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Concepciones De La Filosofia De La Educacion

viliannyv27 de Septiembre de 2011

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LAS CONCEPCIONES DE LA FILOSOFÍA

Una de las mejores formas de comprender la multitud de concepciones y de formas de entender la filosofía que existen es llevar a cabo un repaso de aquellos puntos de vista más conocidos y destacados que han tenido lugar a lo largo de la historia. De esta manera se podrá entender fácilmente que no es correcto hablar de "Filosofía", sino de "filosofías", en plural.

Esta exposición de modos de ver la filosofía no se ajusta a un orden cronológico estricto, aunque este tampoco debe ser pasado por alto en la medida en que algunas concepciones filosóficas han surgido como respuesta a otras ya existentes, bien para complementarlas o bien para derrumbarlas. Comenzaremos examinando con más detalle los dos modos de ver la filosofía presentados en la introducción, filosofía como un tipo de saber y filosofía como actitud:

La filosofía como un tipo de saber , como un tipo de conocimiento especial, es una de las concepciones clásicas de la filosofía, así como una de las más antiguas. Este modo de entender la filosofía, que vemos ejemplificado en Platón y Aristóteles no excluye el aspecto práctico del pensamiento, antes al contrario, la filosofía es condición previa para el progreso y la mejora tanto del individuo como de la ciudad. Pero si esto es así es debido a que se trata de un tipo de conocimiento más verdadero o más profundo que los demás. En el siguiente texto de Aristóteles podemos apreciar esa jerarquía de conocimientos y la constatación de la necesidad de dedicarse al conocimiento superior.

"Partiendo del supuesto de que el saber es una de las cosas más valiosas y dignas de estima y que ciertos saberes son superiores a otros bien por su rigor bien por ocuparse de objetos mejores y más admirables, por uno y otro motivo deberíamos con justicia colocar entre las primeras las investigaciones en torno al alma. Más aún, parece que el conocimiento de ésta contribuye notablemente al conjunto del saber y muy especialmente al que se refiere a la Naturaleza."

De anima , Aristóteles

La filosofía como actitud supone una visión mucho más amplia y por ello difusa de lo que pueda ser filosofía. Esta es vista como un querer ir más allá del conocimiento del momento, un continuo preguntarse en un intento de superar los límites presentes. Ante esta concepción de la filosofía cualquier conocimiento, objeto, acción o actitud puede ser objeto de la reflexión filosófica, que se caracterizaría precisamente por su flexibilidad y su apertura a todo lo ya conocido con vistas a superarlo (o a fundamentarlo con mayor profundidad, si cabe). La concepción de la filosofía propia del período helenístico (que comienza en el año 323 a. C., fecha de la muerte de Aristóteles y que llega hasta el siglo II d. C., y en el que se incluyen filósofos como Epicuro o corrientes como el estoicismo y el escepticismo) podriá ser considerada un ejemplo de este punto de vista en la medida en que la filosofía es un modo de vida y como tal, impregna cada aspecto de la existencia

Tan antigua como las dos posturas anteriores es la consideración de la filosofía como una actividad inútil e incluso perniciosa, válida en todo caso como una distracción infantil o mero pasatiempo, pero en ningún caso como algo productivo o de valor, o que reporte algún beneficio para la sociedad. Platón, por medio del personaje de Calicles, reproduce este modo de pensar:

"Ciertamente, viendo la filosofía en un joven me complazco, me parece adecuado y considero que este hombre es un ser libre; por el contrario, el que no filosofa me parece servil e incapaz de estimarse jamás digno de algo bello y generoso. Pero, en cambio, cuando veo a un hombre de edad que aún filosofa y que no renuncia a ello, creo, Sócrates, que este hombre debe ser azotado. Pues, como acabo de decir, le sucede a éste, por bien dotado que esté, que pierde su condición de hombre al huir de los lugares frecuentados de la ciudad, y de "las asambleas donde, como dijo el poeta, los hombres se hacen ilustres", y al vivir el resto de su vida oculto en un rincón, susurrando con tres o cuatro jovenzuelos sin producir jamás nada noble, grande y conveniente. "

Gorgias , Platón

Muy pronto en la historia del pensamiento occidental, pero especialmente en el periodo medieval, se considera la filosofía en relación con la fe, bien como un sustitutivo de ésta, o bien como un complemento de la misma, o en ocasiones se la considera incluso como algo negativo, al menos eso es fácilmente deducible de la famosa expresión "Credo quia absurdum" (creo porque es absurdo), que en el siglo II d. C. recoge el pensamiento de Tertuliano. Esto último, no obstante, no será muy frecuente. A menudo encontramos que la filosofía y la razón juegan un papel, si bien inferior, en su relación con la fe. Se considera que la razón no es capaz de alcanzar la verdad por sí misma. Esta visión de la filosofía es recogida por Santo Tomás, entre otros.

