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Una Antigualla De Sevilla


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2012  •  1.630 Palabras (7 Páginas)  •  376 Visitas

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UNA ANTIGUALLA DE SEVILLA

Romance I

- El candil

Más ha de quinientos años,

en una torcida calle,

que de Sevilla, en el centro,

da paso a otras principales;

Cerca de la media noche,

cuando la ciudad más grande

es de un grande cementerio

en silencio y paz imagen;

De dos desnudas espadas

que trababan un combate,

turbó el repentino encuentro

las tinieblas impalpables.

El crujir de los aceros

sonó por breves instantes,

lanzando azules centellas,

meteoro de desastres.

Y al gemido, ¡Dios me valga!

¡Muerto soy! Y al golpe grave

de un cuerpo que a tierra vino,

el silencio y paz renacen.

Al punto una ventanilla

de un pobre casuco abren;

y, de tendones y, huesos,

sin jugo, como sin carne,

Una mano y brazo asoman,

que sostienen por el aire

un candil, cuyos destellos

dan luz súbita a la calle.

En pos un rostro aparece

de gomia o bruja espantable

a que otra marchita mano

o cubre o da sombra en parte.

Ser dijérase la muerte

que salía a apoderarse

de aquella víctima humana

que acababan de inmolarle;

O de la eterna justicia,

de cuyas miradas nadie

consigue ocultar un crimen,

el testigo formidable.

Pues a la llama mezquina,

con el ambiente ondeante,

que dando luz roja al muro

dibujaba desiguales.

Los tejados y azoteas

sobre el oscuro celaje,

dando fantásticas formas

a esquinas y bocacalles.

Se vio en medio del arroyo,

cubierto de lodo y sangre,

el negro bulto tendido

de un traspasado cadáver.

Y de pie a su frente un hombre,

vestido negro ropaje,

con una espada en la mano,

roja hasta los gavilanes.

El cual, en el mismo punto,

sorprendido de encontrarse

bañado de luz, esconde

la faz en su embozo, y parte.

Aunque no como el culpado

que se fuga por salvarse,

sino como el que inocente,

mueve tranquilo el pie y grave.

Al andar, sus choquezuelas

formaban ruido notable,

como el que forman los dados

al confundirse y mezclarse.

Rumor de poca importancia

en la escena lamentable,

mas de tan mágico efecto,

y de un influjo tan grande.

En la vieja, que asomaba

el rostro y luz a la calle,

que, cual si oyera el silbido

de venenosa ceraste,

O crujir las negras alas

del precipitado Arcángel,

grita en espantoso aullido,

¡Virgen de los Reyes, valme!

Suelta el candil, que en las piedras

se apaga y aceite esparce,

y cerrando la ventana

de un golpe, que la deshace,

Bajo su mísero lecho

corre a tientas a ocultarse,

tan acongojada y yerta,

que apenas sus pulsos laten.

Por sorda y ciega haber sido

aquellos breves instantes,

la mitad diera gustosa

de sus días miserables:

Y hubiera dado los días

de amor y dulces afanes

de su juventud, y dado

las caricias de sus padres,

Los encantos de la cuna,

y... en fin, hasta lo que nadie

enajena, la esperanza,

bien solo de los mortales:

Pues lo que ha visto la abruma,

y la aterra lo que sabe,

que hay vistas, que son peligros,

y aciertos

...

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