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Critias De La Modernidad


Enviado por   •  20 de Julio de 2014  •  1.906 Palabras (8 Páginas)  •  275 Visitas

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Modernidad y democracia en América Latina. Las miradas de Alain Touraine

Resumen

El presente trabajo pretende analizar las diversas contribuciones teóricas y de análisis aportadas por el sociólogo francés Alain Touraine acerca de las realidades políticas, sociales y culturales de América Latina. Partiendo de la idea de que las principales preocupaciones de este autor se refieren a la dinámica de la modernidad latinoamericana, se procura comprender como este tópico se complementa con observaciones sobre la democracia y el sujeto social. Lo que interesa destacar es como para Touraine la modernidad latinoamericana se caracteriza a partir de una inevitable tensión: la que se establece entre el “universo instrumental” y el “universo simbólico”, correlato de una imagen dual que continuamente se hace presente, la racionalización y la subjetivación. A partir de esto, Touraine se dedica a analizar la potencialidad política y social subyacente a la idea de sujeto y actor social. Finalmente, interesa destacar las contribuciones que pueden percibirse en los concretos análisis de movimientos sociales que hoy participan de la heterogénea escena latinoamericana, por ejemplo, el movimiento neo-zapatista de Chiapas, el movimiento sin tierra de Brasil, y en un sentido más amplio, los movimientos urbanos, ecologistas, de jóvenes, de mujeres y de educación intercultural.

Palabras clave Alain Touraine, modernidad latinoamericana, sujeto social, movimientos sociales, democracia.

Ambigüedad y tensión constitutiva

La diversidad de formas de cómo observar y analizar la modernidad latinoamericana parece corresponderse, sin duda, con la propia diversidad o heterogeneidad sociocultural que la caracteriza. Si esto parece obvio, debemos reconocer los difíciles impasses modernizadores que atravesaron las culturas latinoamericanas, la difícil constitución de sus instituciones políticas, jurídicas y económicas, las “carencias” muchas veces marcadas como simples datos de una futura modernidad que todavía estaría por llegar. En la compleja tarea por aprehender aquellos rasgos que puedan ser definitivos de ese proceso histórico, se han establecido discusiones que transitaron desde otorgar cierta centralidad a la perceptible “dependencia económica” y a una defectuosa “modernización política”, hasta llegarse a una preocupación acerca de las dinámicas de “integración social” bajo la premisa de la necesaria ampliación de los procesos de democratización política y social. Lo curioso ha sido que estas discusiones negligenciaron, de una forma u otra, el carácter particular y específico de una modernidad en continua tensión: la que se evidencia a través de un proyecto elitista de racionalización (compréndase aquí también disciplinamiento, homogeneización y uniformidad) con una dimensión sociocultural que manifiesta el “desgarramiento” y la fragmentación propios de intensos procesos de subjetivación. A partir de esto, se establece una ambigüedad que caracteriza, de forma profunda, la modernidad latinoamericana, una ambigüedad que conceptualmente adquiere sentido y significado en los análisis del sociólogo Alain Touraine. El universo político y social por él observado acerca de la democracia, el sujeto social y los cambios culturales parece no escaparse de esta aparente tensión que deviene, con sus análisis, en elemento constitutivo del proceso histórico moderno de América Latina.

Si adherimos, primeramente, a los postulados de Foucault, la racionalización nos conduce al fortalecimiento de la lógica de integración social, del control y, así, de una multiplicidad de lógicas de poder asfixiantes para el individuo. No obstante, esto no representa la desaparición de los actores sociales, ya que, según manifiesta Alain Touraine, estos “están impacientes por afirmarse y lograr el reconocimiento de su libertad de sujetos” (1997, 307). A partir de diferentes experiencias políticas y culturales de América Latina, Touraine nos confirma que la supuesta experiencia:

“de la pérdida de identidad a la que nos resistimos dando tanta importancia a la autoestima, el auto desarrollo (...), nos impulsa en primer lugar a tratar, no de superar las contradicciones sociales, sino de aliviar el sufrimiento del individuo desgarrado, dado que éste no puede ya apelar a un dios creador, una naturaleza autoorganizada o una sociedad racional” (Ibid, p. 64).

De esta manera, Touraine describe a una modernidad latinoamericana que, a partir de sus particulares y diversos ritmos socioculturales, parece caracterizarse por una auténtica demanda de subjetivación, de afirmación y reconocimiento de aspectos culturales y de identidad personal y social. En definitiva, contribuye para constatar una gran característica de esta modernidad: su continua tensión entre un universo instrumental (bajos los contornos racionalizadores de la sociedad) y un universo simbólico (caracterizado por las experiencias de producción y afirmación de los sujetos sociales). Los movimientos sociales estarían, de esta manera, dirigidos a aliviar esa tensión, así como dirigidos hacia sí mismos y para lo que se podría denominar esfuerzo de subjetivación: definido como un sujeto con voluntad de ser reconocido como actor. Sintetizando lo que Touraine parece proponer, puede afirmarse que él nos sitúa frente a una modernidad que no posee una imagen única, sino dos: la racionalización y la subjetivación, dedicándose a analizar la potencialidad política y social subyacente en la idea de sujeto y actor social.

La democracia y el sujeto social

Puede percibirse que las principales contribuciones analíticas del sociólogo Alain Touraine sobre la contemporaneidad en América Latina se refieren, fundamentalmente, a tres tópicos: la modernidad, la democracia y el sujeto social. Estos elementos han sido tratados a partir de puntos de vista diferentes y temáticas concretas durante toda su obra, claramente dividida en tres etapas: una primera, basada, fundamentalmente, en los estudios empíricos realizados en América Latina concentrados en el análisis del trabajo y la conciencia política de los trabajadores; etapa marcada, asimismo, por la especificidad de los ritmos urbanos de la vida social. Una segunda etapa se caracteriza por un estudio concreto de los movimientos sociales de los años 60 y 70, particularmente las rebeliones del 68 en Francia y los golpes de Estado latinoamericanos. Por último, una tercera etapa,

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