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EXPRESIONES MARGARITEÑAS


Enviado por   •  17 de Septiembre de 2012  •  17.959 Palabras (72 Páginas)  •  7.181 Visitas

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A

ABACORAR:

Molestar, fastidiar, atemorizar, perseguir, maltratar, injuriar, regañar, intimidar, incomodar, acosar, hostigar. Como se observa es muy extensa la gama de su aceptación en el medio rural margariteño, como también, en el área caribeña en general. “Como es nuevo en el salón, los condiscípulos lo tienen abacorado con mofas y desprecios”. “Los camaroneros del Puerto Libre se sienten abacoraos por algunos guardias”. “Los pescadores de orilla se quejan de estar abacorados por los pescadores de rastra”. Abacora es un pez muy acosado por los grandes, quizás por su analogía debió el nombre. Para el “mameyero” Melchor Figueroa no había mejor sancocho que el de abacora con chimbombó.

ALBERCON (Alberca):

Depósito rústico para recoger el agua de manantial para fines de regadío; también se le llama abercón, abalcón o poza. La presencia de estas fuentes de fácil aprovechamiento ha jugado un papel extraordinario en el proceso histórico de la Isla, como consecuencia del escaso índice de pluviosidad que le es característico. Desde los días iniciales de la colonización (1534), la política sobre la tenencia de la tierra en Margarita se asimiló a la presencia de agua en algunas regiones, que permitiera el cultivo y la ganadería. La corona conminó a los que se trasladaban de Cubagua a construir en el fértil Valle del Espíritu Santo, a vivir en él cuatro meses del año «so pena de perder y pierdan, el agua y las tierras y repartimiento que tuvieron en la dicha isla de Margarita». Las pocas Encomiendas concedidas, como las mercedes de las tierras otorgadas a los fieles vasallos de su Majestad, respondieron, en todo momento, a la existencia del elemento líquido, como factor imprescindible para garantizar la productividad requerida, a los fines de asegurar el derecho de uso y usufructo de la merced concedida; «el Juez Frías acuso el fenómeno de repliegue de los naturales a las tierras de secano, mientas que los españoles acaparaban las de regadío».

Los albercones o albercones de «La Estancia», «La Rinconada», «Fuentidueño», «La Aguada», «Ochenta», «El Tamoco», «El Estanque», «El Chaure», «Matasiete», «Mata Hambre», «Las Piedras», «La Sierra», «San Juan», «Las Pozas del Quebrahacho», «El Chorro», «Los Dominicos». “El Cachimbito, etc., se asocian a los nombres de las personas agropecuarias que detentaron durante la época colonial las hidalgas familiar insulares o algunas órdenes religiosas, como fue el caso de «La Estancia», que perteneció a los RR.PP. de la Orden de Santo Domingo. Esta hermosa finca agrícola, ubicada en la sección noreste del ubérrimo valle de Paraguachí, constituye un caso excepcional en el agro isleño, tanto por la extensión, 170 fanegadas y media de tierra (alrededor de 260 hectáreas), como por la fertilidad que le auspicia la presencia de un cristalino riachuelo. Tanto los bienes del Convento de Santo Domingo, como los del Convento de San Francisco quedaron afectados por el Decreto del 23 de febrero de 1837, cuyo cúmplase lo estampó el General José María Carreño, Vicepresidente del Consejo de Gobierno y Encargado de la Presidencia de la República. Según este Decreto, quedaban suprimidos los conventos y sus bienes serán aplicados a la producción de rentas para el fomento de la institución pública; en consecuencia, el recién creado Colegio Nacional de Margarita (Decreto de 5 de julio de 1833) se estableció en el edificio del Convento de San Francisco y como rentas para su funcionamiento las que pudieran producir, en alquiler o arriendo, las propiedades de las referidas congregaciones. Así contribuyó «La Estancia» a la cultura margariteña. Esta finca fue adquirida por la familia Maneyro de Pampatar, a la cual pertenecieron dos ilustres representantes del procerato insular, Manuel Plácido y José Joaquín Maneyro. El primero representante de la Provincia en el Congreso de 1811 y el segundo, héroe de innúmeros combates contra la denominación española. Su último descendiente, dueño de «La estancia» lo fue otro Manuel Plácido Maneyro, quien la vendió al señor Antonio Monasterio. A raíz de la muerte de éste, sus herederos la vendieron a la Nación para fines de la reforma agraria. Actualmente, el Ministerio de Educación adelanta los planes para transformarla en Escuela-Granja Artesanal.

En su mayoría, estos albercones aún prestan servicio, no así, el de San Juan Bautista, cercano a la ciudad de su nombre pues fue menester drenarlo por requerimiento sanitario. Aún pueden observar secciones de sus viejos muros. En sus aledaños se construyó la plaza «Licenciado Gaspar Marcano», en homenaje a este ilustre patricio, que aunó a su condición de combatiente en los campos de guerra, la sensibilidad poética con que hizo la crónica en verso de la gesta insular.

ACHONGARSE:

Amilanarse, apocarse, atemorizarse, acobardarse, desconcertarse. “Está achongado por temor a la recluta”. “Lo tiene achongado la insurgencia de los malandros”. “Los navegantes del Valle de Pedro González jamás se achongaron ante los embates del mar”.

AGAJE:

Cesto grande de madera y corteza, semi-cónico; usado en forma pareada para transportar en bestias frutos u objetos voluminosos. En la década del cuarenta, aún se empleaban en Margarita un tipo de agaje grande, como medida para vender la yuca por carga; es decir, equivalía a dos sacos de pita, llenos.

“Quien creyera, quien dijiera,

que por no pagar pasaje,

José Asunción se montara

En un sillón con agaje” (¹)

(¹) Fragmento derivado de unos versos, aparecidos en La Asunción en la tercera década del siglo, referidos a don José Asunción (Morón) Salazar, tan apegado al transporte animal, a pesar de su estirpe procera.

AGUADO/A:

Insípido/a; desabrido/a sin consistencia; flojo/a; abundante de agua o aguchiná/o; displicente; débil; tímido/a; poco diligente; poco lúcido/a; quien no despierta interés, inquietud. También se dice aguao, aguá. La yuca dulce cuando se cuece y no se ablanda, se dice que está aguá. “Esa leche está aguada no pinta el café”. “está hablando aguao”.

AMBILADO/A:

Hambreado/a; trasnochado/a; amodorrado/a; enratonado/a. Comúnmente se dice: Ambilá, ambilado, lambío. “Amaneció ambilado después de la farra de anoche”. “La luna de miel cuando es muy larga deja la pareja ambilá”.

ANDANCIA:

Epidemia que ataca indistintamente a niños

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