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Erich From


Enviado por   •  23 de Abril de 2013  •  1.437 Palabras (6 Páginas)  •  385 Visitas

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PARACELSO

I. ¿ES EL AMOR UN ARTE?

¿Es el amor un arte? En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo. ¿O es el amor una

sensación placentera, cuya experiencia es una cuestión de azar, algo con lo que uno «tropieza»

si tiene suerte? Este libro se basa en la primera premisa, si bien es indudable que la mayoría de

la gente de hoy cree en la segunda.

No se trata de que la gente piense que el amor carece de importancia. En realidad, todos están

sedientos de amor; ven innumerables películas basadas en historias de amor felices y

desgraciadas, escuchan centenares de canciones triviales que hablan del amor, y, sin embargo,

casi nadie piensa que hay algo que aprender acerca del amor.

Esa peculiar actitud se basa en varias premisas que, individualmente o combinadas, tienden a

sustentarla. Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser

amado, y no en amar, no en la propia capacidad de amar. De ahí que para ellos el problema sea

cómo lograr que se los ame, cómo ser dignos de amor. Para alcanzar ese objetivo, siguen varios

caminos. Uno de ellos, utilizado en especial por los hombres, es tener éxito, ser tan poderoso y

rico como lo permita el margen social de la propia posición. Otro, usado particularmente por las

mujeres, consiste en ser atractivas, por medio del cuidado del cuerpo, la ropa, etc. Existen otras

formas de hacerse atractivo, que utilizan tanto los hombres como las mujeres, tales como tener

modales agradables y conversación interesante, ser útil, modesto, inofensivo. Muchas de las

formas de hacerse querer son iguales a las que se utilizan para alcanzar el éxito, para «ganar

amigos e influir sobre la gente». En realidad, lo que para la mayoría de la gente de nuestra

cultura equivale a digno de ser amado es, en esencia, una mezcla de popularidad y sex-appeal.

La segunda premisa que sustenta la actitud de que no hay nada que aprender sobre el amor, es

la suposición de que el problema del amor es el de un objeto y no de una facultad. La gente cree

que amar es sencillo y lo difícil encontrar un objeto apropiado para amar -o para ser amado por

él-. Tal actitud tiene varias causas, arraigadas en el desarrollo de la sociedad moderna. Una de

ellas es la profunda transformación que se produjo en el siglo veinte con respecto a la elección

del «objeto amoroso». En la era victoriana, así como en muchas culturas tradicionales, el amor

no era generalmente una experiencia personal espontánea que podía llevar al matrimonio. Por el

contrario, el matrimonio se efectuaba por un convenio -entre las respectivas familias o por medio

de un agente matrimonial, o también sin la ayuda de tales intermediarios; se realizaba sobre la

base de consideraciones sociales, partiendo de la premisa de que el amor surgiría después de

concertado el matrimonio-. En las últimas generaciones el concepto de amor romántico se ha

hecho casi universal en el mundo occidental. En los Estados Unidos de Norteamérica, si bien no

faltan consideraciones de índole convencional, la mayoría de la gente aspira a encontrar un

«amor romántico», a tener una experiencia personal del amor que lleve luego al matrimonio. Ese

nuevo concepto de la libertad en el amor debe haber acrecentado enormemente la importancia

del objeto frente a la de la función.

Hay en la cultura contemporánea otro rasgo característico, estrechamente vinculado con ese

factor. Toda nuestra cultura está basada en el deseo de comprar, en la idea de un intercambio

mutuamente favorable. La felicidad del hombre moderno consiste en la excitación de contemplar

las vidrieras de los negocios, y en comprar todo lo que pueda, ya sea al contado o a plazos. El

hombre (o la mujer) considera a la gente en una forma similar. Una mujer o un hombre atractivos

son los premios que se quiere conseguir. «Atractivo» significa habitualmente un buen conjunto

de cualidades que son populares y por las cuales hay demanda en el mercado de la

personalidad. Las características específicas que hacen atractiva a una persona dependen de la

moda de la época, tanto física como mentalmente. Durante los años que siguieron a la Primera

Guerra Mundial, una joven que bebía y fumaba, emprendedora y sexualmente provocadora,

resultaba atractiva; hoy en día la moda exige más domesticidad y recato. A fines del siglo XIX y

comienzos de éste, un hombre debía ser agresivo y ambicioso -hoy tiene que ser sociable y

tolerante- para resultar atractivo. De cualquier manera, la sensación de enamorarse sólo se

desarrolla con respecto a las mercaderías humanas que están dentro de nuestras posibilidades

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