"Aunque la citada verdad de la fe cristiana exceda la capacidad de la razón humana, no por eso las verdades racionales son contrarias a las verdades de la fe. Lo naturalmente innato en la razón es tan verdadero, que no hay posibilidad de pensar en su falsedad. Y menos aún es lícito creer falso lo que poseemos por la fe, ya que ha sido confirmado tan evidentemente por Dios."

Suma contra los gentiles , Santo Tomás de Aquino

A partir de la modernidad va cobrando fuerza una nueva forma de entender la filosofía que hace hincapié en el análisis de los límites y posibilidades del entendimiento humano .

Desde diferentes perspectivas, el empirismo inglés de filósofos como Hume, Locke o Berkeley, o el racionalismo propio de Descartes, la razón hace examen de sí misma como condición previa de todo conocer. Esta concepción de la filosofía alcanza su cumbre en la obra de Kant. El siguiente texto pertenece a dicho autor, y aunque excede en longitud a los fragmentos que hasta ahora han servido de ilustración, consideramos que merece la pena incluirlo pues nos muestra la situación en la que se encontraba la filosofía de su tiempo y cómo la crítica de la razón, el análisis de los límites del entendimiento, pretende dar respuesta a los problemas con los que la filosofía se había estado enfrentando.

"La razón humana tiene el destino singular, en uno de sus campos de conocimiento, de hallarse acosada por cuestiones que no puede rechazar por ser planteadas por la misma naturaleza de la razón, pero a las que tampoco puede responder por sobrepasar todas sus facultades.

La perplejidad en la que cae la razón no es debida a culpa suya alguna. Comienza con principios cuyo uso es inevitable en el curso de la experiencia, uso que se halla, a la vez, suficientemente justificado por esta misma experiencia. Con tales principios la razón se eleva cada vez más (como exige su propia naturaleza), llegando a condiciones progresivamente más remotas. Pero advirtiendo que de esta forma su tarea ha de quedar inacabada, ya que las cuestiones nunca se agotan, se ve obligada a recurrir a principios que sobrepasan todo posible uso empírico y que parecen, no obstante, tan libres de sospecha, que la misma razón ordinaria se halla de acuerdo con ellos. Es así como incurre en oscuridades y contradicciones. Y, aunque puede deducir que éstas se deben necesariamente a errores ocultos en algún lugar, no es capaz de detectarlos, ya que los principios que utiliza no reconocen contrastación empírica alguna por sobrepasar los límites de toda experiencia. El campo de batalla de estas inacabables disputas se llama metafísica.

Hubo un tiempo en que la metafísica recibía el nombre de reina de todas las ciencias y, si se toma el deseo por la realidad, bien merecía ese honroso título, dada la importancia prioritaria de su objeto. La moda actual, por el contrario, consiste en manifestar ante ella todo su desprecio. La matrona, rechazada y abandonada, se lamenta como Hécuba: modo maxima rerum, tot generis natisque potents -nunc trahor exul, inops-. (1)

Su dominio, bajo la administración de los dogmáticos, empezó siendo despótico. Pero, dado que la legislación llevaba todavía la huella de la antigua barbarie, tal dominio fue progresivamente degenerando, a consecuencia de guerras intestinas, en una completa anarquía; los escépticos, especie de nómadas que aborrecen todo asentamiento duradero, destruían de vez en cuando la unión social. Afortunadamente, su número era reducido. Por ello no pudieron impedir que los dogmáticos intentaran reconstruir una vez más dicha unión, aunque sin concordar entre sí mismos sobre ningún proyecto. Más recientemente pareció, por un momento, que una cierta fisiología del entendimiento humano (la del conocido Locke) iba a terminar con todas esas disputas y que se iba a resolver definitivamente la legitimidad de aquellas pretensiones. Ahora bien, aunque el origen de la supuesta reina se encontró en la plebeya experiencia común y se debió, por ello mismo, sospechar con fundamento de su arrogancia, el hecho de habérsele atribuido falsamente tal genealogía hizo que ella siguiera sosteniendo sus pretensiones. Por eso ha recaído todo, una vez más, en el anticuado y carcomido dogmatismo y, a consecuencia de ello, en el desprestigio del que se pretendía haber rescatado la ciencia. Ahora, tras haber ensayado en vano todos los métodos --según se piensa--, reina el hastío y el indiferentismo total, que engendran el caos y la noche en las ciencias, pero que constituyen, a la vez, el origen, o al menos el preludio, de una próxima transformación y clarificación de las mismas, después de que un celo mal aplicado

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