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Discurso De Las Muejres Dedicadas A Los Templos


Enviado por   •  10 de Junio de 2013  •  1.246 Palabras (5 Páginas)  •  354 Visitas

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DISCURSOS A LAS MUJERES DEDICADAS A LOS TEMPLOS

FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL

Muchas eran las doncellas que por impulsos de su devoción se dedicaban a las estrecheces de esta vida, pero muchas más las que la seguían por voluntad de sus padres. Y como entre todas las naciones fue siempre la mexicana la que más se dio al supersticioso culto de los demonios, era excesivo el número de estas sacerdotisas con que llenaban los templos y en donde las ofrecían luego que habían cumplido cuarenta días, aceptándolas los sacerdotes, en nombre de los ídolos, a quienes las presentaban haciéndoles la oración siguiente, que se halla entre las que de boca de los antiguos conservó en sus manuscritos el Cicerón de la lengua mexicana, don Fernando de Alva, la cual referiré con las mismas palabras que la tradujo por corresponder a las originales con propiedad muy precisa:

Señor y Dios invisible, cuya luz se esconde entre las sombras de los nueve apartamientos del cielo, causa de todas las cosas, defensor y amparador del universo: el padre y la madre de esta niña, que es la piedra preciosa que más estiman, y la antorcha resplandeciente que ha de alumbrar a su casa, te la vienen a ofrecer con humildad de corazón, porque es tu hechura y efecto de tus manos, para que viva y sirva en este lugar sagrado y casa de penitencia. Suplícate, Señor Dios, la recibas en compañía de las otras, tus bien disciplinadas y penitentes vírgenes, y la favorezcas para que sea de buena vida y alcance lo que pidiere.

Concluido este ofrecimiento y deprecación, se la volvían a sus padres, para que la criasen hasta edad de ocho años, que era el tiempo destinado para que entrase en clausura; y habiéndose determinado el día de esta función, y congregándose los parientes, la conducían al templo, coronada de flores y vestida a su usanza, galanamente, donde era recibida del sumo sacerdote; y después de haber hecho reverente adoración a sus falsos dioses, incensándoles, y degollando en su presencia un número determinado de codornices, la bajaban a las salas y lugar de recogimiento, donde, en presencia de la superiora y las restantes doncellas, puesto en pie el tequacuilli, superintendente o vicario de estos conventos, decía con admirables afectos esta elegante plática:

Muy amada y preciosa niña, siendo cierto que ya los años te han dado posesión del uso de la razón, ¿cómo es posible que ignores que el Señor y gran Señor Dios invisible te crió solo porque quiso, y por su voluntad naciste para renuevo.

Es evidente que el autor equipara estos recintos con los conventos de monjas.

Aquí se refiere a la vieja instructora con el nombre de "superiora", como se conocía a la monja de más autoridad en un convento. Por esta causa, pues, y para gratificar a Dios, dándole lo mismo que de su libertad recibieron, en el día de tu nacimiento votaron tus padres tu asistencia en este lugar de espinas y de dolores, para que en él estés y vivas, pidiendo al Criador de todas las cosas, te dé sus bienes, y te comunique de sus bondades.

Considera, que éste es lugar sagrado donde has de hacer penitencia por los tuyos, que andan vagando por el mundo, distraídos y enmarañados en las cosas necesarias para la vida, y por toda la república, necesitada de los favores del cielo. Persuádete a que en este encerramiento has de olvidar la casa y hacienda de tus padres, y los regalos de tu niñez; y advierte que no vienes a él para ser preferida a las que en él billares, sino a sujetarse a la menor de todas.

Con este presupuesto, determínese desde ahora

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