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Cristiada


Enviado por   •  20 de Mayo de 2013  •  4.224 Palabras (17 Páginas)  •  249 Visitas

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El Conflicto entre el Estado y la Iglesia

El conflicto entre el Estado y la Iglesia antes del año de 1926, había sido eso a un conflicto entre el Estado y la Iglesia sin involucrar a la feligresía Católica tanto a las elites intelectuales como a los ricos ni a los católicos pueblerinos puesto que los conflictos entre la iglesia y el estado se habían calmado sin llegar a utilizarlos a sus feligreses y al ejercito directamente para que se enfrentarán antes de 1926, puesto que en ese año los suceso que involucran tanto al ejercito como a los católicos es verdaderamente complejo. Ya que los católicos se sienten limitados en sus derechos y libertades por las medidas que se tomaran para hacer cumplir las leyes antes establecidas que se habían dejado de lado. Es notorio que la Iglesia Católica es la que pierde en estos enfrentamientos por lo que para el año 1925 empezaba el mas violento capitulo del conflicto entre el Estado y la Iglesia en México, ese conflicto multisecular que se remonta a los primeros siglos del cristianismo.

La ideología tiene un papel central en dicho proceso puesto que las mentalidades de todos los que intervienes no son justificadas en sus arraigos de individuos como parte de un país que busca sostener su identidad que se ha ido formando,

tan atropelladamente por un gobierno y una iglesia que buscan manejar las políticas del país, las cuales les favorezcan como instituciones, puesto que los dos buscan la paz, la unión y el acurdo del país, provocan lo contrario, esto es muy notable con la Creación del Partido Católico Nacional “Limantur maniobra para ganarse a los católicos.-Se apresura la formación del Partido.-Actitud equivocada de don Trinidad Sánchez Santos” J. Correa 68) puesto que lejos de llegar acuerdos las fragmentaciones son el resultado menos esperados de los grupos políticos que intentan controlar al país después del Porfiriato.

Las dimensiones mismas de la tragedia convencieron al Estado y a la Iglesia de poner fin a un enfrentamiento que iba en contra de los fines perseguidos por ambas instituciones: la paz, el desarrollo y la justicia que permiten a todos los hombres vivir en libertad de acuerdo con sus creencias y conciencia, que anterior mente Madero quiso utilizar para fundamentar su gobierno, pues “Madero estaba bien dispuesto para los católicos, y de ello dio pruebas en su gira de propaganda, durante la revolución y después de ella, y no podrá negárseme que en lo general procuró respetar sus compromisos y manifestarse consecuente con su ideales, ya que de esto da testimonio brillante su respeto por la libertad de la prensa, que le costó la vida”. J. Correa100)

Las condiciones que permitieron el enfrentamiento entre el gobierno del presidente Calles y una buena parte de la cristianidad mexicana en algunos estados como lo fue la Cristiada de los Altos en Guadalajara, Michoacán, Colima, Nayarit, Durango, Zacatecas, Aguascalientes, sin olvidar Puebla, Guerrero, Morelos, los volcanes y Oaxaca. La Cristiada de un pueblo es asombrosa puesto que se siente agraviado en su fe y que, por tanto, desafía a un gobierno de hierro y a un ejército que lo aventaja en todos los terrenos menos en uno: en el del sacrificio puesto que está en contacto con él. La lucha desigual, como en las luchas bíblicas La cual es utilizadas con sagacidad por los sacerdotes Cristeros que buscan tener persuadidos a los creyentes, para manejarlos a su beneficio, no importándoles las atrocidades que se realizarían por parte de los dos grupos para tener el control

uno del otro.

Las desventajas eran dimensionales una de la otra pero aun así se enfrentaron cada uno convencido de tener los motivos justos para hacerlo.

La Cristiada que sorprende tatos a personas como instituciones; sorprende al ejército y a su gobierno, a la Iglesia, a los insurgentes mismos que se lanzan sin más preparativos que los necesarios para la muerte, muerte que les espera después de la penitencia pública, de la peregrinación y de la suplica, de la procesión y de la fiestas patronales celebradas con pasion.

