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El Otro Como Amenaza. Reflexiones Sobre El Individuo En La Posmodernidad


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2013  •  2.339 Palabras (10 Páginas)  •  259 Visitas

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En la época contemporánea conocida (y también desconocida) como posmodernidad, para Bauman (2008: 7) es una fase líquida de la modernidad, donde las formas sociales “...ya no pueden (ni se espera que puedan) mantener su forma por más tiempo, porque se descomponen y se derriten antes de que se cuente con el tiempo necesario para asumirlas y, una vez asumidas, ocupar el lugar que se les ha asignado.” Trayendo como consecuencia un constante fluir y transformar de las formas que mutan en el espacio social, afectando sincrónicamente las distintas estructuras de la sociedad. Donde lo que pareciera el único patrón constante es la figura del individuo. No es de extrañar que en este escenario surja un culto a lo individual que se manifiesta en la economía (neoliberalismo), la salud (dietas, gimnasios y medicina “alternativa”), la religión (sectas New Age, sectas protestantes y catolicismo neoconservador) y por último algo que abarca a todas, la cultura del consumo 1) centrada en el hedonismo, porque “...ésta es una sociedad que, lejos de exaltar los órdenes superiores, los eufemiza y los descredibiliza, una sociedad que desvaloriza el ideal de abnegación estimulando sistemáticamente los deseos inmediatos, la pasión del ego, la felicidad intimista y materialista”. (Lipovetsky, 2008: 12) Presentándose el placer del sujeto en un para sí respecto a los otros, donde lo importante es el hedonismo egocentrista.

El posmodernismo aparece “...como la democratización del hedonismo.” (Lipovetsky, 2007: 105) Donde el metadiscurso manifiesto parece impuesto por la marca Nike y su eslogan just do it. Un hacer donde no aparece el Otro como individuo, sino con lo que Simmel (2003) llama sujeto masa (vestigio de la modernidad) el cual se asemeja con seguridad con otros para formar una masa de carácter uniforme, creando un anonimato colectivo. Autopresentándose el individuo como el sujeto individuo, que ha sido fortalecido en la posmodernidad por medio de la ilusión de libertad de elección que presenta el consumo y todo su placer latente de ser “uno mismo” frente a la masa. Debido en parte porque “La posmodernidad padece de la patología del egocentrismo, asociada a la psicologización de la vida. El origen de lo que sucede se busca en la subjetividad del individuo, no se pretende la objetividad en el encuentro con la realidad, y se concibe al mundo con la única consistencia que proporciona la interpretación.” (Iglesias, 2007: 284) Volviéndose el egocentrismo el sentido con el cual opera el sujeto individuo en la posmodernidad.

¿Qué hay más individual que el placer? Nada, porque el mito cristiano del prójimo 1) desaparece ante éste, y fenece al sobreponer al individuo frente a la comunidad que para Bauman (2008: 9) es cada vez más vacía en su contenido, pues hace referencia a la “...totalidad de la población que habita en el territorio soberano del Estado.” Estado que cada vez más se presenta como una sombra de su hegemonía, debido su debilitamiento y gradual desaparición sobre todo del modelo de Estado benefactor (que controlaba los diferentes sistemas sociales y no era sólo un gestor). Lo anterior fomento la supremacía del sujeto frente a lo social, debilitando las estructuras del antiguo modelo social. Como el caso de las familias que han dejado de significar lo que eran anteriormente mutando en nuevas formas que han sido resignificadas, como menciona Zizek (2007: 84) las “Instituciones que nacieron como antídotos a la familia funcionan cada vez más como familias de sustitución, permitiéndonos de un modo u otro prolongar nuestra dependencia, nuestra inmadurez...”. La prolongación de la inmadurez fomenta un estilo de vida hedónico de infancias prolongadas hipertélicas, donde el Otro no importa salvo para satisfacer las demandas del ego que se ha exacerbado por una metástasis del placer. Surgiendo un sujeto extremadamente narcisista “...que percibe cualquier cosa como amenaza potencial para su precario equilibrio imaginario...” (Zizek, 2007: 90). La estrategia del individuo para que la amenaza no se manifieste es eliminar al Otro como sujeto de carga moral, radicalizando su actitud blasée , que se torna en violencia fáctica o simbólica latente. Como el carnicero de la pelicula Solo contra todos de Gaspar Noé, que canaliza su frustración por medio de una violencia física, verbal y psicológica ocasionándole goce.

Se está generando una nueva forma de sociedad compuesta por formas de vida de infancias prolongadas, que han perdido a sus padres con la muerte del Estado benefactor (que inicia en el thatcherismo). Donde estos huérfanos de la hegemonía de Estado se acoplan en lo que Lipovetsky (2008: 13) llama Sociedad posmoralista 3) la cual es “...una sociedad que repudia la retórica del deber austero, integral, maniqueo y, paralelamente, corona los derechos individuales a la autonomía, al deseo, a la felicidad.” Las formas de vida ascetas y misántropas adquieren en la Sociedad posmoralista una resignificación hedónica de su nicho frente a las formas frugales y comunales, pues estas últimas forman parte de un pasado reescrito en el imaginario simbólicamente generalizado, en el cual se presentan como un cuasimito fundacional, pero que no volverán a ser, salvo en movimientos nombrados como radicales (punks, anarquistas, comunistas y demás grupos que nieguen la lógica del consumo de masas) por los nuevos grupos hegemónicos (empresarios de toda índole y banqueros), donde lo paradójico es que los unos no pueden existir sin los Otros, acentuándose en la posmodernidad. No es acaso Tyler Durden de El Club de la Pelea de David Fincher, la figura del asceta posmoderno por excelencia, proyectado e idealizado por el hastío de la vida de consumo del Narrador (que se consideraba un niño de 30 años); en su afán de ser un sujeto individuo se convirtió en un sujeto masa, cayendo en la paradoja de la unidad diferenciada individualidad/masa, siendo el dolor físico y las acciones de su alterego lo único que lo reafirmaba como individuo, llevándolo a la radicalización del acto, el exterminar al Otro que lo individualiza, siendo el mismo y las estructuras de la sociedad de consumo. Donde no es un acto heroico o reivindicativo lo que hace el Narrador/Tyler Durden pues “No hay recomposición del deber heroico, sólo reconciliación del corazón y de la fiesta, de la virtud y el interés, de los imperativos del futuro y de la calidad de vida en el presente.” (Lipovetsky, 2008: 13) No es un acto en pos de una comunidad, es un acto para satisfacer un ego/alterego que busca su individualidad.

La atomización de la sociedad hacia el sujeto individuo, inició por el acoplamiento comunicativo de la cultura del consumo que encuentra sus raíces en el hedonismo. Marcando unas de las pautas con las que el proyecto de la modernidad agonizo

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