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Vida, Muerte & Trascendencia


Enviado por   •  25 de Octubre de 2013  •  2.648 Palabras (11 Páginas)  •  2.506 Visitas

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HOMBRE Y DIOS EN EL PENSAMIENTO MEDIEVAL: SANTO TOMÁS

INTRODUCCIÓN

El cristianismo no es filosofía, pero algunos de los elementos más importantes que utiliza en su propuesta de salvación han sido objeto tradicional de la filosofía, por lo que no es extraño que los creyentes hayan usado esta disciplina como fundamento de algunas de sus creencias. Una de las preocupaciones más importantes del pensamiento medieval fue la relación entre la teología y la filosofía, entre la fe y la razón. El problema es discernir cuál es la relación entre el conocimiento sobrenatural del hombre, alcanzado por revelación, y el conocimiento natural, logrado a través del intelecto y los sentidos.

I. EL PROBLEMA DE LA RELACIÓN FE Y RAZÓN

Para Santo Tomás, la distinción filosofía/teología descansa en la separación entre orden natural y sobre- natural: el orden de conocimiento natural procede de la razón humana, da lugar a la filosofía y tiene carácter demostrativo; el orden sobrenatural procede de la revelación y de la fe y es un conocimiento oscuro; algunas de sus verdades están al alcance de la razón, y otras la exceden. Ambos conocimientos provienen, en último término, de Dios, por lo que entre ellos no puede haber contradicción. Entre las dos esferas de conocimiento cabe la colaboración, dando lugar a la teología: la revelación puede orientar a la razón y le permite evitar errores; la razón le sirve a la fe para aclarar y defender los misterios de la revelación. Algunas creencias nunca podrán ser demostradas por la razón y otras sí, como los preámbulos de la fe (existencia de Dios e inmortalidad del alma). Habrá dos tipos de teología: la racional o natural, que llega a Dios utilizando una capacidad ligada a la naturaleza humana, la razón; y la teología cristiana o sobrenatural: su fundamento es la doctrina revelada y la fe, pero usa también de la razón para conseguir un orden científico y como arma dialéctica.

II. LA EXISTENCIA DE DIOS

1. El problema de su demostración. Podríamos pensar que Dios puede ser perceptible directamente por la razón, al modo como vemos las verdades del tipo "los triángulos tienen tres lados"; a estas proposiciones las denomina Sto. Tomás evidentes en sí mismas; en ellas el predicado se incluye en el sujeto pues en la esencia de sus objetos se encuentra la propiedad referida en la proposición. Son, además, evidentes para nosotros cuando las vemos como verdaderas con solo comprender el concepto sujeto. Si la existencia de Dios se incluyese en su esencia, entonces podríamos captar la verdad de la proposición “Dios existe” con la mera comprensión del término "Dios"; algunos filósofos (S. Anselmo p. ej.) creerán que se puede mostrar la existencia de Dios basándose en ese supuesto (el "argumento ontológico"). Sto Tomás mantendrá, por el contrario, que no cabe una argumentación de ese género porque la esencia de Dios no nos es dada con la misma claridad que por ejemplo, la esencia del triángulo. Ello quiere decir que la proposición "Dios existe" no es evidente para nosotros, aunque sea evidente en sí misma (pues es verdad que la existencia se incluye en la esencia de Dios).

2. Las cinco vías. Según Sto. Tomás, la demostración meramente racional de la existencia de Dios no es la adecuada pues no es acorde a las facultades humanas; debemos llegar a Dios a partir de lo más conocido para nosotros, de la experiencia sensible. Sus pruebas (las Cinco Vías) tienen antecedentes en Aristóteles y Platón y son demostraciones a posteriori: parten de los efectos de la actuación de Dios en el mundo para remontarse a Él como causa última. La Tercera Vía comienza destacando uno de los rasgos más importantes de todos los objetos finitos, la radical insuficiencia de su ser, la contingencia: todos los seres existen pero podrían no existir; si existen y podrían no existir es pensable un tiempo en el que no existían; y si nada más que ellos existiera en la realidad, ahora nada tendría que existir. Como este no es el caso, es preciso suponer que exista un ser necesario, un ser que tenga la razón de su existencia en sí mismo y no en otro, y ese ser es Dios. La Quinta Vía parte de la existencia de orden en el mundo natural y de la necesidad de que exista siempre una inteligencia que dirija el comportamiento de aquellos seres que tienen conducta final, conducta ordenada a un propósito. Es el caso de que los seres naturales no disponen de inteligencia, luego han tenido que ser creados por otro ser que les haya dado su disposición al comportamiento más adecuado para alcanzar los fines que les son propios; en conclusión, debe existir una Inteligencia Ordenadora a la que cabe llamar Dios.

III. LA ESENCIA DE DIOS

Santo Tomás quiere defender la posibilidad del conocimiento de Dios sin rebajar la calidad de su ser, evitando dos extremos: afirmar la posibilidad del conocimiento de Dios a costa de aproximar demasiado su ser a las cosas del mundo (con el peligro de su antropomorfización); y separar radicalmente a Dios del mundo, negando con ello la posibilidad de su conocimiento racional. Para ello empleará varios recursos: la afirmación: afirmaremos de Dios únicamente aquellas propiedades puras que no traen consigo imperfección; la negación: obtenemos un concepto negativo de Dios negando de Dios las propiedades de las criaturas que implican imperfección; la eminencia diremos que Dios posee de forma infinita las perfecciones que encontramos en las criaturas. Por su parte, la analogía nos recuerda que las palabras empleadas para pensar a Dios no tienen exactamente el mismo significado que poseen cuando las empleamos para referirnos a las cosas finitas (no tienen un significado unívoco), pero tampoco equívoco, sino analógico, en parte igual y en parte distinto.

Las Cinco Vías suministran otros tantos predicados de Dios: Motor inmóvil, Causa incausada, Ser necesario y perfectísimo, Inteligencia suprema. El constitutivo formal es el atributo fundamental, el primero ontológicamente y del que se derivan los demás. El constitutivo formal de Dios es el mismo ser subsistente: en Él la esencia se identifica con la existencia. Esta propiedad es la raíz de todas las demás perfecciones y aquello por lo cual su esencia se distingue de los seres creados, en todos los cuales la esencia es distinta de la existencia. Los atributos divinos pueden ser entitativos u operativos. Los atributos entitativos de Dios se refieren a su ser (simplicidad, perfección, infinidad, inmutabilidad, unidad, bondad, omnipresencia y eternidad) y todos ellos hacen de Dios un ser trascendente

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