La guerra cristera es esto y esta al termino de todo eso y es todo eso a la vez. Sobresale la contradicción espectacular que existe entre la lentitud y el estancamiento del conflicto político entre la Iglesia y el Estado, y el repentino estallido del levantamiento popular y pueblerino. El conflicto político sigue su caminito tranquilo Y de repente, ese movimiento revolucionario, ese movimiento popular, estalla imprevisto, sin precedente, todo a través de todo, inesperado, no preparado, no organizado, ni por los partidos ni por las organizaciones confesionales.

Este capítulo ha sido el más dramático porque provoco el levantamiento del pueblo católico conocido como la Cristiada entre 1926 y 1929.

Pues es cuando el Estado pretende acorrala a la Iglesia en aquel verano de 1926, puesto que el presidente Plutarco Elías Calles, promovió la reglamentación del artículo 130 de la Constitución a fin de contar con instrumentos más precisos para ejercer los severos controles que la Constitución de 1917 estableció como parte del modelo de inmovilización de las iglesias al Estado aprobado por los constituyentes.

Estos instrumentos buscaban limitar o suprimir la participación de las iglesias en general en la vida pública, pero--dadas algunas características de la legislación, como el hecho que se obligaba a los ministros de culto a casarse y se prohibía la existencia de comunidades religiosas--es posible afirmar que tenían un claro sesgo anti-católico por ser esta confesión la única que en México cuenta con ministros solteros y con comunidades en las que personas deciden convivir.

La radicalización hizo que en zonas de los estados de Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Aguascalientes, Nayarit, Colima, Michoacán y parte de Zacatecas, en la Ciudad de México, y en la península de Yucatán creciera un movimiento social que reivindicaba los derechos de libertad de culto en México.

La dirigencia del movimiento, cercana pero autónoma respecto de los obispos, mexicanos, creyó viable una salida militar al conflicto, por lo que decide suspender los cultos, medida de otros tiempos. El país entero se encuentra de hecho -no de derecho, pero en la práctica en entredicho. Campanas mudas, tabernáculos vacios, liturgia suspendida, vida sacramental clandestina. Porque el gobierno responde a la huelga del culto público con la prohibición del culto privado. La Iglesia suspende, el Estado impide, al pueblo se le priva de los sacramentos; no se puede bautizar al niño, no se puede contraer matrimonio, ni confesar, ni comulgar. Se tiene que morir uno como perro callejero, sin una queja, tras una vida miserable, "Más vale morir combatiendo."

Estas son los motivos del levantamiento en dichas ciudades, puesto que estas practicas son la razón de ser de estos lugares por lo que el no poderlos practicar pierden el sentido de hacer lo demás.

Es por ello que las acciones en enero de 1927,son el acopio de armas; las primeras guerrillas estuvieron compuestas por campesinos. El apoyo a los grupos armados fue creciendo, cada vez se unían más personas a las proclamas de ¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva Santa María de Guadalupe! lanzadas por quienes fueron conocidos como los cristeros. Se dice que los cristeros consideran que fueron ellos mismos quienes utilizaron el nombre primero para identificarse, en todo caso, los que se conocían como cristeros fueron capaces de proferir rápidamente una serie de descontentos locales con las consecuencias de la Revolución Mexicana, no sólo eso, la Cristiada, como también se le conoce, logró un uso muy eficaz de símbolos religiosos profundamente arraigados en las prácticas colectivas en México.

Este uso de símbolos como la Virgen de Guadalupe unen, por cierto, a grupos tan disímiles en la historia de México como los primeros insurgentes encabezados por Miguel Hidalgo y Costilla o el líder revolucionario Emiliano Zapata

Es de 1925, con apoyo de la CROM se creó la Iglesia Católica Nacional Mexicana, dotándola de edificios, recursos y medios para romper con El Vaticano.

Confrontada con esta situación, la Iglesia intentó reunir dos millones de firmas para proponer una reforma constitucional. La petición de los católicos mexicanos fue rechazada. Los católicos llamaron y realizaron un boicot para no pagar impuestos, minimizar el consumo de productos comercializados por el gobierno, no comprar billetes de la Lotería Nacional, ni utilizar vehículos a fin de no comprar gasolina. Esto causó severos daños a la economía nacional, al tiempo que sirvió para que las posiciones de distintos grupos dentro de la propia Iglesia católica en México se radicalizaran.

