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Cuidad De Mexico


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2014  •  2.553 Palabras (11 Páginas)  •  212 Visitas

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UNIVERSIDAD METROPOLITANA DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

FACULTAD DE HISTORIA GEOGRAFÍA Y LETRAS

DEPARTAMENTO DE HISTORIA Y GEOGRAFÍA

DESCRIPCIÓN DE CIUDAD DE MÉXICO

POR BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO

Curso: Historia de América: Conquista y Colonia.

Profesor: Luis Aravena S.

Nombre:…………………………………………… Fecha: ……………………………

Instrucciones:

- La lectura de este documento es considerado como lectura complementaria para el desarrollo del curso.

Como nuestro capitán salió a ver la Ciudad de México.

“Como hacía ya cuatro días que estábamos en México y no salía el capitán ni ninguno de nosotros de los aposentos, excepto a las casas de huertas, nos dijo Cortés que sería bien ir a la plaza mayor y ver el gran adoratorio de Huichilobos, y que quería enviarlo a decir al gran Montezuma que lo tuviese por bien.

Y Montezuma, como lo supo, envió a decir que fuésemos mucho en buena hora, y por otra parte temió no le fuésemos a hacer ningún deshonor a sus ídolos, y acordó ir él en persona con muchos de sus principales.

En sus ricas andas salió de sus palacios hasta la mitad del camino. Junto a unos adoratorios se apeó de las andas porque tenía por gran deshonor de sus ídolos ir hasta su casa y adoratorio de aquella manera, y llevábanle del brazo grandes principales. Iban delante de él señores de vasallos, y llevaban delante dos bastones como cetros, alzados en alto que era señal que iba allí el gran Montezuma; y cuando iba en las andas llevaba una varita de medio oro y medio de palo, levantada, como vara de justicia. Así se fue y subió en su gran cu, acompañado de muchos papas, y comenzó a sahumar y hacer otras ceremonias al Huichilobos.

Dejemos a Montezuma, que ya había ido adelante, y volvamos a Cortés y nuestros capitanes y soldados que como siempre teníamos por costumbre de noche y de día estar armados, y así nos veía estar Montezuma cuando le íbamos a ver, no lo tenía por cosa nueva. Digo esto porque a caballo nuestro capitán con todos los demás que tenían caballo, y la mayor parte de nuestros soldados muy apercibidos, fuimos al Tatelulco, e iban muchos caciques que Montezuma envió para que nos acompañasen. [Fin página 98]

Cuando llegamos a la gran plaza, como no habíamos visto tal cosa. Quedamos admirados de la multitud de gente y mercaderías que en ella había y del gran concierto y regimiento que en todo tenían. Los principales que iban con nosotros lo iban mostrando. Cada género de mercaderías estaban por sí, y tenían sitiados y señalados sus asientos. Comencemos por los mercaderes de oro y plata y piedras ricas, plumas y mantas y cosas labradas, y otras mercaderías de indios esclavos y esclavas. Traían tantos de ellos a vender a aquella plaza como traen los portugueses los negros de Guinea, y traían los atados en unas varas largas con colleras a los pescuezos, porque no se les huyesen, y otros dejaban sueltos.

Luego estaban otros mercaderes que vendían ropa más basta y algodón y cosas de hilo torcido, y cacahuateros que vendían cacao, y de esta manera estaban cuantos géneros de mercadería hay en toda la Nueva España, puesto por su concierto, de la manera que hay en mi tierra, que es Medina del Campo, don de se hacen las ferias, que en cada calle están sus mercaderías por sí. Así estaban en esta gran plaza, y los que vendían mantas de henequén y sogas y cotaras, que son los zapatos que calzan y hacen del mismo árbol, raíces muy dulces cocidas y otras rebusterías, que sacan del mismo árbol, todo estaba en una parte de la plaza; y cuernos de tigre, de leones, de nutrias, y de adives y venados y de otras alimañas y tejones y gatos monteses, de ellos adobados y otro sin adobar, estaban en otra parte, y otros géneros de cosas y mercaderías.

Pasamos adelante y digamos de los que vendían frijoles y chia y otras legumbres y hierbas a otra parte. Vamos a los que vendían gallinas, galos de papada, conejos, liebres, venados y anadones, perrillos y otras cosas de este arte, a su parte de la plaza. Digamos de las fruteras, de las que vendían cosas cocidas, mazamorreras y malcacinado, también a su parte. Pues todo género de loza, hecha de mil maneras, desde tinajas grandes y jarrillos chicos, que estaban por sí aparte; y también los que vendían miel y melcochas y otras golosinas que hacían como nuégados. Pues los que [fin página 99] vendían maderas, tablas, cunas, vigas, tajos y bancos, y todo por sí.

Vamos a los que vendían leñas ocote, y otras cosas de esta manera. ¿Qué quieren más que diga que hablando con acato, también vendían muchas canoas llenas de yenda de hombres, que tenían en los esteros cerca de la plaza? Y esto era para hacer sal o para curtir cueros, que sin ella dicen que no se hacía buena.

¿Para qué gasto yo tantas palabras de lo que vendían en aquella gran plaza? Porque es para no acabar tan presto de contar por menudo todas las cosas, sino que papel, que en esta tierra llaman amal, y unos cañutos de olores con liquidámbar, llenas de tabaco y otros ungüentos amarillos y cosas de este arte, vendían mucha grana debajo de los portales que estaban en aquella gran plaza. Habían muchos herbolarios y mercaderías de otra manera. Y tenían allí sus casas, adonde juzgaban tres jueces y otros como alguaciles ejecutores que miraban las mercaderías.

Se me había olvidado la sal y los que hacían navajas de pedernal, y de cómo las sacaban de la misma piedra.

Así dejamos la gran plaza sin más la ver y llegamos a los grandes patios y cercas donde estaba el gran cu. Tenía antes de llegar a él un gran circuito de patios, que me parece que eran más que la plaza que hay en Salamanca, y con dos cercas alrededor de calicanto, y el mismo patio y sitio todo empedrado de piedras grandes de losas blancas y muy lisas, y adonde no había de aquellas piedras estaba encalado y bruñido, y todo muy limpio, que no hallaron una paja ni polvo en todo él.

Cuando llegamos cerca del gran cu, antes que subiésemos ninguna grada de él, envió el gran Montezuma desde arriba, donde estaba haciendo sacrificios, seis papas y dos principales para que acompañasen a nuestro capitán general.

Como subimos a lo alto del gran cu, en una placeta que arriba se hacía, adonde tenían un espacio como andamios, y en ellos puestas unas grandes piedras, adonde ponían los tristes

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