La Muerte Para Empezar

“Y es que la evidencia de la muerte no sólo le deja a uno pensativo, sino que le vuelve a uno pensador” (Savater, Fernando. 2008).

Savater expresa que entender y tener certidumbre de la muerte propia nos hace verdaderos humanos. Esto nos hace comprender que somos mortales, y no necesariamente el que muere es mortal, sino es quien está seguro de que va a morir. Los que son verdaderamente vivientes son los que son mortales, es decir, que sabemos que vamos a morir y que la vida consiste en eso. La razón por la que empieza a hablar sobre la muerte antes que la libertad y el amor es por experiencia propia. No es el tema principal de la filosofía, ni lo hace para que lo reconozcamos como original, sino es la muerte prevista la que nos hace vivientes. Por estas razones son por las que comienza el primer capítulo con este tema. Si no existiese la muerte habría mucho que ver y una cantidad indeterminada (prolongada) de tiempo para hacerlo, y por lo tanto habría muy poco que hacer y no habría nada en que pensar. No por saber que vamos a morir, no lo vamos a evitar.

Sabemos muy poco de la muerte, pero si sabes que es personal e intransferible. Nadie puede morir por nadie; es decir, nadie puede evitar la muerte (antes o después) de otro. Lo único que se puede hacer por otro es “comprarle tiempo” si alguien se ve en la situación de “sacrificarse” por éste. “La deuda que todos tenemos con la muerte la debe pagar cada cual con su propia vida, no con otra”. Hay otra cosa que también sabemos de la muerte, que es inminente; es decir, desde que comenzamos la vida nos podemos morir. “No morimos porque estemos enfermos sino porque estamos vivos” (Montaigne). Aunque a veces no sea probable que nos muramos, siempre es posible. Si no existiese la muerte no habría religiones ni dioses, viviríamos siendo ateos.

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