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23 De Enero De 1958


Enviado por   •  22 de Mayo de 2014  •  606 Palabras (3 Páginas)  •  477 Visitas

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Conciudadanos, Miembros de la Junta Patriótica, Compañeros y Compañeras de Partido:

Domino mi emoción para este reencuentro. Regreso a trabajar con mi Partido y con el pueblo para ayudar a establecer definitivamente en Venezuela el régimen democrático y representativo, para que ya no suframos otra vez la vergüenza y la humillación colectiva de los diez años del oprobio, esos que desaparecieron en la madrugada gloriosa del 23 de enero.

Fue esta lucha final la culminación de un proceso de resistencia a la opresión que se inició el propio 25 de noviembre de 1948. Hombres de todos los partidos políticos y sin militancia en ellos, demostraron en las cárceles, en los campos de concentración de Guasina y Sacupana y en el exilio, que en este país estaba viva la pasión por la libertad, y que llegado el momento el pueblo venezolano se uniría, como se unió, para realizar esa gloriosa epopeya de la reconquista de la libertad.

Decía que cuando se produjo la insurrección popular del 21 al 23 de enero, ya había sido precedida por la rebelión de Maracay del 10 de enero, y era perfectamente previsible que en el momento decisivo del gran choque entre la dictadura superarmada y el pueblo, los sectores institucionalistas de las Fuerzas Armadas le darían la espalda al tirano para tenderle la mano al pueblo. No es ésta una apreciación a posterior. Por el conocimiento directo que tuve de la oficialidad de las distintas armas durante la época en que ejercí la Presidencia de la República, adquirí la convicción de que en mis compatriotas de uniforme había reservas de patriotismo, de verdadero espíritu institucional; y esta afirmación la hago porque el peor de los errores –crimen más que error– sería adoptar actitudes que contribuyan a alimentar la prédica que durante diez años se hizo en los cuarteles, de que había un abismo insalvable entre la Venezuela que viste uniforme y los seis millones de compatriotas que visten de civil.

Estas cuestiones fueron objeto de discusión y análisis, como los otros temas de la problemática nacional, en los diálogos realizados con Rafael Caldera y Jóvito Villalba, esas dos grandes figuras de la democracia nacional, exiliados como yo en la ciudad de Nueva York. Y cuando llegó a esa ciudad el General López Contreras, durante muchas horas discutimos con él, y también encontramos en el ex Presidente un hombre fundamentalmente interesado en que en este país se asiente la democracia definitivamente.

Y no vacilo en decir que si una muerte prematura no lo hubiera arrebatado del mundo de los vivos, con el ex Presidente Medina Angarita hubiéramos podido discutir sobre los problemas de Venezuela, con ánimo sincero de buscarles soluciones razonables.

Es que nos hemos convencido todos de que el canibalismo político, la encendida pugnacidad de la lucha política, le barre el camino a la barbarie para que irrumpa y se apodere de la República.

Al expresarme así no estoy definiendo una actitud de carácter personal. Estoy ratificando una línea de partido, del Partido Acción Democrática, adelantada en su primer manifiesto a la Nación.

Dejamos en la dura lucha muchos compañeros, inolvidables, caídos en las calles, en las cárceles, en el exilio, en las cámaras de torturas, en los campos de concentración. Permítanme, compatriotas, que no los recuerde por sus nombres, porque la voz se me quebraría de dolor. Pero es en nombre de esos que cayeron en el frente de batalla de la dignidad nacional, y en nombre de nuestra propia responsabilidad, que afirmo enfáticamente que no regresamos a la vida pública con ansias de venganza; que no regresamos a la lucha política legal — porque en ningún momento desapareció la terca y obstinada lucha clandestina de la resistencia

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