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El Principe.maquiavelo


Enviado por   •  3 de Diciembre de 2012  •  27.107 Palabras (109 Páginas)  •  565 Visitas

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NICOLÁS MAQUIAVELO AL MAGNÍFICO LORENZO DE MÉDECIS

Los que desean congraciarse con un príncipe suelen presentársele con aquello que

reputan por más precioso entre lo que poseen, o con lo que juzgan más ha de agradarle;

de ahí que se vea que muchas veces le son regalados caballos, armas, telas de oro,

piedras preciosas y parecidos adornos dignos de su grandeza. Deseando, pues,

presentarme ante Vuestra Magnificencia con algún testimonio de mi sometimiento, no

he encontrado entre lo poco que poseo nada que me sea más caro o que tanto estime

como el conocimiento de las acciones de los hombres, adquirido gracias a una larga

experiencia de las cosas modernas y a un incesante estudio de las antiguas.¹ Acciones

que luego de examinar y meditar durante mucho tiempo y con gran seriedad, he

encerrado en un corto volumen, que os dirijo.

Y aunque juzgo esta obra indigna de Vuestra Magnificencia, no por eso confío

menos en que sabréis aceptarla, considerando que no puedo haceros mejor regalo que

poneros en condición de poder entender, en brevísimo tiempo, todo cuanto he aprendido

en muchos años y a costa de tantos sinsabores y peligros. No he adornado ni hinchado

esta obra con cláusulas interminables, ni con palabras ampulosas y magníficas, ni con

cualesquier atractivos o adornos extrínsecos, cual muchos suelen hacer con sus cosas; ²

porque he querido, o que nada la honre, o que só1o la variedad de la materia y la

gravedad del tema la hagan grata. No quiero que se mire como presunción el que un

hombre de humilde cuna se atreva a examinar y criticar el gobierno de los príncipes.

Porque así como aquellos que dibujan un paisaje se colocan en el llano para apreciar

mejor los montes y los lugares altos, y para apreciar mejor el llano escalan los montes,³

así para conocer bien la naturaleza de los pueblos hay que ser príncipe, y para conocer

la de los príncipes hay que pertenecer al pueblo.

Acoja, pues, Vuestra Magnificencia este modesto obsequio con el mismo ánimo con

que yo lo hago; si lo lee y medita con atención, descubrirá en él un vivísimo deseo mío:

el de que Vuestra Magnificencia llegue a la grandeza que el destino y sus virtudes le

auguran. Y si Vuestra Magnificencia, desde la cúspide de su altura, vuelve alguna vez la

vista hacia este llano, comprenderá cuán inmerecidamente soporto una grande y

constante malignidad de la suerte.

1 Las dos escuelas de los grandes hombres. (Cristina de Suecia.)

2 Como Tácito y Gibbon (G).

3 Con esto empecé y con ello conviene empezar. Se conoce mucho mejor el fondo de los valles cuando se

está en la cumbre de la montaña (RC).

EL PRÍNCIPE

Capitulo I

DE LAS DISTINTAS CLASES DE PRINCIPADOS Y DE LA FORMA

EN QUE SE ADQUIEREN

Todos los Estados, todas las dominaciones que han ejercido y ejercen soberanía

sobre los hombres, han sido y son repúblicas o principados. Los principados son, o

hereditarios, cuando una misma familia ha reinado en ellos largo tiempo, o nuevos. Los

nuevos, o lo son del todo, como lo fue Milán bajo Francisco Sforza, o son como

miembros agregados al Estado hereditario del príncipe que los adquiere, como es el

reino de Nápoles para cl rey de España. Los dominios así adquiridos están

acostumbrados a vivir bajo un príncipe o a ser libres; y se adquieren por las armas

propias o por las ajenas, por la suerte o por la virtud.

Capitulo II

DE LOS PRINCIPADOS

HEREDETARIOS

Dejaré a un lado el discutir sobre las repúblicas porque ya en otra ocasión lo he hecho

extensamente. Me dedicaré solo a los principados, para ir tejiendo la urdimbre de mis

opiniones y establecer cómo pueden gobernarse y conservarse tales principados.

En primer lugar, me parece que es más fácil conservar un Estado hereditario,

acostumbrado a una dinastía, que uno nuevo, ya que basta con no alterar el orden

establecido por los príncipes anteriores, y contemporizar después con los cambios que

puedan producirse. De tal modo que, si el príncipe es de mediana inteligencia, se

mantendrá siempre en su Estado, a menos que una fuerza arrolladora lo arroje de él; y

aunque así sucediese, sólo, tendría que esperar; para reconquistarlo, a que el usurpador

sufriera. el primer tropiezo.

Tenemos en Italia, por ejemplo, al duque de Ferrara, que no resistió los asaltos de los

venecianos en el 84 (1484) ni los del Papa Julio en el 10 (1510), por motivos distintos de

la antigüedad de su soberanía en el dominio. Porque el príncipe natural tiene menos

razones y menor necesidad de ofender: de donde es lógico que sea más amado; y a

menos

...

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