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Cuerna Vaca, México. 1987 El Peligro De Una Sola Historia, Experiencia Personal…


Enviado por   •  25 de Octubre de 2014  •  1.573 Palabras (7 Páginas)  •  432 Visitas

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Universidad del Este

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Recinto de Cabo Rojo

Cuerna Vaca, México. 1987

El peligro de una sola historia, experiencia personal…

Ensayo Taller Cuatro

QYLE110

Jacobo R. Merced Robledo

Dr. Wilmer Estrada Cruz

Martes, 23 de septiembre de 2014

Cuerna Vaca, México. 1987

(El Peligro de una sola historia, experiencia personal…)

En el verano de 1987, mis padres, que estaban divorciados desde que tenía un año, decidieron que iba a vivir un año con mi padre y su familia. En ese momento tenía solo 15 años. Vivía en un pequeño pueblo de las montañas de Puerto Rico con mi madre y su esposo. Ese año cursaría el décimo grado y yo, que tenía 4.0 en la escuela, pensaba que me lo sabía todo. Poco me imaginaba que ese verano realizaríamos un viaje que cambiaría mi forma de pensar para siempre.

Desde que tenía uso de razón, añoraba que llegaran los veranos. En el verano iba a visitar a mi papa en Boston, para mí, eso era lo máximo y estaba todo el año esperando ese momento. Era emocionante, además de ver a mi padre, vería a mi hermano y hermana menor. Durante esos viajes salíamos a los museos, parques de diversiones, nos íbamos a acampar y hasta de vacaciones. Me llevaba a comer a diferentes restaurantes y en especial a varios restaurantes mexicanos, que no recuerdo los nombres, pero que el viejo decía que eran excelentes. En todos esos veranos, me apuntaba durante un mes en el campamento de verano de su lugar de trabajo. Lo que más me gustaba de ese campamento era que casi todos los niños hablaban español. Ya de grande me di cuenta que mi padre dirigía una organización para ayuda a hispanos, La Alianza Hispana. Nunca le di mucho pensar al trabajo del viejo, pero debido a que era bien conocido en la comunidad latina de Boston, hasta lo convencieron de que corriera por un escaño a la legislatura del estado de Massachusetts, pero eso ya es otra historia. Mientras tanto, yo seguía siendo el casi jibarito del barrio Cuchillas de Corozal, que soñaba con ir todos los veranos a los “nuyores” aunque fuera en realidad a Boston, a vivir la gran vida americana.

Ese verano del ’87, para mi sorpresa, no hubo campamento, ni muchas salidas, ni restaurantes, lo que había era tremendo revolú de mudanza, arreglos para alquilar la casa y preparativos para un viaje. Yo no le di mucha importancia hasta que me di cuenta que no estaría de visita dos meses si no un año. Había escuchado a mi padre mencionar que iríamos a México. ¿México?, me pregunte yo, para qué rayos vamos para México y ¿por un año? En ese momento me comenzó un miedo que no podía explicar. Era miedo a México, a los mejicanos, a cruzar la frontera, a que no pudiera regresar, a que me pasara algo, al desierto y a la mordida. La mordida era lo único que había escuchado con insistencia en las noticias y tenía que ver con la corrupción policiaca y gubernamental. Yo creo que eso fue lo más miedo que me dio ya que nunca había experimentado nada así en Puerto Rico. Lo único que conocía de México era lo que había visto en las películas y una que otra cosa que había estudiado en historia.

El viaje en carro desde Boston fue uno largo y cansado, pero mis hermanos y yo lo disfrutamos porque todos los días nos quedábamos en diferentes hoteles y comíamos en restaurantes diferentes. Bajamos por toda la costa Este hasta la Florida y luego bordeamos el Golfo de México hasta Nuevo Laredo. Lo más impresionante fue al llegar a la frontera y ver la diferencia física marcada entre México y Estado Unidos. De un lado, jardines floridos y área verdes, calles asfaltadas, iluminación por donde quiera y relativa limpieza mientras que del otro, todo seco, calles en tierra, estructuras desgastadas y lo más impactante, la pobreza evidente. Nunca había experimentado el sentimiento de impotencia en mi vida y me tomo por sorpresa. Claro que había escuchado que en Puerto Rico existía la pobreza, pero nunca la había visto de frente, hasta pensaba que quizás eran exageraciones. Sin embargo allí, dentro de todo, la pobreza era lo más evidente. Las caras de gente necesitada, sin trabajo aparente, esperando que llegara el turista para servirles de guía, para pedirle limosnas, o quizás para robarle. Mi miedo se tornó en terror, ¿a dónde mi

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