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Filosofia Educativa


Enviado por   •  5 de Febrero de 2013  •  5.129 Palabras (21 Páginas)  •  333 Visitas

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La educación es el arte de transmitir a las nuevas generaciones, los valores, el fundamento y el contenido de una cultura.

El diccionario define en primer término la palabra educación como cortesía, urbanidad, buenos modos; y no hay duda que esta definición ha caído actualmente en desuso, porque lo que menos tiene en cuenta la filosofía educativa actual es cultivar los valores como los buenos modales, el respeto por el otro y la aceptación de las normas de convivencia.

Vivimos en una sociedad donde el maltrato, la violencia, la prepotencia y la irreverencia son características y aún motivo de orgullo para sectores que se oponen al orden establecido y pretenden una sociedad anárquica.

Esta peculiaridad parte de la filosofía del “sálvese quien pueda” y “primero yo” porque la competencia es la amenaza que se cierne sobre los millones de mediocres que habitan este mundo; porque son los mediocres los que tienen que disputarse el lugar que no les corresponde por falta de méritos.

Desde el punto de vista pedagógico la filosofía educativa consiste en el diseño de una planificación eficaz al servicio del desarrollo óptimo del potencial físico, mental y moral de los alumnos para lograr su inserción en la sociedad.

Pero esta definición teórica es letra muerta, porque la historia de la educación nos muestra que el propósito de la educación ha dependido de factores tradicionales, familiares, religiosos o políticos de cada época.

El mundo clásico aspiró a formar ciudadanos o guerreros al servicio del estado; las civilizaciones antiguas se centraban en conservar las tradiciones que es lo que impone la división de la sociedad en castas, marginando a buena parte de la población, además de las mujeres y la mayoría de los niños.

Durante la Edad Media el clero dirigió la formación del hombre sobre la base de la valoración de la dimensión espiritual humana en detrimento del conocimiento.

En el Renacimiento se produce una reacción que lleva a interpretar el proceso educativo como la etapa de la formación integral del individuo mediante la adquisición de conocimientos, entrando en conflicto con la filosofía educativa religiosa.

En el siglo XVIII el fundamento de la educación establece la necesidad de la formación del hombre conforme a las leyes de la naturaleza con el posterior objetivo de lograr su integración a la humanidad.

En el siglo XIX la educación adquiere un sentido más liberal y menos académica basada en las aptitudes naturales; y en la educación actual, la filosofía educativa se basa teóricamente en incentivar los intereses individuales para adecuar a ellos los sistemas.

Los estados modernos intervienen directamente en la educación (moral, intelectual, cívica, física, sexual, profesional, etc.) y reconocen el derecho de todo individuo de acceder a ella.

Los gobiernos en general intentan brindar igualdad de oportunidades a todos; pero terminan determinando políticas dirigidas desde el poder como ocurrió en la Alemania nazi, la Italia fascista y los países socialistas; provocando un conflicto básico en materia educativa entre el individuo, la familia, los grupos religiosos, las ideologías políticas, etc.

Las filosofías educativas han desbordado las posibilidades de los gobiernos y su planteo ha trascendido los límites de un país para transformarse en programas de cooperación educativa a escala mundial con organizaciones como la UNESCO, con programas de alfabetización, ayuda técnica y financiera, distribución de libros, etc.

Algunos filósofos, como los empiristas, consideran a los individuos sin ningún potencial innato, y que el hombre es producto de su ambiente. Otros, como Rousseau, consideran que el estado natural del ser humano debe ser alterado lo menos posible.

Lo que parece estar faltando en la educación convencional, es proveer a los educandos de principios morales y éticos y el reconocimiento de las aptitudes individuales para favorecer el potencial de creatividad propia de cada ser humano.

La filosofía educativa se centra en dos aspectos: la naturaleza del aprendizaje y el propósito de la educación; y todavía a pesar del estado de confusión y desorientación actual de los jóvenes, cuestiona la transmisión de valores morales.

Queda así expuesta la juventud a la sola influencia de una sociedad enferma, que se refleja en los medios de comunicación masiva, mostrando los excesos y el libertinaje como forma de vida.

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Preguntarse qué perspectivas hay para la enseñanza de la filosofía en el siglo XXI es, preguntarse si es que efectivamente existe alguna perspectiva para la práctica de la enseñanza de la filosofía, entendiendo que en dicha práctica radica la posibilidad de la existencia profesional de la filosofía.

Desde hace ya algún tiempo sabemos que en filosofía no existen las preguntas inocentes. Que en el Día Mundial de la Filosofía se constituya una mesa en torno a esta pregunta acusa, sin duda, una sospecha. Pero, ¿en qué dirección apunta esa sospecha? En una primera lectura podríamos traducir el móvil de esta pregunta como la ausencia de claridad respecto a la elección de una perspectiva, entre varias, que se le presentan a la enseñanza de la filosofía; como si ésta hubiese, en los comienzos del siglo XXI, perdido el timón de su orientación y vagara errante sin saber bien desde qué perspectiva puede y debe seguir reproduciéndose en su enseñanza. En otras palabras, estaríamos aquí ante un problema fundamentalmente pedagógico de la filosofía y, más precisamente, de estructura y orientación curricular. Sin embargo, una lectura más detenida de esta interrogación podría enseñarnos que la sospecha está dirigida, no al extravío pedagógico de la filosofía, o no sólo a ello, sino que recae sobre algo anterior y, en un sentido estricto, más radical. Se trataría de una sospecha sobre la existencia misma de la filosofía o, para ser más precisos, sobre la existencia profesional de la filosofía. En otras palabras, preguntarse qué perspectivas hay para la enseñanza de la filosofía en el siglo XXI es, desde esta segunda lectura, preguntarse si es que efectivamente existe alguna perspectiva para la práctica de la enseñanza de la filosofía, entendiendo que en dicha práctica radica la posibilidad de la existencia profesional de la filosofía.

Detengámonos brevemente en esta distinción que acabamos de hacer. La primera orientación que toma nuestra sospecha, que podríamos denominar como de pérdida de orientación de la enseñanza de la filosofía, nos empuja

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