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Dioses


Enviado por   •  9 de Agosto de 2011  •  Informes  •  1.447 Palabras (6 Páginas)  •  999 Visitas

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Dioses

Cihuacóatl (también Chihucóatl o Ciucóatl) Divinidad azteca, mitad serpiente mitad mujer. Cihuacóatl fue la primera mujer en dar a luz, considerada por ello protectora de los partos y, en especial, de las mujeres muertas al dar a luz. Ayudó a Quetzalcóatl a construir la presente era de la humanidad moliendo huesos de las eras previas y mezclándolos con sangre. Es madre de Mixcóatl, al que abandonó en una encrucijada de caminos. La tradición dice que regresa frecuentemente para llorar por su hijo perdido, pero en el lugar sólo halla un cuchillo de sacrificios. Regía sobre el Cihuateteo, las mujeres nobles que habían muerto en el parto.

En la leyenda, esta divinidad surge en forma fantasmal para advertir sobre la destrucción del imperio de Moctezuma, tomando después como nombre popular el de La Llorona.

La diosa Cihuacoatl es una de las diosas mas importantes de los mexicas y ahora creo que una de las mas olvidadas, pero da origen a una de las leyendas que como infante dan mas miedo y que son una tradición en nuestra cultura mexicana tan bella.

Las deidades que trajeron los aztecas en su peregrinación, sólo se encuentran dos Huitzilopochtli y Cihuacoatl. En el Códice Aubin se encuentra a la diosa Cihuacoatl desde el principio de la peregrinación azteca. Cihuacoatl, por otro nombre Coatlicue o Cihuacoatlicue, como lo dice Tezozomoc uniendo las dos palabras, era la madre de Huitzilopochtli.

La supremacía de esta diosa se confirma cuando Itzcoatl pudo decir que por sus victorias se había constituido ya el imperio mexicano, levantando templos en honor de Huitzilopochtli y a Cihuacoatl, las dos deidades que en el orden de la religión simbolizaban a la patria.

Los cuatros sacerdotes aguardaban espectrantes.

Sus ojillos vivaces iban del cielo estrellado en donde señoreaba la gran luna blanca, al espejo argentino del lago de Texcoco, en donde las bandadas de patos silenciosos bajaban en busca de los gordos ajolotes. Después confrontaban el movimiento de las constelaciones estelares para determinar la hora, con sus profundos conocimientos de la astronomía. De pronto estalló el grito…. Era un alarido lastimoso, hiriente, sobrecogedor. Un sonido agudo como escapado de la garganta de una mujer en agonía. El grito se fue extendiendo sobre el agua, rebotando contra los montes y enroscándose en las alfardas y en los taludes de los templos, rebotó en el Gran Teocali dedicado al Dios Huitzilopochtli, que comenzara a construir Tizoc en 1481 para terminarlo Ahuizotl en 1502 si las crónicas antiguas han sido bien interpretadas y parecio quedar flotando en el maravilloso palacio del entonces Emperador Moctezuma Xocoyótzin. — Es Cihuacoatl! — exclamó el más viejo de los cuatro sacerdotes que aguardaban el portento. — La Diosa ha salido de las aguas y bajado de la montaña para prevenirnos nuevamente —, agregó el otro interrogador de las estrellas y la noche.

Subieron al lugar más alto del templo y pudieron ver hacia el oriente una figura blanca, con el pelo peinado de tal modo que parecía llevar en la frente dos pequeños cornezuelos, arrastrando o flotando una cauda de tela tan vaporosa que jugueteaba con el fresco de la noche plenilunar.

Cuando se hubo opacado el grito y sus ecos se perdieron a lo lejos, por el rumbo del señorío de Texcocan todo quedó en silencio, sombras ominosas huyeron hacias las aguas hasta que el pavor fue roto por algo que los sacerdotes primero y después Fray Bernandino de Sahagún interpretaron de este modo:

“...Hijos míos… amados hijos del Anáhuac, vuestra destrucción está próxima….”

Venía otra sarta de lamentos igualmente dolorosos y conmovedores, para decir, cuando ya se alejaba hacia la colina que cubría las faldas de los montes:

“...A dónde iréis…. a dónde os podré llevar para que escapéis a tan funesto destino…. hijos míos, estáis a punto de perderos…”

Al oir estas palabras que más tarde comprobaron los augures, los cuatro sacerdotes estuvieron de acuerdo en que aquella fantasmal aparición que llenaba de terror a las gentes de la gran Tenochtitlán, era la misma Diosa Cihuacoatl, la deidad protectora de la raza, aquella buena madre que había heredado a los dioses para finalmentente depositar su poder y sabiduría en Tilpotoncátzin en ese tiempo poseedor de su dignidad sacerdotal.

El emperador Moctezuma Xocoyótzin se atuzó el bigote ralo

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