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Problema De Gettier


Enviado por   •  22 de Diciembre de 2011  •  2.195 Palabras (9 Páginas)  •  639 Visitas

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¿Qué es el Problema de Gettier?

La parte de la Filosofía que estudia todo lo referente al conocimiento en general, su alcance, su naturaleza, su origen, etc. se llama Gnoseología (o también “Teoría del Conocimiento”). La pregunta por ¿qué es el conocimiento?, nació junto con la propia Filosofía y ha sido tratada por los más célebres pensadores de toda la historia.

En una de sus obras, llamada “Teeteto”, Platón narra una discusión entre Sócrates y Teeteto, en la que debaten sobre qué es el conocimiento. Allí se explica que la única forma de entender este concepto sin caer en ambigüedades, es definirlo como una creencia verdadera y justificada. Y aunque parezca difícil de creer, esta definición se mantuvo plenamente firme durante toda la historia –claro que surgieron variantes, desarrollos y demás; pero a ésta se la aceptaba como “la definición clásica”–, hasta que en el año 1963, el filósofo estadounidense Edmund Gettier desarrolló unos contraejemplos que intentaron demostrar que esta forma de entender el conocimiento no es completa. A estos contraejemplos o experimentos mentales se los denomina como Problemas de Gettier.

Gettier publicó un artículo muy breve con el título de “Is Justified True Belief Knowledge?” (“¿Es Conocimiento la Creencia Verdadera y Justificada?”), que le valió el reconocimiento y prestigio internacional. El impacto que tuvo ese célebre artículo fue tremendo, ya que con unas simples consideraciones que a primera vista pueden parecer ingenuas, demostró que una creencia verdadera y justificada puede resultar no ser conocimiento; lo que, obviamente, generó una amplísima polémica. Al final de la entrada voy a dejar un enlace al artículo y a una traducción al español. Ahora veamos despacio de qué se trata todo esto.

Supongamos que definiéramos al conocimiento simplemente como una creencia. Por ejemplo, si yo creo que ayer llovió, afirmo como consecuencia que tengo el conocimiento de que ayer llovió. Es fácil ver que esto no es consistente, ya que si estoy equivocado y mi creencia es falsa, no puedo aseverar que tengo un conocimiento. Si ayer no llovió, por más que esté convencido (falsamente) de que sí, esta creencia evidentemente no es conocimiento.

Entonces mejoremos un poco la definición así: el conocimiento es una creencia verdadera. Por ejemplo, si yo creo que ayer llovió y efectivamente así fue, sostengo por lo tanto que mi creencia es ahora un conocimiento. Pero aún así, esta forma de definir el conocimiento no sirve. Para ver por qué, más claramente, supongamos que arrojo un dado y que tengo la creencia de que va a salir el número uno. Imaginemos que, en efecto, sale el número uno. Mi creencia es entonces verdadera, pero no puedo afirmar que tenía el conocimiento de que saldría el número uno. Sí; mi creencia fue verdadera, pero por mero azar. Y en el caso de la creencia de que ayer llovió, yo pude haberla propuesto por instinto, y de hecho pudo ser cierta –por casualidad–; pero es evidente que mi creencia, aunque verdadera por azar, no constituye conocimiento firme.

De esta manera, la única forma (según se explica en el Teeteto) de que una proposición constituya conocimiento es que sea una creencia verdadera y además justificada con evidencia. Veamos. Sigamos con el ejemplo anterior pero agreguémosle algo más. Supongamos que Sócrates tiene la creencia de que ayer llovió y que tiene evidencia firme que lo justifica –como por ejemplo, que él mismo fue empapado por la lluvia–, por lo que la creencia es verdadera y justificada. Ahora sí podemos afirmar que él tiene conocimiento de que ayer llovió.

Se entendía que estas tres condiciones –creencia, veracidad y justificación– son necesarias y suficientes. Necesarias, porque solamente cuando todas ellas son válidas podemos hablar de conocimiento. Suficientes, porque basta con que sólo se verifiquen esas tres, y no se necesita nadas más.

Todo era fantástico; nadie encontraba ninguna falla a esta definición, hasta que apareció el sin duda perspicaz Gettier, aunque algunos señalan que fue Wittgenstein quien había incitado antes el problema que sugiere esta forma de entender el conocimiento. De todas formas, fue Edmundo Gettier quien desarrolló unos célebres contraejemplos lógicos brillantemente sencillos y reveladores, que comprometen a la concepción tripartita del conocimiento, que estuvimos viendo.

El ejemplo que voy a poner aquí no es literalmente el mismo que el de Gettier, pero la estructura lógica –que es lo que nos interesa– permanece intacta. Igualmente, luego puedes leer el original.

Imaginemos que Platón se encuentra cara a cara con Gettier. Platón ha observado claramente que Gettier tiene un calzado color carmesí, y por otro lado ha corroborado rigurosamente que Gettier recibirá un reconocimiento, por parte del pueblo, por su gran labor como pensador. Es decir, Platón está justificado en afirmar:

(a) Gettier tiene calzado color carmesí y Gettier recibirá un reconocimiento por su labor como pensador.

De la proposición anterior, Platón infiere lo siguiente:

(b) El hombre que tiene calzado color carmesí recibirá un reconocimiento por su labor como pensador.

Atendamos a esto. Platón está totalmente justificado en aceptar a (b) como verdadera, a partir de los fundamentos que establece (a), para los cuales tiene, como vimos, evidencia firme.

Pero supongamos que, a último momento, y sin que Platón lo sepa, el pueblo decide destinar el reconocimiento a Platón y no a Gettier. Imaginemos, además, que Platón también tiene un calzado color carmesí, aunque en ningún momento se percató de ello pues no tenía importancia. Entonces, vemos que la proposición (a) es falsa, mientras que (b) sigue siendo verdadera. Aquí llegamos al quid de la cuestión. Platón tiene la creencia verdadera y justificada de que (b) y no por ello podemos decir que tiene conocimiento de que (b). En otras palabras, la proposición (b) cumple todos los requisitos necesarios para ser considerada conocimiento: es totalmente verdadera, Platón cree en ella y está justificado para hacerlo, pero vemos claramente que él no ‘sabe’ que (b), ya que la ha formulado en virtud de que era Gettier quien tiene calzado color carmesí, y que era también Gettier quien recibiría el reconocimiento.

Sí; yo también puse esa cara la primera vez que leí este argumento, pero adentrándonos un poco más veremos que el asunto es más profundo y complejo de lo que parece. Los problemas de Gettier tienen dos puntos o supuestos importantes, de los que el propio estadounidense hace mención en su artículo. Éstos son:

 La evidencia y el

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