y del desaliento” (Ecce homo). En definitiva, Nietzsche es un hombre profundamente rebelde y un crítico corrosivo, antiacadémico y antidogmático, aunque él mismo no pudiera librarse del dogma ni del insulto fácil, guiado como estaba por una pasión más fuerte que su propia voluntad. Es un intempestivo que se dedica a “filosofar a martillazos”, terriblemente destructivo y provocador. Su nombre se puede asociar a una gran crisis, a la crisis de Occidente, de todo lo que hasta entonces se había creído, pensado y santificado. Como él mismo decía, no era un hombre, era dinamita. “Yo soy, con mucho, el hombre más terrible que ha existido hasta ahora; esto no excluye que yo seré el más benéfico. Conozco el placer de aniquilar, en un grado que corresponde a mi fuerza para aniquilar; en ambos casos obedezco a mi naturaleza dionisíaca, la cual no sabe separar el hacer no del decir sí. Yo soy el primer inmoralista: por ello soy el aniquilador par excellence” (Ecce homo).

2. La crítica a la cultura

La mentira del idealismo: A Nietzsche le gustaba identificarse como el destino de Europa. Pero ¿qué significa exactamente eso? En principio, significa sencillamente que es el primero en diagnosticar el estado en que se encuentra nuestra cultura, el primero en comprender el sentido de la evolución de nuestra historia y de nuestro pensamiento . “Yo fui el primero en ver la auténtica antítesis: el instinto degenerativo, que se vuelve contra la vida con subterránea avidez de venganza, y una fórmula de la afirmación suprema, nacida de la abundancia, de la sobreabundancia, un decir sí sin reservas aun al sufrimiento, aun a la culpa misma, aún a todo lo problemático y extraño de la existencia”. (Ecce homo). La verdad es que hay una buena parte

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