Antecedentes de La Guerra Cristera

En 1927, el presidente Plutarco Elias Calles, general revolucionario, promovieron la reglamentación del artículo 130 de la Constitución a fin de contar con instrumentos más precisos para ejercer los controles que la Constitución de 1917 estableció como parte del modelo de sujeción de las iglesias al Estado aprobado por los constituyentes.

Estos instrumentos buscaban limitar o suprimir la participación de las iglesias en general en la vida pública, pero dadas algunas características de la legislación, en algunos estados se llegaron a establecer leyes que obligaban a que los ministros de culto fueran personas casadas y se prohibía la existencia de comunidades religiosas.

Es posible afirmar que la ley tenía un claro sesgo anti-católico por ser esta confesión la única que en México contaba con ministros celibes y con comunidades en las que las personas decidían convivir.

La ley reglamentaria del 130 constitucional facultaba, siguiendo el dictado de la Constitución, a los gobernadores de los estados de la República a imponer cuotas y requisitos especiales a los "ministros del culto".

Tal fue el caso de los gobernadores más radicales, como Tomás Garrido Canabal del estado de Tabasco quien decretó normas que iban incluso más lejos, pues obligaban a los "ministros del culto" a ser personas con estado civil de casados para poder oficiar, mientras que en estados como Chihuahua se pretendió forzar a la Iglesia católica a operar con un número mínimo de presbíteros, mientras que en Tamaulipas se prohibió oficiar a los sacerdotes extranjeros.

Es de 1925, con apoyo de la CROM se creó la Iglesia Católica Mexicana, dotándola de edificios, recursos y medios para romper con El Vaticano.

Confrontada con esta situación, la Iglesia intentó reunir dos millones de firmas para proponer una reforma constitucional. La petición de los católicos mexicanos fue rechazada. Los católicos llamaron y realizaron un boicot para no pagar impuestos, minimizar el consumo de productos comercializados por el gobierno, no comprar billetes de la Lotería Nacional, ni utilizar vehículos a fin de no comprar gasolina.

Esto causó severos daños a la economía nacional, al tiempo que sirvió para que las posiciones de distintos grupos dentro de la propia Iglesia católica en México se radicalizaran.

La Guerra

Los alzamientos cristeros comenzaron en Jalisco, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán, luego se sumó casi la totalidad del centro del país. El conflicto tuvo un carácter fundamentalmente rural, se nota en el manejo de masas, aunque la dirección de la Liga fue eminentemente urbana en el sentido economico.

Los cálculos más optimistas consideran que hacia 1927, las fuerzas cristeras rondaban los 12 000 efectivos y dos años después, en 1929, habían alcanzado los 20 000. Semejantes números son dignos de consideración por varias razones. En primer lugar, los obispos mexicanos, con muy contadas excepciones se distanciaron rápidamente del movimiento armado, desconocieron a la Liga y trataron de negociar la paz con el gobierno de Calles con la mediación del gobierno de Estados Unidos, lo cual es difícil de cree por sus actitudes desafiante frente al gobierno Mexicano.

En segundo lugar, porque México recién había superado un desarrollado y muy costoso conflicto armado que ensagrentó durante poco más de siete años buena parte del país. No sólo eso, los cristeros eran un ejército irregular (a pesar de que contaron con algunos militares de carrera en sus filas), que no esperaban recibir pago y que no contaban con mecanismos formales de aprovisionamiento, reclutamiento, entrenamiento, atención a sus heridos o cuidado de los allegados.

A diferencia de otros grupos armados en la historia de México no practicaron la así llamada "vestimenta" (una práctica por la que se obliga a personas a sumarse a un ejército).

Finalmente, a diferencia muchos grupos armados durante la revolución y antes durante el siglo XIX, el mercado estadounidense de armas estuvo--al menos formalmente--cerrado para este grupo, por lo que no pudieron adquirir armas o municiones y debían depender de armamento anticuado (mucho de él excedentes de la Revolución de 1910-1917) y operar con muy escasa munición.

