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Crisis Financiera De México 2008


Enviado por   •  23 de Junio de 2014  •  2.251 Palabras (10 Páginas)  •  201 Visitas

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Crisis Financiera en México 2008

Los inversionistas extranjeros sacaron de México recursos por 22 mil 190 millones de dólares depositados en la Bolsa Mexicana de Valores o en bonos de deuda del gobierno federal, los cuales ajustados por la depreciación del peso serían de US$7,600 millones. En medio de la peor crisis financiera mundial, el gobierno de México realizó en los mercados internacionales una emisión de deuda por 2 mil millones de dólares con vencimiento en 2019. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público informó que con la operación se tuvo una demanda de más de 4 mil millones de dólares, lo cual es más de dos veces el monto emitido.

El origen del problema nace del impulso financiero estadounidense ya convertido en el sector no sólo más dinámico, sino claramente dominante de esa economía (el peso de la banca y de los negocios inmobiliarios rebasa en más del 50% la contribución de las manufacturas al producto).

Con ese criterio, los bancos de inversión comenzarán a usar su enorme liquidez en empaquetar hipotecas buenas y subprime en derivados complejos, como las obligaciones colateralizadas de deuda (colaterized debt obligations o CDO) o en créditos estructurados.

Aquí la innovación financiera de los derivados en dispersar los riesgos, permite a los bancos no ser muy escrupulosos en la calidad de las hipotecas ni en la capacidad de servirles por los prestatarios. La razón es simple, esos papeles se colocarían entre una multitud de ahorradores que cargarían con la mayor parte del riesgo, obligando o multiplicando el de la banca. Sin embargo, el criterio de la maximización de ganancias, llevó a la propia banca a quedarse con una parte importante de las emisiones del papel, aprovechando su enorme capacidad de apalancamiento (hasta tres veces su capital) y las diferenciales en tasas de interés de las hipotecas de baja calificación. Aun así, la banca buscó una segunda salvaguarda con otros derivados los credit deficit, una especie de seguro emitido por empresas como la AIG.

Cuando los precios de los bienes inmuebles comenzaron a caer, los derivados hipotecarios y sus seguros se derrumbaron. El financiamiento desapareció, los bancos se vieron forzados a vender activos a precios cada vez más castigados, a reconocer pérdidas sustantivas de capital y muchos a situarse al borde de la quiebra, así como acrecentar el riesgo de no hacer honor a los retiros de los depositantes.

Surge de aquí una restricción generalizada de crédito que contamina y contagia la crisis financiera y la economía real, hasta amenazar una depresión multinacional.

La debacle del sistema financiero mundial iniciada en Estados Unidos marca el comienzo de una era económica distinta. Diferente en el mundo de la práctica y de las ideas al erosionar la fe en la sapiencia autorreguladora de los mercados. Y diferente también al obligarnos a recuperar la memoria histórica: el sistema de mercado produce ciclos de auge y depresión que ha de suavizar, humanizar, la intervención del Estado.

La premura intervencionista obedece, como se dijo, a que la ruptura de la burbuja inmobiliaria causó desvalorización de los activos de la banca, reducción de sus capitales y, como consecuencia, caída brutal del mercado accionario y de la oferta de crédito a la producción, con efectos gravemente depresivos.

Por lo demás, el altísimo grado de integración de los mercados financieros internacionales y la rapidísima dispersión de las carteras con activos tóxicos, hace imprescindible contener cuanto antes la dimensión de los contagios. Las cifras descendentes de capitalización de los bancos fuera de Estados Unidos son ilustrativas: entre junio de 2007 y agosto de 2008, Barclay´s había perdido 42%, UBS 55%, Sumitomo 32%, Bank of China 30%, BBVA 32%. De otro lado, está el imperativo de restaurar cuanto antes al sector más dinámico y privilegiado de la economía estadounidense.

Tanto la Reserva Federal como los bancos centrales de otros países inyectaron masivamente liquidez para revertir el estrangulamiento de los mercados (unos 600,000 millones de dólares). Las medidas no resultaron suficientes, entre otras razones, por tardías, por la falta de capital y porque las tasas de interés de los redescuentos oficiales al situarse cerca de cero, registraban poco o nulo margen para comprimirse más y hacerse atractivas.

Por consiguiente, debió recurrirse a medidas intervencionistas más directas. Las autoridades reguladoras de Estados Unidos y de muchos otros países acrecentarán la cobertura del seguro de los depósitos -algunas hasta el 100%- a fin de evitar corridas bancarias peligrosas.

Más importante que lo anterior fue abrir la discusión sobre el imperativo y el grado en que debiera llevarse adelante la intervención estatal. Los defensores de la ideología del mercado y de los privilegios del sector financiero se manifestaron partidarios de soluciones privadas -la compra de un banco comprometido por otra empresa-, limitando la acción estatal a la compra de las carteras emponzoñadas (así lo declaró el director de la Reserva Federal).

Así se dieron los rescates de los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddy Mack mediante la compra de acciones o la ampliación de las líneas de crédito de la Reserva Federal, o la entrega de 79% de las acciones de la aseguradora AIG a cambio de 85 mil millones de dólares gubernamentales. En Europa se repiten fenómenos análogos con la estatización del Banco Northern Rock de Inglaterra.

Del mismo modo, fueron frecuentes las instancias en que se facilitó la adquisición privada de empresas próximas a la quiebra. Ahí están las compras de Bear Stearns y de Washington Mutual por JP Morgan, la de Merryll Lynch por Bank of America, la venta del Banco HBOS a Lloyds de Londres, o la compra de Wachovia por el Citigroup.

Ante el fracaso legislativo del primer intento intervencionista del Tesoro norteamericano y de la Reserva Federal, por 700,000 millones destinados a la adquisición de cartera basura, los mercados bursátiles se desplomaron y se multiplicaron las quiebras bancarias. Una semana después se logró la aprobación legislativa, pero los mercados mantuvieron su caída.

Fracasó también la reunión convocada por el presidente de Francia, ante la reticencia de Alemania, de fondear el rescate de los bancos de la Unión Europea, y se privilegian las soluciones nacionales, frente a un problema sistémico de alcance universal.

Las soluciones privadas tienen el defecto de alentar la formación de oligopolios enormes y la de no acrecentar la capacidad de crédito

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