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La Metafísica


Enviado por   •  7 de Junio de 2012  •  2.527 Palabras (11 Páginas)  •  437 Visitas

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El más acá y el más allá.

Me enseñaron un día que existía un “más acá” y un “más allá”. De forma muy teórica aprendí ciertas terminologías de la palabra Metafísica. Esa palabra que a muchos les da miedo. Otros piensan que quienes tratamos la Metafísica estamos “más allá” que “acá”…

…Algo así como que alguien, llamado Andrómaco de Rodas, un día ordenando, en la biblioteca de Alejandría, ciertos libros que eran de autoría de un filósofo llamado Aristóteles, que como no tenía muy claro cuál era el tema en cuestión de dichos escritos, decidió colocarlos “más allá” de los escritos sobre Física. Ta metá ta physiká (τὰ μετὰ τὰ φυσικὰ). Pero ésta no es más que una simple definición etimológica.

La metafísica propuesta por Platón es, sin embargo, mucho más acorde a la que en este breve ensayo haré servir. Esta metafísica implica ir más allá de nuestra naturaleza material. Implica alcanzar el mundo que hay más allá. El mundo perfecto e inmutable. El mundo ideal al que solamente podemos arribar por medio de nuestra razón, por nuestra conexión con nuestro ser y, por otra parte, comprender el mundo del más acá, el cual percibimos por nuestros sentidos corporales.

Así pues, son muchas las ocasiones en las que no tenemos conciencia de nuestra presencia en el más allá y otras tantas de las que nos quedamos sucumbidos en el más acá sin tener conciencia de esto. Existe una extraña conexión entre el más allá y el más acá que hemos de identificar. Aunque, si analizamos con atención los términos, estos nos remiten a una cierta distancia e imprecisión, motivo por el cual se nos torna bastante difícil dar el paso para dicha conexión, puesto que de un lado al otro hay simplemente un microsegundo que es dado por la voluntad de alcanzar la conexión con nuestro propio ser.

Conociendo entonces la existencia de éste mundo tan perfectísimo, se nos hace difícil entender el por qué se nos arrojó a éste mundo que tantos dolores de cabeza nos provoca. La cuestión es que siempre estamos en la búsqueda de volver a nuestros orígenes. Ante esto quiero hacer un pequeño inciso, puesto que a este volver a nuestros orígenes, algunos lo llaman felicidad, otros confunden felicidad con los momentos efímeros de placer y satisfacción que provocan los objetos mundanos. Por tanto, llamaré felicidad a alcanzar, aunque sea por un breve instante, esa conexión con nuestro propio ser.

Ahora bien, en qué momento? ¿De qué forma? Muchas son las maneras de alcanzar esta comunión con la que eliminamos la materialidad y nos sentimos y encontramos con nosotros mismos. Dualidad que desprende el cuerpo del alma. Quizás en ese mundo interior. Quizás, ese mundo interior es el mundo perfecto e inmutable del cual decimos que nos han expulsado. En ese mundo de las cosas bellas y perfectas al cual pertenecemos pero se nos prohíbe permanecer allí por mucho tiempo…

Existen varias maneras de conectar o, al menos, de intentarlo. Hay quienes lo hacen a través de la meditación. Hay quienes, de forma una tanto insensata, aunque no se ha de desmerecer su esfuerzo, lo hacen a través de la ciencia. Otros lo hacemos por medio de la Filosofía. Pero también existen otros que lo hacen a través de la música, de la composición, por medio de una extraña fusión con sus instrumentos musicales… Es en este grupo, en el de los músicos instrumentistas, que en ocasiones dicen que es puro mecanicismo y que nada transmiten, en el que me quiero centrar en este breve ensayo, con el que pretendo exponer mi teoría de la conexión perfecta de nuestras almas con el mundo perfecto e inmutable platónico. Teoría que no es del todo incoherente y que es menester hacer otras tantas, puesto que ya trae una larga lista de investigaciones y tratados al respecto entre los cuales podemos destacar a Descartes y a Boecio, con reflexiones respecto a esta cuestión.

El mecanicismo en la música.

Líneas anteriores comentaba respecto a lo que algunos músico dicen en referencia a tocar sus instrumentos. Planteamientos tales como que cuando están tocando están pensando en la nota, la partitura, la posición, la perfección del sonido, por tanto, consideran esta labor como puro mecanicismo. Ante esto quiero hacer una breve reflexión; Efectivamente es una especie de mecanicismo en tanto que para transmitir una pieza musical se ha de mantener una cierta permanencia y estabilidad de las estructuras musicales, puesto que sin éstas partituras, sin la precisión de las notas musicales y del sonido, las piezas sonarían de formas muy distinta y no se alcanzaría la réplica de ese mundo inmutable creado por esas notas acomodadas de forma armoniosa y perfecta con la que se reproduce dicha pieza. Hemos de tener en cuenta que tanto las notas musicales como las matemáticas pertenecen al mundo perfecto y armonioso de las ideas inmutables, en tanto que un 3 es exactamente igual de contenido, y no de forma, puesto que en formas, podemos imaginarlos de las mas diversas, pero su valor y contenido es inmutable, en tu mente como la mía sigue siendo un 3, así como un la o una corchea serán iguales tanto en tu mente y en la mía.

Así pues, consideremos que, el músico, parte para su labor, desde su lado más racional, por tanto, dicha labor es una proyección de su yo interior, de su propio ser.

El músico como Demiurgo

El músico tiene esa capacidad de crear ese mundo en que tanto él como sus espectadores se pierden. El músico es un principio activo de creación de un mundo que puede ser perfecto, o no, con armonías provenientes del mundo de las ideas.

Comienza la acción. Conceptos tales que todos podemos comprender. En la sala o a la intemperie. Sentado o de pie. Instrumento musical, realizado por artesanos, en mano. Atril. Partitura. El músico, solo, en éste mundo terrenal con todos estos elementos se mimetiza para que, en breves instantes, todo se convierta en perfección; Posición perfecta, pentagrama, notas musicales colocadas a la perfección en dicho pentagrama. Respiración profunda. Relajación. Concentración.

Frente a él, el o los espectadores. Espectadores en tanto que se mantienen frente a él a la espera de cuanto pueda surgir de la comunión que pueda conseguir del entorno que se ha creado por el músico. A la espera de conseguir la comunión con dicho acto. Si se consigue la misma, todo el entorno se perderá y se dejará de percibir todo lo material. Ambos olvidaran sus cuerpos para remitirse con sus emociones y sensaciones al mundo perfecto de las ideas. Uno perdido en busca de su perfección “mecánica”,

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