En 1928, luego de una tortuosa reforma de la Constitución de 1917 y a pesar de que la Revolución mexicana había iniciado al grito de "sufragio efectivo, no reelección", el ex presidente Álvaro Obregón contendió como candidato virtualmente único en las elecciones presidenciales. El Grupo Sonora, se pensaba en ese entonces, repetiría la fórmula seguida 40 años antes por el grupo Oaxaca, encabezado por Porfirio Díaz, para reformar paulatinamente la Constitución. Se decía, sin embargo, que Obregón--a diferencia de Calles--no tenía interés en continuar con el conflicto, por lo que llegaría a un acuerdo para acabar con la guerra. Obregón, sin embargo fue asesinado por José de León Toral en el restaurante "La Bombilla" en el Distrito Federal. Obregón había acudido ahí a participar de un desayuno ofrecido por los legisladores del bloque parlamentario que le apoyaba.

Al llegar a la presidencia interina Emilio Portes Gil, comenzó una larga negociación, en la que participó como mediador, el recién llegado embajador estadounidense Dwight Morrow. Se logró un acuerdo de amnistía general para todos los levantados en armas que quisieran rendirse. Se acordó devolver las casas curales y episcopales, y evitar mayores confrontaciones en lo sucesivo.

Sin embargo, para ese entonces existía una profunda división en el seno de Iglesia en México. La fractura afectaba desde la cúpula episcopal hasta los laicos. Entre los obispos, la mayoría estaba a favor de un acuerdo con el gobierno, pero habían tres, muy combativos, opuestos al acuerdo. El más decidido de los obispos en contra del acuerdo fue monseñor Leopoldo Lara y Torres, obispo de Tacámbaro en Michoacán.

En el otro extremo, presionando para que se lograra un acuerdo con el gobierno, se encontraban los obispos de la Ciudad de México José Mora y del Río y de Tabasco Pascual Díaz Barreto S.J.

Más importantes, acaso, que las divisiones fueron las consecuencias que el conflicto y el desempeño de los laicos católicos vinculados a la Liga tuvieron para marcar el futuro de las relaciones entre laicos y obispos en el seno de la Iglesia católica en México.

Como consecuencia de la ruptura entre la Liga Nacional para la Defensa de las Libertades Religiosas y los obispos mexicanos, estos últimos desarrollaron una política de creciente centralización y control de las actividades de los laicos católicos mexicanos por medio de la Acción Católica Mexicana.

En todo caso, la Liga y la mayoría de los efectivos de los ejércitos cristeros no aceptaron el acuerdo, así que estimaciones de personajes cercanos a la Liga señalan que de unas 50 mil personas involucradas directa o indirectamente en las acciones militares, sólo 14 mil depusieron las armas, aunque estas cifras no son confiables.

Fin del conflicto

El fin del conflicto se dio por la fuerte presión del gobierno de Estados Unidos, que a su vez respondía a las peticiones repetidas de obispos y laicos católicos en ese país, el presidente Portes Gil anunció que la Iglesia católica se sometería a la ley sin que la Constitución sufriera alguna modificación.

A partir de ese momento, el país entró en lo que investigadores de la relación Iglesia-Estado en México han calificado como un periodo de "relaciones nicodémicas", en referencia a Nicodemo, el fariseo que se acercaba a Jesús de noche (de ahí el término nicodemo, "el que viene de noche"). Otros calificaron a este periodo, que se extendería hasta 1992, como un "modus vivendi", un modo de vivir, en el que el Estado renunciaba a la aplicación de la ley y la Iglesia renunciaba a exigir sus derechos.

Estas relaciones nicodémicas o modus vivendi debieron enfrentar, sin embargo un severo momento de prueba cuando Calles, presionado por los efectos devastadores de la crisis de 1929 pronunció el así llamado Grito de Guadalajara.

En ese Grito, 21 de julio de 1934, Calles--en su oficiosa condición de "jefe máximo de la Revolución mexicana"--hacía un llamado para que Revolución, triunfante en lo militar, se trasladara a partir de ese momento al ámbito de la conciencia, de la educación y, de manera más específica, de la educación de los niños. El Grito de Guadalajara marcó el inicio de una serie de reformas al sistema educativo mexicano que culminaron con el proyecto de la así llamada "educación socialista".

Las tensiones creadas por el Grito fueron de tales dimensiones que, una vez más, se organizaron una serie de movilizaciones que, por su magnitud son conocidas como "La Segunda", es decir, la segunda cristiada, aunque en esta ocasión no hubo fracturas en el seno del episcopado. No sólo eso, sino que Roma, el Papa Pío XI, consternado ante lo que parecía el inicio de un nuevo ciclo de violencia en México, publicó la encíclica Acerba Animi en septiembre de 1932.

