Asi Hablo Zaratustra
Enviado por sebastian55 • 9 de Mayo de 2015 • 9.262 Palabras (38 Páginas) • 697 Visitas
Friedrich Nietzsche
Así habló Zaratustra
(1883-1885)
Índice
Prólogo de Zaratustra
Los discursos de Zaratustra
De las tres transformaciones
De las cátedras de la virtud
De los trasmundanos
De los despreciadores del cuerpo
De las alegrías y de las pasiones
Del pálido delincuente
Del leer y el escribir
Del árbol de la montaña
De los predicadores de la muerte
De la guerra y el pueblo guerrero
Del nuevo ídolo
De las moscas del mercado
De la castidad
Del amigo
De las mil metas y de la única meta
Del amor al prójimo
Del camino del creador
De viejecillas y de jovencillas
De la picadura de la víbora
Del hijo y del matrimonio
De la muerte libre
De la virtud que hace regalos
Segunda parte
El niño del espejo
En las islas afortunadas
De los compasivos
De los sacerdotes
De los virtuosos
De la chusma
De las tarántulas
De los sabios famosos
La canción de la noche
La canción del baile
La canción de los sepulcros
De la superación de sí mismo
De los sublimes
Del país de la cultura
Del inmaculado conocimiento
De los doctos
De los poetas
De grandes acontecimientos
El adivino
De la redención
De la cordura respecto a los hombres
La más silenciosa de todas las horas
Tercera parte
El caminante
De la visión y enigma
De la bienaventuranza no querida
Antes de la salida del sol
De la virtud empequeñecedora
En el monte de los olivos
Del pasar de largo
De los apóstatas
El retorno a casa
De los tres males
Del espíritu de la pesadez
De tablas viejas y nuevas
El convaleciente
Del gran anhelo
La otra canción del baile
Los siete sellos (O: La canción «Sí y Amén»)
Cuarta y última parte
La ofrenda de la miel
El grito de socorro
Coloquio con los reyes
La sanguijuela
El mago
Jubilado
El más feo de los hombres
El mendigo voluntario
La sombra
A mediodía
El saludo
La Cena
Del hombre superior
La canción de la melancolía
De la ciencia
Entre hijas del desierto
El despertar
La fiesta del asno
La canción del noctámbulo
El signo
Prólogo de Zaratustra
11
Cuando Zaratustra tenía treinta años2 abandonó su patria y el lago de su patria y marchó a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo. Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana, levantándose con la aurora, se colocó delante del sol y le habló así:
«¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!3.
Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, mi águila y mi serpiente4 te habrías hartado de tu luz y de este camino.
Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello. ¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.
Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura, y los
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