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La Odisea Capitulo 12


Enviado por   •  20 de Octubre de 2012  •  4.178 Palabras (17 Páginas)  •  2.220 Visitas

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CANTO XII

LAS SIRENAS ESCILA Y CARIBDIS.

LA ISLA DEL SOL. OGIGIA

Cuando la nave abandonó la corriente del río Océano y arribó al oleaje del ponto de vastos caminos y a la

isla de Eea, donde se encuentran la mansión y los lugares de danza de Eos y donde sale Helios, la

arrastramos por la arena, una vez llegados. Desembarcamos sobre la ribera del mar, y dormidos esperamos a

la divina Eos.

«Y cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, envié a unos compañeros al

palacio de Circe para que se trajeran el cadáver del difunto Elpenor. Cortamos enseguida unos leños y lo

enterramos apenados, derramando abundante llanto, en el lugar donde la costa sobresalía más. Cuando

habían ardido el cadáver y las armas del difunto, erigimos un túmulo y, levantando un mojón, clavamos en lo

más alto de la tumba su manejable remo. Y luego nos pusimos a discutir los detalles del regreso.

«Pero no dejó Circe de percatarse que habíamos llegado de Hades y se presentó enseguida para

proveernos. Y con ella sus siervas llevaban pan y carne en abundancia y rojo vino. Y colocándose entre

nosotros dijo la divina entre las diosas:

«"Desdichados vosotros que habéis descendido vivos a la morada de Hades; seréis dos veces mortales,

mientras que los demás hombres mueren sólo uná vez. Pero, vamos, comed esta comida y bebed este vino

durante todo el día de hoy y al despuntar la aurora os pondréis a navegar; que yo os mostraré el camino y os

aclararé las incidencias para que no tengáis que lamentaros de sufrir desgracias por trampa dolorosa del mar

o sobre tierra firme."

«Así dijo, y nuestro valeroso ánimo se dejó persuadir. Así que pasamos todo el día, hasta la puesta del sol,

comiendo carne en abundancia y delicioso vino. Y cuando se puso el sol y cayó la oscuridad, mis

compañeros se echaron a dormir junto a las amarras de la nave. Pero Circe me tomó de la mano y me hizo

sentar lejos de mis compañeros y, echándose a mi lado, me preguntó detalladamente. Yo le conté todo como

correspondía y entonces me dijo la soberana Circe:

«"Así es que se ha cumplido todo de esta forma. Escucha ahora tú lo que voy a decirte y lo recordará

después el dios mismo.

«"Primero llegarás a las Sirenas, las que hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas. Quien acerca

su nave sin saberlo y escucha la voz de las Sirenas ya nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos,

llenos de alegría porque ha vuelto a casa; antes bien, lo hechizan éstas con su sonoro canto sentadas en un

prado donde las rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca. Haz pasar de

largo a la nave y, derritiendo cera agradable como la miel, unta los oídos de tus compañeros para que

ninguno de ellos las escuche. En cambio, tú, si quieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme

junto al mástil que sujeten a éste las amarras , para que escuches complacido, la voz de las dos Sirenas; y si

suplicas a tus compañeros o los ordenas que te desaten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas.

«"Cuando tus compañeros las hayan pasado de largo, ya no te diré cuál de dos caminos será el tuyo;

decidelo tú mismo en el ánimo. Pero te voy a decir los dos: a un lado hay unas rocas altísimas, contra las que

se estrella el oleaje de la oscura Anfitrite. Los dioses felices las llaman Rocas Errantes. No se les acerca

ningún ave, ni siquiera las temblorosas palomas que llevan ambrosía al padre Zeus; que, incluso de éstas,

siempre arrebata alguna la lisa piedra, aunque el Padre (Zeus) envía otra para que el número sea completo.

Nunca las ha conseguido evitar nave alguna de hombres que haya llegado allí, sino que el oleaje del mar,

junto con huracanes de funesto fuego, arrastran maderos de naves y cuerpos de hombres. Sólo consiguió

pasar de largo por allí una nave surcadora del ponto, la célebre Argo, cuando navegaba desde el país de

Eetes. Incluso entonces la habría arrojado el oleaje contra las gigantescas piedras, pero la hizo pasar de largo

Hera, pues Jasón le era querido.

«"En cuanto a los dos escollos, uno llega al vasto cielo con su aguda cresta y le rodea oscura nube. Ésta

nunca le abandona, y jamás, ni en invierno ni en verano, rodea su cresta un cielo despejado. No podría

escalarlo mortal alguno, ni ponerse sobre él, aunque tuviera veinte manos y veinte pies, pues es piedra lisa,

igual que la pulimentada. En medio del escollo hay una oscura gruta vuelta hacia Poniente, que llega hasta el

Erebo, por donde vosotros podéis hacer pasar la cóncava nave, ilustre Odiseo. Ni un hombre vigoroso,

disparando su flecha desde la cóncava nave, podría alcanzar la hueca gruta. Allí habita Escila, que aúlla que

da miedo: su voz es en verdad tan aguda como la de un cachorro recién nacido, y es un monstruo maligno.

Nadie se alegraría de verla, ni un dios que le diera cara. Doce son sus pies, todos deformes, y seis sus largos

cuellos; en cada

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