Acerba Animi pertenece, junto con Non abbiamo bisogno (junio de 1931), Mit Brennender Sorge (Con viva preocupación) de marzo de 1937, y Nos es muy conocida de marzo de 1937 a un muy reducido número de encíclicas dedicadas a criticar las políticas de los gobiernos de México (Acerba Animi y Nos es muy conocida), de la Alemania Nazi (Con viva preocupación), y de la Italia de Mussolini (Non abbiamo bisogno), especialmente por las políticas anti-católicas desarrolladas durante este periodo por los gobiernos de esos tres países.

Conclusión

La paz iniciada por Cárdenas no pudo ser consolidada en su periodo a causa de los problemas que aún generaban los enfrentamientos entre los sectores conservadores y la política educativa y agraria. En las ciudades eran también frecuentes los conflictos entre las asociaciones de trabajadores y obreros abanderadas en el comunismo y los grupos de derecha que comenzaban a conformarse políticamente. El asunto religioso dejó de ser un problema nacional con el desvanecimiento del anticlericalismo como política de estado, y al irse normalizando la impartición de cultos, motivo que generó los alzamientos cristeros desde 1926, los reducidos combatientes de “La Segunda” cayeron uno a uno vistos como bandoleros y condenados por la Iglesia.

En los últimos dos años del gobierno de Lázaro Cárdenas tuvieron lugar otro tipo de rebeliones tanto rurales como urbanas con motivo del reparto agrario y de la próxima sucesión presidencial, donde quedó electo el ex secretario de Guerra y Marina Manuel Ávila Camacho, quien puso fin a la cuestión de las hostilidades entre la Iglesia católica y el Estado mexicano al declarar en 1940 “Yo soy creyente”.

Sobre el conflicto cristero pueden surgir una infinidad de interpretaciones: para algunos se trata de un evento glorioso, para otros el levantamiento resulta reprobable. Puede hablarse de ideologías encontradas ya sea por convicción o por manipulación, pueden mencionarse nombres de hombres y mujeres martirizados por uno y por otro bando, puede reprobarse o justificarse esta guerra, pero nunca ser indiferentes, pues al final, quienes que cayeron en combate y los que les sobrevivieron, fueron todos mexicanos.

Bibliografía.

J. Correa Eduardo, “El Partido Católico nacional y sus directores” 1908-1915. Fondo de Cultura Económico

Dulles, W.F, John, ”Ayer en México”, 1919-1936 . Fondo de Cultura Económico Mexico Meyer, Jear, “La Cristiaeda 1 la guerra de los Cristeros”, 1926-1940. Siglo veintiuno editores. Meyer, Jear, “Ei Conflicto Entre Iglesia y el Estado”, 1926-1929. Siglo veintiuno editores.

El Modus Vivendi

Esta decisión fue correspondida por la Iglesia. Los obispos mexicanos "ungieron" al arzobispo de México como interlocutor oficioso con las autoridades federales (los obispos del país no se pronunciarían en materias de política nacional, dejando cualquier opinión en manos del arzobispo de México). No sólo eso, México fue uno de los pocos países del mundo en el que el delegado apostólico fue un obispo del propio país.

Esto fue así en el periodo 1927-1951. Durante este tiempo, la representación de la Santa Sede en México fue ejercida sucesivamente por los arzobispos Pascual Díaz Barreto (de la ciudad de México de 1929 a 1936), Leopoldo Ruiz y Flores (de Morelia de 1936 a 1941) y Luis María Martínez (de la ciudad de México de 1941 a 1951).

Durante este periodo, las relaciones Iglesia-Estado en México oscilaron de buenas con Manuel Ávila Camacho, el primer presidente que se declararse públicamente como católico, a excelentes con Miguel Alemán (monseñor Luis María Martínez se convirtió en una figura omnipresente en las giras y actividades públicas del presidente veracruzano), a ser de colaboración con Adolfo López Mateos (quien logró que en su campaña presidencial de 1958 un sacerdote en el de Zacatecas-- Antonio Quintanar, párroco de Tlaltenango--pronunciara, a pesar del artículo 130, un discurso apoyando su candidatura el 1 de febrero de ese año), a tensas con Luis Echeverría Álvarez y finalmente a insostenibles con José López Portillo, quien debió asistir--acaso sin reconocerlo--a los "funerales públicos" del modus vivendi y la legislación entonces vigente en México. Lo que es más, los "funerales" fueron presididos por el entonces recién electo Papa Juan Pablo II.

Juan Pablo II acudió a México, en enero de 1979, a inaugurar la tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla, México. Sin embargo, su viaje motivó una serie de espontáneas expresiones de apoyo y alegría por su presencia en la capital del país, que hicieron impensable la aplicación de lo dispuesto por el artículo 130 de la constitución y sus leyes reglamentarias, en materia de expresiones de culto público.

En los próximos años, la Iglesia, especialmente los líderes de la Conferencia del Episcopado Mexicano como Ernesto Corripio Ahumada, lanzaron una serie de retos a la legislación vigente en el país que culminaron en 1992. Fue entonces cuando el presidente Carlos Salinas de Gortari promovió una serie de reformas a los artículos 3, 5, 27, 28 y 130 de la Constitución, apoyadas por una abrumadora mayoría de diputados y senadores del Congreso electos por los tres principales partidos políticos de México (Partido Revolucionario Institucional, Partido Acción Nacional y Partido de la Revolución Democrática).

Lo siguiente ocurrió cuando se reanudaron, las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede para dar paso, finalmente, a la promulgación de nuevas leyes reglamentarias de las relaciones Estado-iglesias.

La nueva legislación otorga personalidad jurídica a las iglesias y devolvió parcialmente los derechos políticos a los así llamados "ministros de culto", que

ahora pueden votar. Sin embargo, la legislación mexicana aún desconoce el derecho de los "ministros de culto" a ser votados, además de que impone mecanismos muy restrictivos para el ingreso de personal religioso extranjero a México. La personalidad jurídica de las iglesias está limitada también en lo que hace a su capacidad para ser propietarias de bienes inmuebles y especialmente para ser propietarias u operar medios de comunicación electrónicos.

La guerra cristera dejó una huella profunda en la vida pública mexicana. En un sentido, dejó en clara la disposición de grupos de civiles dentro de la Iglesia a confrontarse con los líderes de ésta. Las autoridades civiles debieron reconocer la imposibilidad práctica del modelo de relaciones Estado-Iglesia definido por la original Constitución de 1917. Los líderes formales del catolicismo mexicano, especialmente sus obispos, fueron obligados a desarrollar estrategias autónomas de organización y financiamiento de sus actividades. Este modelo, sin paralelo en América Latina, ha hecho del catolicismo mexicano un caso atípico cuando se le compara con las experiencias del catolicismo en el resto de Hispanoamérica.

Otra consecuencia clave de la guerra cristera para el futuro de México lo fue la de su contribución a la conformación de movimiento social y partido político de distinta orientación ideológica. El más importante de todos fue, durante la década de los treinta, el sinarquismo, como un movimiento social de base católica y campesina, que nutrió primero a la Unión Nacional Sinarquista, y, ya durante las décadas de los setenta y ochenta del siglo veinte, a varios partidos políticos, como el Partido Demócrata Mexicano y la Unión Nacional Opositora. Esta vertiente, sin embargo, se agotó durante los noventa para terminar fusionándose de manera informal en el Partido Acción Nacional.

Para México se constituyó lo que distintos analistas de las relaciones Estado- Iglesia han calificado como un modus vivendi, un "modo de vivir" entre las autoridades civiles que optaban por no aplicar las leyes y las autoridades religiosas que decidieron no disputar de manera pública las condiciones que les

habían sido impuestas. Es la situación actual en la que vive México, pero donde el acercamiento entre la Iglesia y el Estado en los últimos años con los presidentes en turno es muy notable como peligroso puesto que con todas las modificaciones que se han hecho a nuestra Constitución, se pone en peligro la estabilidad de las instituciones jurídicas encargadas de vigilar el cumplimiento de las leyes que deben proteger por igual, pues es uno de los principios de nuestra constitución el cual pocpoco a poco se ha ido modificando para beneficio de solo algunos grupos.

El acercamiento de la Iglesia Católica y el gobierno federal pone en duda la legitimidad de buscar acuerdos que beneficien a México, puesto que el acercamiento es con la Iglesia católica directamente, sin involucrar a las demás las cuales deben tener también representación, pues finalmente forman parte de este País.

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